La condesa descalza

CRITICALIA CLÁSICOS

Disponible en Filmin.

Sabido es de todos el cariño y la veneración que sentía François Truffaut por los grandes valores de Hollywood, entre los que incluía por supuesto a un director de la valía y el prestigio de Joseph Leo Mankiewicz, que además solía ser siempre guionista de sus películas, caracterizadas por un rigor literario e intelectual y un punto de retorcimiento, que le hacía sobresalir entre otros autores. Y es lógico, al estar hablando de quien había filmado obras como Odio entre hermanos, Eva al desnudo, Operación Cicerón o Julio César, por nombrar sólo cintas de antes de acometer esta La condesa descalza que ahora comentamos.

Cuando se estrena en Francia, en 1955, el mismo Truffaut escribe "Se sale de ella sin estar seguro de haberla entendido del todo, si hay algo más que entender, además de lo que ya se ha entendido. En suma, que se sale perplejo con respecto a las intenciones del autor". Y al cabo de los muchos años transcurridos a uno le pasa algo similar, porque ve en la cinta la inteligencia de su autor, sus diálogos cínicos y sagaces, su capacidad narrativa (a base de flashbacks), su descripción de los personajes... junto a otros aspectos inexplicables y absurdos.

Se ha dicho muchas veces que esta cinta es al mundo del cine, lo que Eva al desnudo fue respecto al teatro. Se ha comparado con la historia de la Cenicienta pobre, encumbrada a un mundo distinto, rico y superior. Incluso algunos osados dicen que es una camuflada parábola sobre Rita Hayworth, al ser de origen español, como también la María Vargas que protagoniza nuestro film. Y todo ello a través de los ojos de Harry Dawes, un  director de cine que acude (al comienzo del film) al funeral de la protagonista, que ahora ya no era una spanish gypsy como al principio, sino una noble, una condesa italiana.

Rodada enteramente en Italia, aunque la acción sea en España en buena parte del metraje, ahí empiezan ya las imposturas y los aspectos imperdonables en un director como Mankiewicz, capaz de hacer una superproducción distinta e intimista como Cleopatra, o una reflexión decadente y elegante como Mujeres en Venecia, o llegar a la perfección de su único western, la espléndida, original y manierista El día de los tramposos, hasta terminar abruptamente (con sólo 62 años) su carrera, rodando la primera versión de la obra de Anthony Shaffer, la retorcida e inteligente La huella, en 1972... y sin volver a filmar nada hasta su muerte con 83 años.

La historia de María Vargas comienza cuando la vemos en Madrid bailando flamenco en un tablao, alternando el baile (en el montaje) con los rostros del público masculino que la contempla, en un plano contra plano bastante rudimentario y tendencioso. Allí están también un grupo de gente del cine, gente de Hollywood, que vienen de Roma buscando caras nuevas que lanzar al estrellato. La belleza de María le lleva a Harry Dawes (Humphrey Bogart) a contactar con ella, que primero le rechaza pero finalmente cede y se une al grupo, y a partir de ahí cambia la vida de la muchacha pero no su ansia de independencia y fuerte personalidad, que se nos simboliza ingenuamente con sus pies descalzos o con  sus amoríos.

Harry es quizás quien mejor la comprende y la lleva al éxito fulgurante en tres películas, (que muestran a todos su deslumbrante belleza), y a una vida de lujo impensada. Ahí sale a flote lo mejor del film, la descripción del mundo del cine, productores, actores, magnates, agentes que brujulean entre ellos, como el que encarna un excelente Edmond O´Brien, que ganó el Oscar de mejor actor de reparto. Pero María se cansa de todos y se vuelve a Europa con un multimillonario, al que pronto también engaña, al enamorarse de un conde italiano, Vincenzo, que encarna atinadamente Rossano Brazzi, con quien termina casándose y convirtiéndose así en condesa, y encauzando la historia hacia lo que será un trágico final.

Pero hay en el film un lastre invisible, un cierto complejo de superioridad anglosajona respecto a la gente latina y mediterránea. La propia protagonista, que dice odiar a su madre, que es promiscua, que termina defraudando a quienes quieren ayudarla, subraya esa sensación negativa, de la que hay que culpabilizar sin duda al mismo Mankiewicz, guionista y director. La penosa secuencia, sin venir a cuento, de María danzando en medio del campo, rodeada sólo de hombres morenos y ceñudos, se supone que un baile ¿flamenco? y observada por Vincenzo, confirma esa sensación, y pone un dato más contrario en la valoración del film...

Lo mejor de la cinta, sin duda,  son elementos sueltos: la fotografía de gran Jack Cardiff (ya oscarizado por Narciso negro), la excelente música de Mario Nascimbene, y la interpretación del siempre ajustado e impecable Humphrey Bogart junto a una Ava Gardner absoluta y esplendorosamente bella, que justifica aquella definición un tanto chocante de "el animal más bello del mundo", atribuida al que fue su tercer marido, Frank Sinatra,  y del que ella siempre decía que fue su único y verdadero amigo a lo largo de toda su vida...