Pelicula:

CINE EN SALAS

El audiovisual sobre sectas tiene un amplio y variado surtido de films y series que han tratado esta lacra. Por citar solo unos títulos, se pueden recordar algunos recientes, como la miniserie La Mesías, inspirada en un auténtico grupo de música cristiana , las llamadas Flos Mariae, o el documental El Palmar de Troya, sobre la conocida secta palmarina creada por los pícaros Clemente y Manuel, o la más esotérica, y también española, El segundo nombre, terrorífica aportación del perito en el género Paco Plaza. Fuera de España también se han hecho bastantes cosas, como Colonia, que mezclaba religión y política, y contaba la historia verídica (lógicamente también fantaseada) de la llamada Colonia Dignidad, en Chile, un abyecto grupúsculo en el que la impunidad (pederastia, maltrato sistemático, lavado de cerebro...) pudo existir gracias al respaldo del régimen pinochetista, ese que tantos golpes de pecho se daba como guardián de la cristiandad...

Pero lo cierto es que la mayor parte de las veces estas sectas (lo de decir “destructivas” suena a pleonasmo: ¿es que hay sectas que no lo sean?) suelen tener un carácter presuntamente religioso, aunque, desde luego, no sea más que la excusa perfecta (¿quién no va a escuchar la supuesta voz de Dios, nada menos?) para dominar, controlar y sojuzgar a la panda de pánfilos que caen en sus redes. Esta La secta, sin embargo, presenta como cierta novedad el hecho de que el grupúsculo de marras carece, al menos aparentemente, de cualquier tipo de atisbo de religiosidad.

La historia se ambienta en nuestro tiempo, en Berlín. Conocemos a Ben Monroe, un profesor universitario norteamericano especializado en sectas, que vive en Alemania tras separarse de su mujer. Un amigo de la Policía le invita, como experto en el tema, al escenario de un suicidio colectivo que están investigando. Allí Ben conoce a una de las forenses, Nina, con la que pronto parece surgir una tensión sexual no resuelta. Paralelamente, Mazzy, la hija de Ben, llega desde Estados Unidos para pasar un tiempo con el padre; secretamente espera poder conseguir que sus progenitores se reconcilien. En el camino a la casa paterna en Alemania conoce a un chico de su edad, Martin, con el que hace buenas migas, y que le habla de su grupo ecologista...

Jordan Scott (Londres, 1977) es hija del famoso director y productor británico Ridley Scott; no es el único vástago del célebre cineasta que se dedica a la realización cinematográfica: Jake y y Luke, mediohermanos de Jordan, también lo hacen. Jordan como directora cinematográfica (también dirige vídeos musicales) tiene una carrera todavía corta y con pocos títulos de relieve; cabría citar, en todo caso, Cracks (2009), sobre internados femeninos, celos estudiantiles y misterios más o menos intrigantes. Con La secta la hija de Ridley aporta su granito de arena al tema de los grupúsculos tóxicos, aunque, como decíamos, en este caso no se trata de un grupo de corte religioso sino de otro tipo. En concreto, la secta destructiva de marras resulta ser seguidora del “extincionismo”, corriente de pensamiento (por así decirlo...) que pregona que lo mejor para el planeta Tierra es la extinción del género humano, lo que se puede conseguir bien por medios moderados y más o menos civilizados (verbigratia, negándose a perpetuar la especie, a traer hijos al mundo), bien por medio más violentos (por ejemplo, mediante la inducción al suicidio, preferentemente colectivo).

Es cierto que, al margen de esa circunstancia, de esa motivación (la salvación del creyente en las sectas religiosas; cualquier otra circunstancia, como la salvación del planeta, en las extincionistas), al final todo se reduce a una situación de dominación por parte del o de la gurú, del líder o lideresa carismático/a, capaz de persuadir con su hipnótico don de palabra a gentes generalmente de poco espíritu, escasa formación o simplemente personas aturdidas por los avatares vitales, para hacerles seguir con la promesa de una vida mejor, ya aquí, ya en el otro barrio (ya si eso, por el camino aligeran los bolsillos del crédulo, por supuesto...). En el fondo esta secta, y todas las sectas, lo que hace es ofrecer un idílico (y falaz) lugar de teórica seguridad mental, donde todos los problemas del individuo quedan reducidos a la nada porque el gurú tiene todas las respuestas... y todo el control también.

La película de Jordan Scott, por supuesto, habla sobre el peligro de que la creencia, cada vez más extendida, de una forma sorda pero creciente, de que todo se va al garete, se convierta en campo fértil para que los depredadores de turno, los listos que siempre están al acecho, pastoreen a la gente con sus paranoias, aunque también es verdad que ese tema, que es evidente y es en principio el central, finalmente termina oscurecido por el objetivo último del film, que nos tememos no es otro que implicar al espectador en el desasosiego de una determinada tragedia inminente, la de Mazzy, la hija de Ben, y los esfuerzos denodados del padre por evitarlo. Un thriller psicológico más, entonces, con buena factura (se ve que la joven Jordan ha heredado el buen pulso narrativo de papá Ridley), pero ciertamente nada especialmente relevante.

En el planteamiento, especialmente en las escenas (bastantes) en las que Ben y Nina están en pantalla, abunda la palabrería hueca, que parece importante pero no lo es, a pesar de que el guion esté basado en la novela Tokyo, del escritor británico Nicholas Hogg (aunque aquí han cambiado el país donde se desarrollan los hechos, del Japón de Hogg a la Alemania de Scott); también es llamativa en esta relación los papeles que representan cada uno de ellos, con Ben, una eminencia en su disciplina, psicología aplicada al mundo de las sectas, convertido en un muñeco en las manos de Nina, que lo pastorea como si fueran los protagonistas de La mujer y el pelele, de Pierre Louÿs, intimidándolo sexualmente de una forma sutil pero evidente; una tensión sexual que, por supuesto, finalmente se resolverá...

En la parte final asistimos a un relevante golpe de timón que dará más sentido a lo que hasta entonces se nos ha presentado, pero también hace que el film incurra en un desenlace bastante tópico, con el personaje traidor que aparece de repente aunque se ve venir, en un final más flojo, más endeble argumentalmente que el resto de la trama, un final resuelto de forma bastante atropellada.

Con una realización más bien impersonal aunque solvente, una misteriosa música de Volker Bertelmann, y una fotografía muy urbana de Julie Kirkwood, el film de Jordan Scott juega con varias figuras secundarias de cierto interés, como la hija del protagonista, esta Mazzy que, como buena adolescente, es un corderito para las aviesas intenciones de la secta, donde encontramos dos personajes también de cierto relieve, la gurú, una tipa desconcertantemente segura de sus imbecilidades y con una rara capacidad magnética para engatusar pardillos; y el nuevo amigo de Mazzy, Martin, que se debate entre el cariño, quizá el amor, que le despierta su amiga, y su férrea obediencia a la lideresa. Gusta también el (sobre todo en su primera parte) buen tono, misterioso, un punto inquietante, que, es cierto, promete más de lo que da, lo que ciertamente da bastante coraje.

Correcto trabajo de Eric Bana, que nunca nos pareció un actor eximio, y aquí se encarga de confirmárnoslo. De todas formas, se le ve implicado en el film, hasta el punto de ser uno de sus productores ejecutivos. Del resto nos quedaríamos con la holandesa Sylvia Hoeks, a la que evidentemente la cámara quiere, y que ya nos gustó mucho en La mejor oferta, de Tornatore.


(05-10-2024)


 


Dirigida por

Género

Nacionalidad

Duración

94'

Año de producción

Trailer

La secta - by , Oct 05, 2024
2 / 5 stars
Un thriller psicológico más