Pelicula:

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Los vascos tienen injusta fama de ser poco dados a expresar sus sentimientos. Es, como parece evidente, otro más de los muchos tópicos con los que perezosamente nos desenvolvemos a diario, como que los andaluces somos todos muy “grasiosos” o los catalanes son todos muy tacaños. De hecho, si hubiera que demostrar empíricamente que los vascos son en realidad poco reacios a esconder sus emociones, aquí tendríamos una muestra palmaria, esta 20.000 especies de abejas que es un pequeño prodigio en ese aspecto, en el de mostrar, tan sutilmente, una auténtica maraña de sentimientos con frecuencia encontrados. No es la primera película euskalduna que va en esa línea, ni mucho menos: recordemos, sin ir más lejos, títulos clásicos como Secretos del corazón (1997), de Montxo Armendáriz, o mucho más recientemente, varios títulos como Loreak (Flores) (2014), Handia (2017) o Ane (2020). 


20.000 especies de abejas, de tan hermoso, sugerente título, se ambienta en nuestros días: conocemos a Ane, mujer en torno a los cuarenta; su marido Gorka, con el que está en proceso de separación pero aún siguen viviendo juntos; y sus tres hijos, una adolescente y dos niños, Eneko y Aitor, de 10 y 8 años, aproximadamente, aunque el segundo de ellos insiste en que le llamen Cocó: aunque nacido niño, se siente desde siempre una niña, y se resiste a los roles varoniles, aunque su madre procura dejarlo hacer para que se encuentre a sí mismo (o a sí misma...). La familia, sin el padre, viaja desde la Bayona francesa en la que están radicados (y donde Ane espera ser contratada como profesora) al pueblo natal de la familia, en el País Vasco, donde vive Lita, madre de Ane y abuela de los chicos, y Lourdes, la tía, además de primos, etcétera. Allí pasan algunas semanas de vacaciones, mientras esperan que llegue el bautizo de un nuevo primito del clan familiar. Cocó se resiste cada vez con mayor fuerza a ser Aitor, e incluso adopta roles femeninos con su nueva amiga de su misma edad; esa toma de postura será vista de forma muy distinta por los componentes de la numerosa familia...


Estibaliz Urresola Solaguren (apostaríamos a que la cineasta tiene “ocho apellidos vascos...”) nació en Bilbao en 1984 y tiene una formación profesional ciertamente envidiable: es licenciada en Comunicación Audiovisual en la Universidad del País Vasco, además de tener sendos másters en Dirección Cinematográfica y Film Business en la prestigiosa ESCAC de Barcelona. Hasta ahora solo había rodado varios cortos, con creciente número de premios, habiendo conseguido el último de ellos, Cuerdas (2022), varios laureles en festivales especializados en ese formato, como Clermont-Ferrand y Guanajuato, e incluso ganó un premio Forqué. Ahora Urresola salta al largometraje con este sensible, sentido film sobre la identidad de género de un crío (una cría, habrá que decir mejor), pero también sobre el contexto en el que se plantea, con una madre en crisis sentimental y profesional, una tía comprensiva que la introduce en el amor a la naturaleza, a través de la apicultura en la que es maestra, una amiga de su edad que no la juzga por lo que dice que es, una familia, finalmente, que se rendirá cuando sea evidente que Cocó, que no quiere ser Aitor, finalmente quiera ser Lucía, solo Lucía, nada más que Lucía, y cuyos gritos llamándola por ese nombre, en la escena culminante del film, con todos los parientes angustiosamente desplegados por el bosque, supondrá que las piezas de esta familia soterradamente convulsa por sus pequeños drama, se recoloquen y encuentren algo parecido a la normalidad, quizá a la felicidad que da lo cotidiano y la aceptación de lo que se es, o de lo que se quiere ser.


Contada en una clave eminentemente realista, a veces casi costumbrista, con un tono de historia consuetudinaria, del día a día, la película fluye con facilidad mostrándonos los rifirrafes de una familia invisiblemente escindida en dos partes, que no terminan de encontrar el punto de encuentro: la abuela, displicente, quizá dolorosamente preterida por la figura del difunto marido artista que la dejó siempre en segundo término; la madre, Ane, buscando su camino en el arte, deseosa de seguir la huella del padre difunto, incluso tentada de mentirse a sí misma con tal de conseguir sus objetivos; la tía, el amor hecho abejas, la conexión con la naturaleza, la que antes se da cuenta de que Cocó, o Aitor, o Lucía, necesita la atención que no se le presta en su confusión identitaria; el hermano mayor, Eneko, apenas un par de años más que Cocó, que será sin embargo el primero que, en la tesitura de perder a su ser querido o que éste sea su ser querida, opta por lo segundo y lo llama a voz en grito ¡Lucía, Lucía, Lucía! Finalmente Ane, que tendrá que tomar perspectiva y saber qué es lo importante y qué lo accesorio, si el amor o la apariencia, si ser ella también lo que no es, aupada mendazmente a los hombros de gigante de su padre muerto, o ser quien realmente es, con sus carencias y limitaciones.


Es cierto que a la película, como a casi todas en nuestros días, le sobra un buen rato, quizá 15 minutos, con cuyo recorte el film no habría sufrido nada y podría haber sido más redondo, más sintético. Con todo, es un pero menor, porque el conjunto, con algún leve desfallecimiento narrativo, es muy valioso, una mirada sutil, casi “voyeur”, en el seno de una familia cuyos conflictos, con frecuencia subterráneos, afloran de vez en cuando con toda intensidad, para demostrar (y volvemos al inicio de este comentario) que los vascos, lejos de ser sentimentalmente hieráticos, en realidad son (o pueden ser) un torrente de emociones a flor de piel.


Con escenas tan hermosas como la ya entonces Lucía tocando en las colmenas con un bastón para anunciar a las abejas quién es ella, el film de Urresola Solaguren nos parece que puede ser una de las más interesantes propuestas del cine español de este año, firme candidata desde ya a llevarse un buen puñado de Goyas en la próxima edición. Por de pronto, ya se llevó, en Berlín nada menos, el Premio a la Mejor Interpretación, para la prodigiosa Sofía Otero, de solo 8 años, ella misma ya un altísimo porcentaje de los méritos de la película, en un papel que la chiquilla sabe transmitir a base de miradas, con una resistencia pasiva que irá “in crescendo” conforme sienta que los que le quieren, sin embargo, no aceptan que no es lo que no quiere ser. En la Berlinale el film consiguió además otros dos galardones, y en el Festival de Málaga un total de tres Biznagas, confirmando con ello que estamos ante una de las grandes películas del cine español de 2023.


Mención especial, aparte de lo comentado sobre la pequeña Sofía Otero, para el resto del reparto, en especial para dos de las actrices (porque este es un film de mujeres, fundamentalmente, y no solo por estar escrito y dirigido por una fémina), Patricia López Arnaiz, que confirma su condición de trágica eximia, y que aquí compone el papel de una madre atormentada que habrá de afrontar sus demonios familiares y personales, y Ane Gabarain, otra gran actriz dramática que ya había demostrado anteriormente (véase la serie Allí abajo) que es también una gran cómica. 


(24-04-2023)


 


Género

Nacionalidad

Duración

125'

Año de producción

Trailer

20.000 especies de abejas - by , Sep 04, 2023
3 / 5 stars
¡Lucía, Lucía, Lucía!