Pelicula:

Esta fue la última película de la primera tanda de 007 en la que Sean Connery interpretó a James Bond. Al terminarla, y tras los problemas que tuvo el protagonista con los productores Saltzman y Broccoli, Connery abandonó por primera vez la saga para ser sustituido por George Lazenby en 007 al servicio secreto de Su Majestad (1969), que resultaría ser un fiasco, por lo que los productores consiguieron que el escocés volviera a la serie para un último título, Diamantes para la eternidad (1971), siendo sustituido a partir de entonces por Roger Moore, aunque Connery aún volvería a encarnar de nuevo al agente del doble cero en un Bond no oficial (pero con todas las características como si lo fuera), Nunca digas nunca jamás (1983).

Este último Bond de esa primera etapa conneryana tiene como novedad el hecho de que el guion se encargó al novelista Roald Dahl, uno de los nombres fundamentales de la literatura para niños (y no solo niños) del siglo XX, aunque, a la vista del resultado, habría que decir que el autor de Matilda se limitó a poner su buen oficio de guionista (venía ejerciendo como tal desde 1950) al servicio de la causa de este nuevo Bond, sin aportar mayormente gran cosa a la materia argumental suministrada por la novela homónima de Ian Fleming, publicada en 1964. En todo caso, cabría atribuir a Dahl algunas escenas tocadas de cierto humor, cosa poco frecuente en la saga bondiana.

La acción comienza con una escena en el espacio: una cápsula espacial occidental es engullida por otra mucho mayor. Abajo, en la Tierra, las delegaciones de Estados Unidos y Reino Unido acusan a la URSS de este acto de piratería, pero a los ingleses les llega la información de que la nave en cuestión ha aterrizado sobre Japón. Por otro lado, vemos una escena de cama de Bond con una japonesa, pero ésta le traiciona y, según vemos, parece que matan a 007. Asistimos al sepelio del agente, con exequias en un buque de guerra, arrojándose su cuerpo al mar, conforme a lo establecido en estos casos; pero bajo el mar un equipo rescata el cuerpo, lo introducen en un submarino y allí reaniman a Bond: todo ha sido una añagaza para hacer creer a los miembros de Spectra, la organización rival del MI6 británico, que James ha muerto. A partir de ahí, ahora con la falta de presión de haber hecho creer a los enemigos que ya es historia, Bond investigará en Japón lo sucedido con la nave de marras...

Esta nueva entrega le fue confiada a Lewis Gilbert, que se estrenaba en la franquicia, y en la década de los setenta rodaría otros dos Bond, ya entonces con Roger Moore, La espía que me amó (1977) y Moonraker (1979). Gilbert nunca buen un gran director, aunque es cierto que sí fue un profesional correcto, siendo sus títulos más conocidos los citados, y también otros diametralmente opuestos, como las amables comedias Educando a Rita y Shirley Valentine. Aquí hace un trabajo artesanal, como se le pedía, aunque los efectos especiales (y “espaciales”) son ciertamente horribles, con esas naves de pacotilla tragándose unas a otras, como en el dicho “el pez grande se come al chico”; es cierto que entonces no existían efectos digitales y todo había que hacerlo analógicamente, pero ya en aquella época un mago como Ray Harryhausen había conseguido mucho mejores resultados que estos F/X auténticamente de barraca de feria...

Eso sí, los preciosos títulos de crédito iniciales, originales, como todos en aquella época de la franquicia, de Maurice Binder, son estupendos, con voluptuosas imágenes de volcanes y sugerentes siluetas femeninas y rostros de geishas; y es que los dos temas fundamentales de este Solo se vive dos veces son Japón y el espacio, centrándose casi toda la acción en el país del Sol Naciente, entonces (y ahora...) uno de los estados más exóticos sobre la Tierra, siendo conocida la fijación de Ian Fleming por ambientar sus historias en lugares peculiares de nuestro mundo.

En cuanto a la acción espacial, la película se puede considerar como un antecedente de la mentada Moonraker (1979), el Bond que, al calor del exitazo de La guerra de las galaxias, decidió irse también al espacio a desfacer entuertos. Como era de prever (y los muchos fans bondianos esperaban, por supuesto), aparecerán todas las características de la serie, desde las correspondientes escenas de acción, resueltas muy correctamente, con la brutalidad que ya formaba parte de la marca de fábrica de 007, hasta el comportamiento seductor del agente del doble cero, a la que no hay fémina que se le resista... eso sí, aquí se encargan de subrayar que en otras civilizaciones son aún más machistas que en el Reino Unido de la época; así, el jefe de los espías japoneses, conocido como el Tigre, aliado aquí de Bond, le dice al británico que “en Japón primero son los hombres y después las mujeres” (en Occidente también era así, pero, al menos, se tenía la decencia de no pavonearse de ello...). Habrá también, por supuesto, los oportunos “gadgets” que suministra “Q” a Bond, entre ellos un pequeño helicóptero que aparenta ser poco más que un patinete con aspas, pero que porta un armamento que ríase usted del que carga un caza... o un peculiar cigarrillo que, al encenderse, lanza un proyectil (luego para que digan que el tabaco no mata...).

Aunque se suele decir que la franquicia de James Bond reflejaba la guerra sucia entre las dos grandes potencias durante la Guerra Fría, lo cierto es que, en puridad (y aunque los rusos nunca salían bien parados), casi siempre el enemigo a batir, fuera Spectra, como fue el caso de la primera etapa bondiana, fueran otros en plan “mad doctor” o “dueño del mundo”, como ocurriría más tarde, no eran los soviéticos, y de hecho, como ocurre aquí, la tarea de 007 es, precisamente, evitar una guerra entre las dos grandes potencias, inducida aviesamente por la organización para el mal correspondiente.

Connery resuelve su papel ya casi sin despeinarse (no sé si ya entonces llevaba peluquín...), siendo esta la quinta vez que lo interpretaba. Del resto del reparto habrá que citar a Mie Hama, la primera chica Bond japonesa; y, entre los secundarios, el gran Donald Pleasence, que pondrá cara, por fin, al jefe de Spectra, hasta ahora solo representado por unas manos que acariciaban a un gato blanco con más paciencia que Job...

(03-05-2024)


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117'

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Solo se vive dos veces - by , May 03, 2024
2 / 5 stars
Bond en el país del Sol Naciente