Enrique Colmena

El estreno de Dispararon al pianista, la nueva película que Fernando Trueba ha dirigido en comandita con el dibujante Javier Mariscal, con el que ya colaboró en tales lides en la generalmente apreciada Chico & Rita, pone de actualidad de nuevo a este cineasta español (Madrid, 1955), que se viene desempeñando como director, guionista y productor.


Lo cierto es (o así nos lo parece) que una de las características, probablemente premeditada, de su cine, es el eclecticismo, su capacidad para tocar géneros diferentes, temas distintos, filmar con técnicas alternativas y tonos diversos. Pero hay otra característica en su carrera, esta me temo que involuntaria, que podríamos denominar su rara capacidad para meterse en charcos, mayormente (aunque no exclusivamente) por una tendencia a decir cosas que molestan, cuando no hieren, a amplias capas de la sociedad, lo que, en un negocio que vive de la respuesta del público, es poco menos que suicida. Esa tendencia lenguaraz le ha propiciado más de un revolcón que le ha hecho, junto a otras circunstancias, vivir su carrera como una especie de montaña rusa en la que tan pronto estaba en la cima como se despeñaba hasta la sima.


Vamos a hablar hoy, entonces, de este madrileño de lengua un tanto desatada y con tendencia a la provocación (inconsciente, me temo...), y a hacer un recorrido por su obra, para intentar poner de manifiesto esas dos circunstancias de su filmografía, su buscado eclecticismo y su impremeditada vocación de bocazas de infaustas consecuencias, entre otras cosas, para su bolsillo.


Aunque Trueba inició la carrera de la entonces denominada Ciencias de la Información, en la facultad homónima de la Complutense, nunca terminó esos estudios. Paralelamente empezó a hacer cortos, desde 1974, cortos generalmente relacionados con historias de parejas, bien de amor, bien de desamor, aunque también incursionó en el documental de arte con Úrculo, sobre el famoso pintor vasco. En 1980 consigue debutar en la dirección de largometrajes con una película muy apropiadamente denominada Ópera prima, como lo que era, pero refiriéndose también a que el objeto del deseo, quizá también del amor, del protagonista, era, precisamente, su prima... (sí, estaba pillado por los pelos, pero quedaba resultón). La película estaba protagonizada por su amigo Óscar Ladoire, que ya había estado en varios de sus cortos anteriores, un tipo dotado de una comicidad casi involuntaria que conectó muy bien con capas de la juventud de la época, gente que se iniciaba en temas como la libertad sexual y política; la película, irisada de un humor a veces grouchiano, a veces truffautiano, gustó mucho a la gente, superando el millón doscientos mil espectadores, convirtiéndose en una de las muestras más populares de la llamada “comedia madrileña”, que Fernando Colomo había inaugurado con su Tigres de papel.


Con ese buen recibimiento por parte del público, y también de la crítica, parecía lógico esperar más muestras de la peculiar forma de entender Trueba la comedia madrileña, pero, como si el cineasta quisiera dar a entender que lo suyo no era la previsibilidad, da un giro de ciento ochenta grados en su carrera y su segundo largo no puede estar más lejos de su ópera prima Ópera prima: es Mientras el cuerpo aguante (1982), un documental sobre el cantautor Chicho Sánchez Ferlosio (hermano de Rafael, el autor de la seminal novela El Jarama), en las antípodas de su primera película, aquí un entregado homenaje al peculiar músico anarquista.


Descolocado el público con esta inesperada incursión en el documental bohemio, Trueba volvió al cine comercial al uso con una nueva comedia, Sal gorda (1984), que retomaba a Óscar Ladoire como protagonista, aunque en un personaje distinto, en una comedia de toques surrealistas que ya no llegó tan bien al público, así que en su siguiente empeño Trueba, que ya entonces producía sus películas con su productora, entonces muy apropiadamente llamada Ópera Films (después sería, más prosaicamente, Fernando Trueba P.C), optó por ir sobre seguro y rueda la versión al cine de una entonces popularísima comedia de enredo que triunfaba en las tablas teatrales madrileñas y españolas, Sé infiel y no mires con quién, con Pedro Osinaga y Licia Calderón al frente. La versión teatral española era a su vez una adaptación de una comedia británica. En la divertida versión cinematográfica de Trueba los papeles estelares los encarnaron algunos de los intérpretes hispanos más valorados de la época, como Ana Belén, Antonio Resines y Carmen Maura, y público (de nuevo con 1,2 millones de espectadores) y crítica respaldaron la propuesta del madrileño.  


En un nuevo giro en su carrera, aunque en este caso no fuera copernicano, el siguiente empeño truebiano será una dramedia de época, El año de las luces (1986), cargada de cierta nostalgia adolescente, libremente basada en hechos reales que sucedieron a su suegro, Manuel Huete, en la primera postguerra, una historia de “coming age”, como se dice ahora, de llegada a la edad adulta, con los correspondientes escarceos sexuales de jóvenes en un tiempo histórico poco propicio a este tipo de devaneos lúbricos. Con protagonismo de Jorge Sanz como alter ego del suegro de Trueba, y algunos nuevos valores como Maribel Verdú y otros veteranos tan seguros y firmes como Rafaela Aparicio o Manuel Alexandre, la película consiguió el Oso de Plata en la Berlinale, así como el Goya a la Mejor Actriz de Reparto para Verónica Forqué, inaugurando con ello la relación de Trueba con los galardones cinematográficos, que le depararán más de una agradable sorpresa, como veremos.


En otro, y esta vez bien drástico cambio de registro, Trueba vuelve a dar muestras de su eclecticismo en su siguiente proyecto, el ambicioso film El sueño del mono loco (1989), una coproducción hispano-francesa, rodada en su mayor parte en inglés y con estrellas como Jeff Goldblum y Miranda Richardson, adaptación de la novela El mono loco, de Christopher Frank, que obsesionaba al cineasta madrileño desde años atrás. El film, un turbio drama irisado de thriller, suponía un descenso a los infiernos, en un tono que quizá hubieran podido explotar más adecuadamente cineastas más dotados para el tema como Agustí Villaronga o David Lynch. La película tuvo cierto éxito comercial, de todas formas muy lejos del alto presupuesto para la época (3 millones de euros al cambio actual de las pesetas de entonces); en general gustó a la crítica, y consiguió 6 premios Goya, entre ellos los más importantes, a la Mejor Película y Dirección. 


¿Quiere decirse que Trueba se había pasado con armas y bagaje al turbio drama de intriga? Nada de eso: su siguiente proyecto, que le dará muchas satisfacciones, será de nuevo una comedia, en este caso de época, como el propio título, en el que de nuevo Trueba juega con las frases hechas en idiomas ajenos: el film se titulará Belle époque (1992), comedia romántica ambientada el primer año de la II República, 1931, con Jorge Sanz de nuevo al frente del reparto y (además de Fernán-Gómez, que siempre era una garantía) un estupendo elenco femenino, de lo más granado del momento, con Penélope Cruz, Ariadna Gil y Maribel Verdú. Con la feliz concurrencia de Rafael Azcona en el guion, la película gustó prácticamente a todo el mundo, una obra que cantaba gozosamente a la alegría de vivir, en una época en la que todavía ni se barruntaba la ruina que se cernía sobre España en esa década de los años treinta, en forma de crudelísima Guerra Civil. La película consiguió en primera instancia 9 premios Goya, entre ellos los más importantes, además del Oso de Oro en Berlín y, como traca final, nada menos que el Oscar a la Mejor Película en Habla No Inglesa (que es como se llamaba entonces la actual Mejor Película Internacional), consagrando ya definitivamente a Trueba en el Olimpo de los directores españoles. La crítica se mostró muy receptiva a la propuesta truebiana, y el público también respaldó mayoritariamente la película, con 1,8 millones de espectadores. 


Durante su discurso de agradecimiento en la recepción del Oscar, Trueba soltó una “boutade” que no debió gustar mucho en la España conservadora y capillita: es legendario que el madrileño dijo aquello de “me gustaría creer en Dios para agradecérselo, pero solo creo en Billy Wilder, así que, ¡muchas gracias, Sr. Wilder!”, una de esas provocaciones más o menos gratuitas en las que Fernando incurre de vez en cuando, algo que, siendo evidentemente una ironía, y buscando halagar al genio de El apartamento o Primera plana, en la muy meapilas España católica no sentó nada bien. Se la guardaron para el futuro, como veremos...


Envalentonado con el Oscar de Hollywood, Trueba monta su siguiente film en los propios Estados Unidos, en Miami concretamente, aprovechando también el tirón popular en España de un Antonio Banderas que a principios de los años noventa comenzó su aventura norteamericana que todavía continúa (aunque intermitentemente...) cuando se escriben estas líneas. El título de esta coproducción hispano-norteamericana es Two much (1995), una comedia que juega con el tópico (un tanto manido, sí...) de los hermanos gemelos pero muy diferentes, ambos encarnados por Banderas, con Melanie Griffith como objeto del deseo de ambos (es obvio decir que ahí se conocieron Antonio y Melanie, conformando una pareja que duraría algo más de tres lustros), una comedia de enredo que, aunque en España funcionó en taquilla muy bien (2,1 millones de espectadores), en Estados Unidos fracasó estrepitosamente, con lo que el astronómico (para España) presupuesto manejado, 24 millones de dólares, fue imposible de recuperar. La crítica, tanto en los USA como en nuestra piel de toro, tampoco fue precisamente elogiosa, así que la aventura americana de Trueba acabó casi antes de empezar: ay, esa montaña rusa que no cesaba... 


Tres años tarda en poder plasmar en algo tangible su siguiente proyecto. Ya de vuelta a Europa, aunque filmando en parte fuera de España (en la República Checa, concretamente), rueda La niña de tus ojos (1998), una comedia de época que imagina el rodaje de un film español en la Alemania de Hitler, basándose en hechos reales, dado que profesionales del cine español como Florián Rey e Imperio Argentina rodaron allí, en los míticos estudios UFA, varias cintas españolas durante la Guerra Civil. Sobre esos hechos verídicos, Trueba monta una historia ficticia, con una diva folclórica (impagable Penélope Cruz haciendo de una supuesta Macarena Granada, que ya es un nombre imaginativo...) en la Alemania nazi, rodando bajo la implacable mirada del mismísimo Goebbels, que no disimula su interés tirando a lascivo sobre la bella andaluza... Estupendo reparto (Resines, Sanz, Sardà, Segura...) y exquisito look completaron una de las películas que mejor acogida popular han tenido de Trueba, con casi dos millones y medio de espectadores, en general buena recepción crítica y nueva lluvia de Goyas, siete en total. 


¿Ese éxito hará que Trueba siga por el mismo camino? Como ya sabemos a estas alturas, su eclecticismo nos dirá que no, y, efectivamente, nuevo golpe de timón y nos vamos, ya a finales del siglo XX, con un documental, titulado Calle 54 (2000), sobre algunas de las figuras del jazz en su versión latina, con gente del nivel de Gato Barbieri, Michel Camilo, Chucho Valdés o Cachao, ciertamente un festín para los sentidos (mayormente el oído, claro...), en una coproducción hispano-francesa que contó con muy buenas críticas pero, como cabía esperar, con una escasa repercusión comercial, aunque es obvio que en este caso Trueba no aspiraba a hacerse rico sino a poner en pantalla a algunos de sus ídolos del jazz latino.


Por supuesto, el eclecticismo y la montaña rusa en la que permanentemente viaja Fernando Trueba continuarán en el siglo XXI. Pero eso ya lo veremos en la siguiente entrega de este díptico...


 


Fuente datos de recaudación: web del Ministerio de Cultura y Deporte; IMDb.


 


Películas citadas disponibles en plataformas:


-Sé infiel y no mires con quien: FlixOlé


-El año de las luces: FlixOlé, Movistar+


-El sueño el mono loco: FlixOlé, Disney+


-Belle époque: Netflix, Movistar+


-Two much: Netflix, Prime Video, Movistar+, FlixOlé, Apple TV, Google Play Movies


-La niña de tus ojos: HBO Max, Disney+, Netflix, Movistar+


 


Ilustración: Penélope Cruz, en una imagen de La niña de tus ojos (1998), el mayor éxito comercial de Fernando Trueba.


 


Próximo capítulo: Fernando Trueba, el ecléctico en su montaña rusa (y II). El siglo XXI.