Esta película está disponible en el catálogo de Disney+, plataforma de Vídeo Bajo Demanda (Vod).
Desde que Disney descubrió la veta de hacer “reboots” con personajes de carne y hueso (y la ayuda imprescindible de los efectos digitales) de sus clásicos de animación, lo que debió acontecer, si la memoria no nos falla, a partir del éxito en taquilla (también crítico, aunque en este apartado hubo más división de opiniones) de Alicia en el país de las maravillas (2010), de Tim Burton, lo cierto es que ya hemos visto, entre otras, las nuevas versiones, actualizadas pero no siempre (más bien nunca) mejoradas con respecto al original, de El Libro de la Selva, La bella y la bestia, Cenicienta, Dumbo, Aladdin, El rey león... y La bella durmiente, a la que Disney, es cierto, dio un giro importante al colocar el peso de la carga sobre el personaje de la bruja, Maléfica, en lugar de sobre Aurora, la princesa pinchada en un dedo con el huso de la rueca y, por ello, condenada a mantenerse en estado cataléptico hasta ser rescatada para la vida por el beso del príncipe (uf, qué antiguo queda esto...).
El caso es que aquel “reboot”, Maléfica (2014), tuvo un considerable éxito de público e incluso concitó cierto aplauso de la crítica; a ello no fue ajeno, sin duda, la poderosa composición que Angelina Jolie hizo del personaje central, dotándolo de una textura y una fuerza poco habituales, en la mejor tradición de los “malos” de Disney, que siempre han sido los mejores personajes de sus clásicos de animación. Como aquella Maléfica tuvo una notabilísima taquilla (más de 750 millones de dólares en todo el mundo), y, sobre todo, el personaje de la villana evidentemente tenía más recorrido, Disney ha optado por hacer esta secuela, Maléfica. Maestra del Mal, que sin embargo, a la vista de su tibio estreno en Estados Unidos/Canadá en su primer fin de semana (apenas 36 millones de dólares), parece que esta vez no dará momentos de gloria y suculentos dividendos, sino en todo caso dolores de cabeza a los ejecutivos disneyanos.
El caso es que no es una película detestable ni, como está ocurriendo con los últimos “reboots” de Disney, se le ven las hechuras de producto prefabricado. Hombre, prefabricado lo es, pero lo disimula...
La acción se desarrolla tras los hechos acontecidos en la anterior Maléfica. Ahora, Aurora es la reina de las ciénagas, ahijada de Maléfica, su madrina, que la protege. El príncipe Philip, heredero del reino de su padre (y de su madre, más mala que un dolor de muelas...), se le declara (con genuflexión y anillo de compromiso incluido, todo el “pack” completo), y Aurora acepta. Pero la madre del príncipe, de nombre Ingrith, no tiene nada claro que ese matrimonio sea adecuado para sus intereses, que no son otros que eliminar a toda costa a los habitantes etéreos del reino de las ciénagas, y a su protectora Maléfica, por lo que maniobrará ladinamente para torpedear el enlace...
Maléfica. Maestra del Mal, por supuesto, a lo que aspira es a llenar las salas y con ello reventar las taquillas. Ya hemos visto que, previsiblemente, no lo hará, así que hasta aquí probablemente llegó la saga de la bruja que en el fondo no era tan mala. Pero en el apartado artístico tiene ciertas virtudes que es conveniente señalar: aunque con un evidente nivel muy elemental, hay una cierta lectura de El príncipe, de Maquiavelo, en la forma en la que la reina madre se dedica a hacer putaditas para intentar quitarse de en medio a la novia de su hijo y a todo el pueblo de hadas, elfos y demás seres feéricos, en una búsqueda del poder y la eliminación de los rivales que, ciertamente, constituyen el meollo del célebre texto del escritor florentino. Ya decimos que lo hace de una forma elemental, pero está ahí.
Cinematográficamente hablando, la película está razonablemente bien narrada por el cineasta noruego Joachim Ronning, que ya desembarcó en el cine de Hollywood en otro “blockbuster”, Piratas del Caribe: La venganza de Salazar (2017), aunque esta vez es la primera en la que rueda en solitario, pues hasta ese film siempre lo hacía con su cuate y paisano Espen Sandberg, mientras que ahora cada uno trabaja por separado. Ronning hace un buen trabajo, con una correcta puesta en escena, con lo que supone este tipo de films en los que los intérpretes tienen que interactuar con frecuencia no tanto con sus colegas de carne y hueso sino con las imaginarias figuras que los chicos del CGI se encargarán de colocar en la pantalla, pero que los actores no ven durante el rodaje.
Sin ser nada del otro jueves, que no lo es, el film cumple su objetivo de entretener sin invocar al rubor ni a la vergüenza ajena; aunque, por supuesto, existen clichés de género, están bastante difuminados, y el propio hecho de que los tres personajes principales (Maléfica, Aurora e Ingrith) sean mujeres, confirma que el mensaje es cualquier cosa menos machista. Esos personajes femeninos son fuertes, son los que cortan el bacalao de forma muy distinta, y los tres personajes masculinos (el príncipe, el rey y el cuervo que se transforma en hombre) no son sino figuras desdibujadas al lado de las féminas, secundarios sin relieve real.
En el apartado interpretativo, Angelina Jolie vuelve a dar el do de pecho con un personaje que, ciertamente, ella hace inolvidable, impecable, irrepetible por otras que no sean ella: Jolie es lo mejor de Maléfica. Maestra del Mal, y sin su intervención la película claramente perdería enteros. Elle Fanning se confirma como la dúctil, notable actriz que es, todavía jovencísima, apuntando que puede llegar muy, muy lejos. Michelle Pfeiffer nos regala otro más de esos personajes de villana en los que se ha especializado en su madurez, en la que la hemos redescubierto gozosamente en un registro que en sus años mozos no se puede decir que frecuentara (no daba el papel entonces, es cierto). Al lado de ellas, los intérpretes varones apenas tienen personajes con un mínimo peso; llama la atención Harris Dickinson, el príncipe, que se dio a conocer hace unos años en el papel de atormentado chapero en la peli indie Beach rats (2017), aquí en un rol muy distinto, confirmando con ello su versatilidad: habrá que seguirle la pista...
(24-10-2019)
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