La variedad de propuestas existentes y las modalidades posibles de género permiten deducir que los productores intentaron, ante un nuevo contexto, todas las posibilidades y estrategias de mercado posibles y, entre ellas, estaba invitar a estas celebridades del humor gráfico a dirigir un guion, propio o ajeno, en el género de la comedia o en cualquiera de sus posibles variantes.
Productoras para dos películas forgianas
País, S.A. (1975) y El bengador gusticiero y su pastelera a madre (1977) fueron producidas por Alexandra e Impala. Esta, creada en 1960, estaba vinculada a la familia de José Antonio Sainz de Vicuña Soriano. Junto a otras empresas relacionadas con sectores muy diversos, en el ámbito cinematográfico amplió sus actividades a la distribución adquiriendo Warner Española (lo que implicaba hacerlo también de Fox, Columbia y Disney) y a la producción, asociándose a In-Cine, factoría presidida por Alfredo Matas y cuyo director de producción fue Francisco Molero, titulado por el Instituto de Investigaciones Cinematográficas. Entre la larga lista de títulos avalados por esta entidad figura buena parte de la filmografía de Summers y, entre otras piezas significativas, El extraño viaje, de Fernando Fernán Gómez, y Los días del pasado, de Mario Camus. Los títulos que precedieron y sucedieron a los de Forges fueron Zorrita Martínez, de Vicente Escrivá, Las adolescentes, de Pedro Masó, Tengamos la guerra en paz, de Eugenio Martín, y La lozana andaluza, de Vicente Escrivá.
Por su parte, Alexandra Films la crearon Luigi Bonora, quien fuera administrador de Samuel Bronston en España, y Tadeo Villalba Rodríguez, perteneciente a una saga de cineastas con acreditada actividad en diversos sectores de la producción. Desde su creación, en 1974, esta productora mantuvo su propósito de apoyar a directores noveles y a producir con otras cinematografías. Previamente a las dos películas de Forges, produjo Sex o no sex, de Julio Diamante, y posteriormente a ellas, Nido de viudas, de Tony Navarro. Su actividad empresarial cesó en 1984.
País. S.A., primera película de Forges
Probablemente, la bisoñez cinematográfica de Forges obligó a que partiera de un texto ajeno escrito para la ocasión por Ramón de Diego, de manera que, en los créditos, la autoría del dibujante se precisa con el rótulo “adaptada y dirigida por Forges”. El guionista, jefe de maquilladores en cualificadas productoras, firmó guiones para series de televisión y fue coguionista con Francisco Rodríguez (Gusanos de seda, Hierro dulce), Jaime de Armiñán (En septiembre, La hora bruja) y los hermanos Cadaval / Los Morancos (Sevilla Connection, de Larraz).
La aventura personal del empresario de una fábrica cuyos trabajadores están en huelga se combina con la de un grupo familiar dedicado a robos de poca monta y escasos resultados; el secuestro del director a manos de los delincuentes, en deliberada armonía, dará los resultados apetecidos para ambos. La canción cuya letra dice “Roba bien / y no mires a quién” puede aplicarse a unos y otros, pero los manejos de Don Luis, marrullero capitalista y adelantado evasor, sirven tanto para embaucar a su familia como para “enviar” los dineros a Suiza.
Sobre este sencillo argumento, Forges hilvana una suerte de comicidad compuesta de múltiples nudos, donde el chiste verbal se combina con el escrito, el visual con el audible y el gag hace lo posible o lo imposible por arrancar la sonrisa o, muy al contrario, se queda para fomentar la perplejidad del espectador. Buena parte de los chistes no se incardinan en la narrativa fílmica sino que más bien parecen superpuestos o pegados a la misma. Y es que dominar el arte de la viñeta no parece corresponderse con el más peculiar de la secuencia. La planificación, especialmente en interiores, adolece de la versatilidad necesaria para la mejor eficacia narrativa, mientras que en otras, la cámara fija y baja, para ofrecer un contrapicado, deja ver un espacio cuya función queda en entredicho, salvo para dejar en libertad de actuación a los protagonistas de la historia.
Para llevar a cabo su primera experiencia cinematográfica (más allá de su trabajo técnico en Televisión Española), el director pudo contar con excelentes profesionales como José Luis Alcaine (fotografía), Pablo G. del Amo (montaje) y con un grupo de acreditados intérpretes tales como María Luisa San José, Manolo Zarzo, Fernando Delgado, José Ruiz Lifante, Paco Algora, Antonio Gamero y Roberto Font, del mismo modo que un conjunto de invitados participaba en específicas secuencias, tal como Chicho Ibáñez Serrador y Alfredo Amestoy; en otros momentos, ejerciendo puntuales colaboraciones por parte de Ana Belén y Concha Velasco, el Dúo Dinámico y Juan Diego, José Nieto y Sancho Gracia, etc.
Los “homenajes” a títulos míticos se dejan ver en varios casos; dos son especialmente significativos: el empresario D. Luis, en el discurso al consejo de administración donde un subordinado actúa, oculto bajo la mesa, a modo de apuntador, remite al Berlanga de Bienvenido Mr. Marshall cuando el alumno empollón de la clase “chiva” a la maestra, la señorita Eloísa, las características de los Estados Unidos; del mismo modo, en otra secuencia, vemos a José Luis López Vázquez intentando salir al exterior de una cabina telefónica, tal como interpretó en el film de Mercero La cabina. Incluso la banda sonora incluye una alocución televisiva del crítico cinematográfico Alfonso Sánchez con cuya característica voz podemos oír que “Forges ha estrenado su primera película…”; igualmente, en otra secuencia, reconocemos la voz del director sonorizando frases de su habitual vocabulario cómico (“so cochina”, “chorizona”).
La “ópera prima” de Forges, distribuida por Warner Española, tuvo una asistencia de 310.543 espectadores. La crítica tuvo escasas contemplaciones con ella. Así, José Luis Guarner, en “Fotogramas”, decía que la película “parece checoslovaca o húngara”, aunque “se internaba valientemente por los senderos del humor poético”, mientras que Miguel Marías, en “Dirigido por”, opinaba que “la dispersión absoluta que reina en la cabeza hace que resulte mortalmente aburrida, monótona y sin gracia…”. Ángel Pérez Gómez, en “Reseña”, sentenciaba que “el film es un lamentable ejemplo de no-dirección, de no-guion, de no-cine”, y en Criticalia, Enrique Colmena la valoraba, acertadamente, con una sola estrella.
El bengador gusticiero y su pastelera madre. Segunda (y última) película de Forges
El segundo (y último) film de Forges, El bengador gusticiero y su pastelera madre (1977), estrenado dos años después de su “ópera prima”, está escrito por el mismo guionista, Ramón de Diego, el propio Antonio Fraguas, e incorpora al grupo la sabiduría y experiencia de Jaime de Armiñán. El trabajo de este trío ofrecerá, en conjunto, mejores resultados que su precedente, al menos en lo que respecta a desarrollo argumental, planificación y puesta en escena y, sin duda, la mano diestra del director de Mi querida señorita y El amor del capitán Brando, se hubo de sentir, beneficiosamente, tanto en la estructura del guion como en su plasmación en imágenes.
En el título, la cacografía del sustantivo (bengador) y el eufemismo del adjetivo (pastelera) ya advierten del sentido por el que discurrirá la comedia, al tiempo que supone acertada síntesis argumental por señalar al sujeto principal y al sentido de su aventura. A ello debe añadirse el “género literario” en el que se la inscribe en los créditos con el enjundioso término de “auto sacramental”. ¿Echará mano el autor de una auténtica pieza de teatro religioso, de una variante cinematográfica del histórico drama litúrgico, de una estructura alegórica donde sobresalga el tema eucarístico? Sin necesidad de recurrir a las piezas de Calderón de la Barca para establecer paralelismos probablemente insostenibles, el cineasta Fraguas ha planteado algunos personajes y diseñado determinadas situaciones que, siempre bajo la perspectiva del humor, de su tipo de humor, bañado de normal surrealismo cotidiano, encajan, salvando las distancias y los tiempos, en los esquemas del género antedicho. Las monjas y sus vestimentas, sus acciones y oraciones, cruzadas con la aventura personal y la intriga a descubrir de ese personaje llamado Sor Mariano deviene en el mencionado género, aunque, al tiempo, ese partido de rugby, junto a ciertos modos y maneras de la directora del convento, parecen anticipar la almodovariana Entre tinieblas y algunas de las forgianas jugadoras del partido de rugby posibles precedentes de aquellas religiosas nombradas de tan zoológica manera: Sor Víbora o Sor Rata de callejón.
Sin embargo, la aventura quijotesca que emprende Sor Mariano a la busca de la madre desconocida, su deambular por calles y casas de Mata las cabrillas del Duque parece devenir en un asunto político antes que religioso; la presencia de Trifonio da un giro no tanto a la misión del intrépido hombre forgiano como a la lucha sin igual que llevará a cabo contra el todopoderoso dictadorzuelo de semejante villorrio. El discurrir de la narración se encamina hacia derroteros políticos por más que el humor y su sentido señalen a unas circunstancias de infeliz recuerdo para los españolitos que vivieron y soportaron la pasada dictadura. Escenas como las votaciones del pucherazo o el dictador subido al púlpito devienen un humor grueso, pero, en el momento del estreno, humor eficaz como antídoto a situaciones vividas o, quizás, en tantos casos, soportadas.
Como en su ópera prima, una canción desvela rasgos tanto del personaje principal como de caracteres de la aventura, y ello sin preocupación alguna por adelantar acontecimientos o dar por sentado que el forgiano Mariano disfrutará de un merecido final feliz tras haber derrotado al malvado y perverso dictador Trifonio; al tiempo, haciendo llegar el agua (corriente, que no bendita) a las fuentes de la villa. Los guiños cinematográficos son semejantes a los utilizados en su anterior film; así, veremos a José Luis Borau, en escena de Furtivos, disparando a blanca pieza voladora, aunque Forges la convierta, mediante chiste visual, en el velo monjil del “bengador gusticiero”. Del mismo modo, el garantizado final feliz se hace presente, en modo western, por oportuna llegada del séptimo de caballería, aunque, más bien parece, en modo auto sacramental, pues el que llega es “el séptimo de clausura”.
En síntesis, El bengador gusticiero… es un compendio verbal e icónico del lenguaje forgiano al que la excesiva sucesión de chistes (en el más amplio sentido del término) y la sobreabundancia de giros argumentales, hacen tambalear el ritmo de una pretendida comedia visual donde las repetidas frases, marcas de la casa (“corta y navega que viene Torquemada”; “no moleste, hermano, que estoy en maitines”), desvirtúan la más elemental esencialidad cinematográfica.
La película fue vista por 142.322 espectadores, bastante menos que su precedente. La recepción crítica del segundo film de tan prestigioso dibujante fue muy escasa. Diego Galán en “Triunfo”, tras aludir al torpe dominio de la técnica cinematográfica, establecía impertinente comparación: lo que en los hermanos Marx “era revulsivo”, en nuestro cineasta “es gamberrada infantil”. En “Cine para leer”, anuario de la revista “Reseña”, se la enviaba al último apartado, sin crítica y sólo con la ficha técnica. Y en Criticalia, como su antecesora, repetía calificación con una sola estrella.
Se diría que Forges estaba dispuesto a aplicarse el rótulo que él mismo colocó en País. S.A.: “Zapatero a tus zapatos”.
Ilustración: Cartel anunciador de El bengador gusticiero y su pastelera madre.