CRITICALIA CLÁSICOS
Disponible en Prime Video.
Vincente Minnelli, sin la fama de los grandes cineastas del Hollywood clásico (Ford, Hawks, Wyler, Ray, Hitchcock, Lang, Capra, Cukor, Preminger, Wilder...), fue también un poderoso artífice de esa que solemos convenir en que fue la mejor época no solo del cine norteamericano, sino probablemente del cine mundial, las décadas que van desde mediados de los años treinta hasta finales de los cincuenta. En ese tiempo Minnelli, de obvios ancestros italianos (aunque nació en Chicago), rodó un puñado de buenas o muy buenas películas, fundamentalmente en géneros como el musical: Un americano en París (1951), Melodías de Broadway 1955 (1953) y Brigadoon (1954); la comedia, con El padre de la novia (1950) y esta Mi desconfiada esposa (1957); y el melodrama, con Cautivos del mal (1952), El loco del pelo rojo (1956), Té y simpatía (1956) y Como un torrente (1958).
Minnelli, pues, se sentía cómodo en cualquiera de estos géneros, que fueron de los que más cultivó. Mi desconfiada esposa, en concreto, se rodó cuando ya el cineasta italoamericano es un profesional (re)conocido, cuando sus películas se esperan con la garantía del cineasta solvente y seguro que fue durante prácticamente toda su carrera. En este film, Mi desconfiada esposa, Minnelli, sobre guion de George Wells, presentaba una historia de lucha de sexos, una comedia en clave romántica ambientada en su tiempo, en el segundo lustro de la década de los cincuenta, en la que conoceremos a Mike Hagen, periodista deportivo con marcada tendencia a la juerga; tras haber ganado una apuesta con unos amigos, se lo pule todo bebiendo y por la mañana no sabe ni como se llama; entonces conoce a Marilla, diseñadora de moda, y entre ambos, aunque en principio parece haber un abismo, pronto empieza a germinar la semilla del amor. Pero cuando se casan, pronto se dan cuenta de que pertenecen a mundos muy distintos, de muy difícil encaje, mundos que son de muy complicada cohabitación...
La película, contada en flashbacks por Gregory Peck, que interpreta al protagonista Mike, cuenta con algunos recursos cinematográficos peculiares, como la ruptura de la cuarta pared, con los personajes principales hablando directamente a cámara, al espectador, pero también con narraciones en off de los protagonistas, cada uno dando su versión sobre los hechos,
Por supuesto, hay una elegancia en la puesta en escena que se corresponde con la clase de la que siempre hizo gala Minnelli en su cine, uno de los grandes estilistas del Hollywood clásico, además con un ágil ritmo narrativo, algo imprescindible en cualquier buena comedia que se precie. El film juega varias de las cartas habituales en la comedia romántica, desde la lucha de sexos, siempre en clave humorística, pasando por los inevitables celos mutuos, lo que dará lugar a algunas jocosas situaciones (como la escena en la que la antigua novia de Mike le tira los raviolis sobre los pantalones, cuando se da cuenta de que el periodista ama de verdad a su nueva esposa), y no digamos la comedia de opuestos o contrarios, con el rudo reportero de deportes, poco detallista y habituado a vivir solo en un apartamento sucio y descuidado, y la diseñadora exquisita, acostumbrada al glamour y siempre atildada, en un punto, terminando por centrarse en uno de los clásicos de este género de la gran época, la comedia de enredo, el vodevil con puertas que se abren y cierran, dando lugar a situaciones de humor inteligente que mueven inevitablemente a la sonrisa cómplice; una (pen)última escena, en la que el coreógrafo interpretado por Jack Cole (uno de los grandes en esa disciplina en el musical de Hollywood) da toda una lección de lucha cuerpo a cuerpo mientras realiza prodigiosas acrobacias como de saltimbanqui, entronca directamente con el cine musical en el que también Minnelli, como hemos visto, era perito.
Con gags divertidos a la par que tibiamente picarones, como el de ella, cuando aún no han formalizado su relación, reconociendo que cuando está enamorada le entra un hambre atroz, y entonces se pide prácticamente la carta entera del restaurante, Mi desconfiada esposa es quizá una de las últimas buenas comedias del período clásico de Hollywood; a la vuelta de la esquina estaban ya los años sesenta, con su cambio bastante radical de paradigma en el gusto del público.
Gregory Peck, que no era mal actor de comedia, nos parece que hace un buen trabajo, aunque Lauren Bacall, que también era (no lo vamos a descubrir ahora) una estupenda actriz, aquí sin embargo parece casi siempre un tanto sobreactuada; y es que nos da la impresión de que la magnífica Bacall era bastante mejor actriz de drama y, sobre todo, de thrillers, que de comedia, género en el que se la veía generalmente bastante fuera de juego.
(06-04-2024)
118'