Pelicula:

Los réditos comerciales de la trilogía iniciada con To er mundo e güeno animaron al cineasta sevillano Manuel Summers a afrontar un nuevo proyecto que entroncaba con lo que se puede denominar su “saga infantil y adolescente”, convirtiéndose en lo que quizá fuera su empeño más personal y autobiográfico; hablamos de Me hace falta un bigote, rodada en 1986, una película entre la metaficción, asistiendo al proceso de creación de la misma con el propio Summers como protagonista, y la evocación nostálgica de ese primer amor en el que aparece el pequeño Manolo interpretado por un apocado niño de 10 años. El film será otra de las cumbres summersianas, una delicada obra, llena de matices, sobre el dolor del amor no correspondido, a la par que sobre el proceso de gestación de la obra artística.

Pero también será un ejercicio notabilísimo de estilo, combinando esa película que se está gestando en el magín del Summers guionista con el propio proceso de creación de la película, con frecuentes incursiones en la vida del propio Manolo y sus hijos en su casa, o de Manolo con sus amigos, como el director Jorge Grau, que le aconseja sobre la conveniencia, o no, de acometer ese proyecto; estamos entonces ante un notable rasgo de modernidad, en  lo que hoy día se suele denominar autoficción, cuando el cineasta habla de su vida que puede estar, o no, tamizada por la ficción pura y dura.

Habrá también, por supuesto, lugar para la mirada entre nostálgica y costumbrista sobre el tiempo en el que se ambienta la película, a mediados de los años cuarenta del pasado siglo XX, con sus “flechas” (el nombre con el que se denominaba a los niños apuntados a la Falange Española, el partido único del régimen franquista, sobre el que el autodenominado Caudillo estableció los parámetros ideológicos de la dictadura), sus colegios segregados por sexos, sus ídolos de la época, como el cantante y actor Jorge Negrete, que supone para el pequeño Manolo un enemigo imbatible (ya lo dice el título, en boca del propio crío, “me hace falta un bigote”...), en una historia muy autobiográfica, donde veremos no solo al niño Manolo sino también representados por actores a sus hermanos y hermanas (eran nueve hermanos en total, una familia numerosa bastante típica en la época), e incluso al padre y la madre, y, por supuesto, a esa Luisita de la que el niño se enamoró como un becerro, con escasas posibilidades ante el enamoramiento de la niña de un maromo como Negrete, ante el que el escuchimizado mocoso poco tenía que hacer.

La película se inicia con un debate televisivo moderado por el periodista Jesús Hermida, en el que aparecen varios famosos de la época (el director teatral y actor berlanguiano Luis Escobar, el escultor Otero Besteiro, la cantante María Ostíz, el comediógrafo Juan José Alonso Millán, el propio Summers...) hablando de su primer amor, algunos de ellos en un tono más bien descarnado y (probablemente) “tirándose el pegote”, como decimos en mi tierra; nos parece el caso de Alonso Millán y Besteiro que hablan de sexo desenfrenado, a todas horas y con carácter mercenario; habría que recordar aquello de “dime de lo que presumes...”. El debate da pie a que Summers recuerde aquel primer amor, el de Luisita, dos años mayor que él, que tenía 10 años, y cómo ese amor lo consumía por no poder competir con un macho absoluto y adulto como Jorge Negrete, el sujeto platónico del amor de la niña.

Con diálogos muy frescos, en especial entre los niños, como era marca de la casa, sin embargo el experimento que en buena medida era el film no sería bien acogido por el público, quizá en la creencia de que nos encontrábamos con un estrambote sin mayor interés de la saga infantil y juvenil de Summers, y no de un sentido epílogo, delicado, avanzado a su tiempo, a ese periplo narrativo que constituyó su conjunto de películas con niños y sentimientos.

Los niños intérpretes, por cierto, casi todos hicieron su debut y despedida en el cine con este film, como fue el caso del que encarnaba a Manolo Summers con 10 años, el pequeño Jacobo Echeverría, que nunca más repetiría ante una cámara. No fue el caso de su amada en el film, Paloma San Millán, que tuvo una segunda aparición como actriz, precisamente también con Summers a los mandos, ya más crecidita, como la villana de Suéltate el pelo. De los pocos actores profesionales destacaremos a Pedro Civera, que hacía de Jorge Negrete en el viaje que el actor y cantante mexicano realizó a Madrid a mediados de los años cuarenta. Y Curro Martín Summers, el sobrino de Manolo, que había dado el do de pecho en Mi primer pecado, interpretaba aquí un personaje mucho más plácido, un personaje real, el rijoso seminarista Hilario, que cuidaba de los niños Summers cuando los padres no estaban en casa, aunque el supuesto futuro cura tenía más peligro que una caja de bombas...

(18-02-2024)


 


Me hace falta un bigote - by , Feb 18, 2024
4 / 5 stars
El primer amor