Enrique Colmena

Continuamos en este segundo capítulo con la revisión del cine de temática LGTBI que se ha podido ver durante estos últimos doce meses. El lector puede leer la primera parte de este díptico pinchando aquí.


Lo LGTBI, también en el cine “indie” yanqui

Por supuesto, el cine independiente norteamericano, del que tenemos dicho y escrito que, a nuestro juicio, es el mejor cine que se hace hoy día en Norteamérica, una vez que el cine comercial está entregado (con las excepciones que procedan) con armas y bagaje a los infantilismos de los superhéroes enleotardados, sigue manteniendo la antorcha en el cine de temática LGTBI. Este año hemos seleccionado tres títulos muy diferentes; el primero sería el más militantemente gay, Quédate a mi lado, una verídica historia basada en la vida en común del guionista Michael Ausiello y su marido Kit Cowan, la complicada forma en la que se conocieron, enamoraron e intimaron, salvando los complicados escollos familiares, y lo poco que les duró la felicidad por una enfermedad incurable que se llevó muy rápido al segundo de ellos. Sobre esa historia de amor y dolor, Ausiello escribió un libro, Spoiler alert: the hero dies (algo así como “Alerta de spoiler: el héroe muere”), que Michael Showalter ha llevado a la pantalla, con el imprescindible apoyo de Jim Parsons (recordemos, el peculiarísimo Sheldon de Big Bang), convertido en poderoso hombre dentro del movimiento LGTBI, y que, además de interpretar a Ausiello, coproduce el film.

La ballena es un caso distinto: nueva película de ese tipo raro que es (afortunadamente...) Darren Aronofsky, el meollo de la historia es la obesidad progresivamente incapacitante del protagonista, un inmenso (y no es un chiste fácil...) Brendan Fraser, un gordo que llegará a la cualidad de metafórica montaña al morir su amado y dar él en comer compulsivamente hasta casi reventar... Gordofobia, entonces, además de homofobia en su entorno, con un predicador (ay, estos hombres de Dios, tantas veces más bien hombres del diablo...) empeñado en salvarle aunque él no quisiera.

Se podría discutir si M. Night Shyamalan, el cineasta indoamericano, uno de los nombres indiscutibles del cine de misterio y terror en USA en lo que va de siglo es, o no, un “indie”, dado que su cine tiene una evidente vocación comercial, aunque no solo comercial... Si nos atenemos al presupuesto, 20 millones de dólares, y a que la recaudación tampoco ha sido para tirar cohetes, habrá que entender que no estamos precisamente ante un cineasta únicamente comercial. En su nuevo film, Llaman a la puerta, versión al cine de la exitosa novela de Paul Tremblay, de tema pavorosamente apocalíptico, los protagonistas del film son una pareja homosexual, ambos casados, y con una niña de etnia china adoptada. Personajes positivos los tres, habrán de lidiar con una caterva de iluminados que les invade su hogar de vacaciones proponiéndoles un imposible envite para evitar el Fin del Mundo... Tenemos entonces aquí ya no una mera relación sexual, no un polvo de “aquí te pillo, aquí te mato”, sino una relación consolidada, dos hombres que han formado una familia, incluyendo una hija adoptada.


Europa como abanderada LGTBI

Si en otros territorios los derechos LGTBI están más que cuestionados, incluso prohibidos, por no decir perseguidos (en general, en los países islámicos, en especial los más fundamentalistas, pero también algunos del África negra más radicalmente cristiana; también algunos países de Europa central, como Polonia y Hungría; Rusia, por supuesto; y buena parte de Latinoamérica...), Europa es, en general, un territorio donde las libertades de la comunidad son respetadas, con independencia de que (no estamos ciegos...) en los últimos años están apareciendo una serie de pulsiones (políticas, pero también sociales, seguramente estas últimas como consecuencia de las primeras) en las que parece propiciarse un cierto “retorno al armario” por parte de sectores ultraderechistas y ultranacionalistas. Pero, al menos por ahora, el cine europeo de esta temática no presenta indicios de involución...

Véase, en España, un par de ejemplos: por un lado, Extraña forma de vida, el neowéstern filogay de Pedro Almodóvar, un corto de 31 minutos que se ha reputado la respuesta del manchego al famoso Brokeback Mountain, de Ang Lee, el wéstern homoerótico por antonomasia, aunque en puridad no tienen mayormente que ver, una historia de amor entre dos maduros que fueron jóvenes amantes, y cuyo reencuentro, un cuarto de siglo más tarde, estará mediatizado por otros sentimientos: el paternofilial, por una parte (aunque el hijo, un marrajo, no lo merezca...), y el sentido del deber, por otro; compleja mezcla en un film que, es cierto, sabe a poco, cuando hoy día lo normal es que las películas se alarguen insufriblemente...

Y en la faceta trans del colectivo LGTBI, España ha presentado este año también una delicada joya, 20.000 especies de abejas, con dirección de la bilbaína Estíbaliz Urresola Solaguren, cuyo título ya nos gana, y no solo por nuestro apellido (que también...), sino por el sutilísimo retrato de las personas transgénero en la fase de la infancia que aquí se presenta; película alejada de los maximalismos de tesis anti o pro-trans, presenta el ficticio caso, pero que podría ser tan real, de un chico de 8 años que se siente una niña desde muy pequeña, y cómo gestionar ello en el marco de una familia que ya tiene otros problemas...

Del resto de la Europa comunitaria hemos seleccionado dos títulos, ambos curiosamente sobre el trascendental paso de la salida del armario, en contextos históricos o profesionales muy distintos. Así, en la británica Blue Jean nos situamos en el Reino Unido de los años ochenta, cuando el muy conservador y mojigato gobierno Thatcher legisla para que los profesores no puedan expresar abiertamente su cualidad de gays o lesbianas, so pena de ser expulsados de la enseñanza pública. Con dirección de Georgia Oakley, asistiremos a las dudas de una maestra con una relación lésbica estable, y cómo procurará ocultarlo para que ello no interfiera en su carrera, negándose de esta forma a sí misma. Y en la germano-austríaca Eismayer, con dirección de David Wagner, estaremos ante una verídica historia, la de un bragado suboficial del ejército austríaco, un supuesto macho alfa, el Eismayer del título, una pesadilla como instructor de los nuevos reclutas, y cómo la llegada a su regimiento de un soldado abiertamente gay le hará replantearse su verdadera orientación, su auténtica identidad sexual, en un contexto, el militar, que no es precisamente el mejor para este tipo de salidas del “closet”.


Otros países, otras miradas

Fuera de los “paraísos” (dicho sea con todas las comillas del mundo...) para la comunidad LGTBI que suponen, en general, Europa (salvo las excepciones citadas), Estados Unidos y Canadá (que son como Pili y Mili, siempre se las menciona juntas), más Japón, Australia y Nueva Zelanda, y poco más, el resto del mundo es bastante menos amigable con las personas gais, lesbianas, trans, etcétera.

A pesar de ello, siempre hay algunos films que se pueden hacer en esos ambientes no precisamente proclives al tema. Véase el caso de Colombia, de donde nos ha llegado Anhell69, una alucinada propuesta de Theo Montoya, una obra experimental, irregular pero a ratos fascinante, una propuesta que a veces parece más una “performance”, una videocreación, que un film en sentido estricto, pero ciertamente muy estimulante, una mirada heterodoxa hacia la homosexualidad casi “underground” en el país de García Márquez, entre el documental, la ficción y la exacerbada creación cuasi “ex nihilo”.

Y, desde Rusia (sin amor...) nos ha llegado La mujer de Tchaikovsky, biopic sobre el gran músico ruso, visto desde la perspectiva de su mujer, y los problemas de la pareja al tratarse de un “matrimonio blanco”, al ser él homosexual y no tener por ello un interés erótico, mayormente, en su esposa. El film de Kiril Serebrennikov debe entenderse que se ha podido producir, a pesar de la guerra que el actual gobierno ruso mantiene (además de contra Ucrania...) contra las comunidades LGTBI de su país, porque el cineasta ruso es un disidente de la línea mantenida por Putin y sus jerarcas, un film, por tanto, “a la contra” del sistema, en el que ha contado además con el apoyo de dos cinematografías europeas, la francesa y la suiza.

Ilustración: Ethan Hawke y Pedro Pascal, amantes y también rivales en Extraña forma de vida, el neowéstern filogay de Pedro Almodóvar.