Ayer sábado día 17 de Noviembre se clausuró la decimosexta edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla (en anagrama SEFF, por sus siglas en inglés). Y lo cierto es que de esta nueva edición lo más evidente que se puede decir es que ha sido otra más, y que quizá esa sea su mayor virtud, su permanencia en el tiempo: en una época en la que los festivales y certámenes caen por mor de las sucesivas crisis económicas, que no ha terminado todavía la anterior cuando ya comienza la siguiente, o bien, aunque no desaparezcan, se convierten en auténticos zombis (ya que están tan de moda...), unos muertos vivientes que arrastran una callada agonía, el hecho de que el SEFF continúe existiendo y con aparente buena salud, ya es un mérito en sí mismo.
Sobre el palmarés de este año, lamentablemente habrá que volver a tirar de la recurrente cita a la doble acepción de la palabra “fallo”, referida al “veredicto” de un jurado, pero también a “error, equivocación”. Probablemente no se les puedan poner muchas pegas al Giraldillo de Oro: la producción italiana Martin Eden, dirigida por Pietro Marcello, adaptación de la novela autobiográfica de Jack London, pero sí, desde luego, al Gran Premio del Jurado para la portuguesa Technoboss, de Joâo Nicolau: en mi juventud hacíamos películas en Super 8 mejor que esta, con lo que ya está todo dicho: escandalosamente amateur, queriendo decirlo todo sin decir nada... y nada menos que el Gran Premio del Jurado.... en fin. Qué decir entonces del Premio a la Mejor Dirección para el israelí Nadav Lapid por su confusa, tramposa y supuestamente godardiana Sinónimos... si esta era la mejor dirección, ¿cómo sería la peor? Tampoco se puede decir que los miembros del Jurado Oficial hayan estado finos a la hora de dar el Premio al Mejor Guion a la rumana La Gomera, de Corneliu Porumboiu, intento de hacer cine negro con claves de su país de origen y exóticas localizaciones geográficas y culturales en la isla canaria del título.
En el apartado interpretativo nos parece que los galardones oficiales no han estado tan desencaminados: en actrices, el trabajo de Marta Nieto, en la española Madre, y de Zorica Nusheva, en Dios existe, su nombre es Petrunya, han concitado general aplauso, así que no se lo negaremos nosotros... en cuanto al permio al mejor actor, nos parece muy justo que se lo haya llevado el italiano Pierfrancesco Favino por su excelente composición del mafioso arrepentido Tommaso Buscetta, que precipitó la caída de toda la cúpula de Cosa Nostra; eso sí, que el film donde todo eso ocurre, El traidor, del octogenario maestro Marco Bellocchio, no haya tenido más reconocimientos por parte del Jurado Oficial, confirma, de nuevo, que en el fiel de la balanza la expresión “fallo” sigue cayendo del lado del “error” antes que del “veredicto”... Muy justo el premio a la mejor dirección de fotografía para la ucraniana Atlantis, galardón que recae en su también director y guionista, Valentyn Vasyanovich, que recrea la desoladora, tristérrima belleza de un país devastado por la guerra. Por supuesto, la Mención Especial del Jurado para La famosa invasión de los osos en Sicilia, de Lorenzo Mattotti, sabe a poco, porque la extraordinaria fábula animalista del dibujante italiano afincado en París hubiera merecido más, mucho más...
Del resto de los premios citaremos solo, por aquello de barrer para casa, el otorgado por la Asociación de Escritores Cinematográficos de Andalucía (ASECÁN), que ha recaído en la francesa El reflejo de Sibyll, de Justine Triet; me permitirán mis colegas y compañeros de asociación que en este caso discrepe respetuosamente, pero, en cualquier caso, esa ha sido la decisión y, como se dice coloquialmente, punto pelota...
Un año más, entonces, en el que ha vuelto a haber grandes colas para entrar en las salas; a falta de que se den a conocer las cifras oficiales, el SEFF sigue teniendo un gran tirón entre el público sevillano, y no solo entre los estudiantes, como a veces se dice: es habitual ver mucho público adulto e incluso provecto en las salas. Por supuesto, ayudan los muy económicos abonos puestos a la venta (el general, 8 películas por 22 euros; el joven, 10 films por 18 euros; el senior, 10 pelis por 20 euros), pero, aún así, se trata de cine europeo en versión original, con temáticas más bien abstrusas y poco frecuentes en las salas sevillanas (salvo en Avenida, permanentemente, y en funciones aisladas en Nervión y Metromar), así que, por muy barato que sea, si no gustara, la gente no iría a verlo, o se saldría de la sala, cosa que raramente ocurre.
Por otro lado, parece evidente que este año la organización ha sido menos eficiente que en otras ocasiones: en los pases a los que hemos asistido nos hemos encontrado con errores que en otras ediciones no han ocurrido, como calcular mal el aforo de una sala y hacer que todo el público, en masa, haya tenido que trasladarse a otra de mayor capacidad; también de vez en cuando ha habido retrasos en el comienzo de las películas, lo que, teniendo en cuenta los malabarismos que hay que hacer para salir de una sala y correr hacia el siguiente pase antes de que comience, ha complicado sin necesidad el correcto seguimiento del festival por parte del público. Porque recordemos que, aunque se suele hablar del tópico de la “puntualidad británica”, esa virtud no es exclusiva de los hijos de la pérfida Albión, y en un certamen de cine ha de llevarse a rajatabla.
Un último apunte, aunque no el menos importante: el SEFF sigue sin tener relevancia en los medios informativos nacionales: ni en la prensa nacional, ni en los informativos televisivos, el festival ha aparecido prácticamente para nada. Por supuesto, ello responde a una decisión estratégica de los mandamases del festival, que han decidido históricamente abstenerse de traer a figuras conocidas que pudieran darle espacio en los media (por ejemplo, un Gérard Depardieu, que a buen seguro sí que tendría cabida en las páginas de El país o El mundo, y en los telediarios de TVE y Antena 3), en beneficio de otros que tendrán muchos méritos, pero desde luego ningún tirón popular. Es una medida asumida por el certamen y entiendo que por sus patrocinadores, pero lo cierto es que después no se podrán quejar de que la repercusión informativa del festival se quede solo en la ciudad y poco más.
Otra cosa, y ahora sí acabo ya, de verdad... Nos parece estupendo y muy justo el premio honorífico a Pere Portabella, historia viva del cine español, productor de Viridiana, entre otras grandes películas de nuestro cine, y con una inclasificable e insobornable filmografía como director y guionista; más dudoso nos parece el homenaje a Jeanne Balibar, una actriz ciertamente interesante, pero no como para recibir un tributo de este calibre cuando aún es lo suficientemente joven como para que haga más cosas y (sobre todo...) más importantes... En cuanto a las retrospectivas, ¿realmente Joanna Hogg y Lene Berg las merecían?, ¿no había otros cineastas europeos con pedigrí real que estuviera mucho más justificado que echáramos un vistazo a sus carreras? Las preguntas, claro está, son retóricas...
Ilustración: Una imagen de la magnífica El traidor, de Marco Bellocchio, a nuestro juicio “la” película de la Sección Oficial del SEFF, junto a la estupenda La famosa invasión de los osos en Sicilia, de Lorenzo Mattotti.