Pelicula:

Estreno en Amazon Prime Video.


Disponible también en Apple TV y Rakuten.


Ridley Scott sigue en la brecha, a sus 84 años recién cumplidos, como productor y director, en esta última faceta ya a razón de dos pelis por año, y con cuatro proyectos anunciados... ¿A que va a ser verdad eso de que los 80 son los nuevos 60? Bromas aparte, lo cierto es que Scott sigue en buena forma, aunque sus películas resulten unas veces mejores y otras peores, como era de prever. En el caso de esta La casa Guzzi nos ha parecido que, desde luego, las ha hecho mejores; aparte de Alien y Blade Runner, se entiende, que son sus cumbres y a su vez cumbres del cine de fantaterror y de ciencia ficción, o simplemente cumbres del Cine, con mayúsculas; nos referimos a sus otros films que no han llegado a esas alturas estratosféricas pero que eran buenas películas, como Thelma & Louise, Gladiator o Marte.

La casa Gucci es un relato inspirado en hechos realmente acontecidos, la historia de amor entre Patrizia Reggiani, una mujer de extracción humilde, hija del propietario de una pequeña empresa de camiones, y Maurizio Gucci, el hijo y heredero del legado Gucci, empresa de diseño de vestuario y complementos de larga tradición y prestigio en Italia y en el mundo. Esa historia de amor, que se inicia en los años setenta, terminará en boda, de la que abomina el padre de Maurizio, el exquisito Rodolfo, que ve en Patrizia a una cazafortunas, a una arribista. Reconciliados finalmente padre e hijo, aceptando el primero a la nuera, Patrizia revelará pronto una rara capacidad para maniobrar en beneficio de los intereses de Maurizio y de ella, aunque su marido pronto se empieza a hartar de su tosquedad y a avergonzarse ante sus amigos de sus modos de “parvenu”, de advenediza. Cuando Maurizio prefiera a una de las de su clase, su sentencia de muerte estará firmada, porque Patrizia no es precisamente de las que perdonan ni olvidan...

Estamos ante un drama de evidente inspiración histórica: Patrizia Reggiani, efectivamente, casó con Maurizio Gucci, y cuando este la abandonó por otra, urdió su asesinato, con el mismo cutrerío que había recorrido su vida, lo que a la postre le costó ser condenada a casi tres décadas de cárcel (de las que solo cumplió 18 años...). Esa historia real sirve a Scott para presentar una mirada sobre las dos últimas décadas del siglo XX, que determinaron el futuro empresarial de Gucci, minada la familia propietaria por las luchas intestinas entre las dos facciones, Maurizio y Patrizia (el orden quizá no sea el correcto...) por un lado, y, por el otro, Aldo Gucci, tío de Maurizio, y su hijo Paolo, aquí pintado como el ser más desastrado y torpe del mundo. Como suele suceder en esos casos, y como recuerda el refrán, “a río revuelto, ganancia de pescadores”, y fueron otros, ajenos a la casa Gucci, los que terminaron llevándose el agua a su molino (ya que estamos con dichos y proverbios...).

Pero el film es, fundamentalmente, un retrato de Patrizia Reggiani, una mujer con un bajo nivel de formación que emparentó con la más exquisita y pija plutocracia vía tálamo nupcial, y que nunca, a pesar de sus esfuerzos, consiguió estar a la altura social y cultural que su marido y los de su clase poseían por cuna. Film entonces sobre un (fallido) desclasamiento, es también la crónica de una mujer que se entregó absolutamente a la causa de tomar el poder de la empresa familiar para su matrimonio, y cómo la pérdida del amor del marido precipitó la ruina vital de ambos. Pero es también un film que valora la sabiduría parda, la osadía brutal de una mujer que, sin formación, puso las bases para que su marido, que en el fondo era un tipo sin ambición ni objetivos existenciales, llegara a hacerse con el control de una de las firmas de moda más famosas del mundo.

Scott rueda con su más que acreditada clase, si bien nos parece que, como en casi todo el cine moderno, aquí también sobra bastante metraje, al menos quince minutos de las casi dos horas y cuarenta minutos de duración; ítem más, como dicen los picapleitos, nos parece que ese cuarto de hora está de más en la primera parte, que se hace eterna en los escarceos amorosos entre el lechuguino de buena familia y la voluptuosa que no sabía hacer la o con un canuto.

No es La casa Gucci una mala película, aunque sí demasiado larga. Adivinamos que a Scott le interesó, sobre todo, las luchas internas familiares, y contar en su elenco con algunas vacas sagradas como Al Pacino y Jeremy Irons, pero también a gente nueva y pujante como Adam Driver, tan de moda, y la cantante Lady Gaga, que ya demostró en la nueva versión de Ha nacido una estrella (2018) que tiene buenas dotes interpretativas, y cuya elección para el papel de Patrizia Reggiani (ella nos corregiría y diría Patrizia Gucci...) nos parece todo un acierto.

Entre los intérpretes, aparte de Pacino y Irons, que siempre están bien (el primero más pasado de rosca, pero si Pacino no se pasa de rosca, no sería Pacino...), llama la atención la actuación de Jared Leto, aquí absolutamente irreconocible, con un maquillaje y una serie de prótesis corporales que hacen que cualquier parecido de su personaje con el actor sea mera coincidencia... Es cierto que Leto se pasa tres pueblos en el papel de Paolo Gucci, aquí descrito como un redomado imbécil (lo que no nos extrañaría que fuera, desde luego: mezclar tonos pastel y marrón en un mismo diseño es para condenarlo a cadena perpetua...), pero resulta magnético en su zafiedad, en su estupidez congénita, regalándonos un personaje excesivo, caricaturesco pero a un paso de la genialidad (o de la idiotez, no lo tengo claro...).

Espléndida la fotografía del polaco Dariusz Wolski, convertido en el operador favorito de Ridley en los últimos tiempos, y uno de los grandes actualmente en su campo en Hollywood. Y la banda sonora de Harry Gregson-Williams incluye muy atinadamente un buen puñado de las canciones más populares de las décadas de los setenta, ochenta y noventa en las que se ambienta el film, sabiamente incluidas en el “score”.

(02-12-2021)


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157'

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La casa Gucci - by , Jul 05, 2022
2 / 5 stars
El lechuguino y la arribista