Serie: Estamos muertos

Disponible en Netflix.


Los zombis son, con toda probabilidad, el más potente de los temas del cine y la televisión del género de terror de este siglo XXI; iniciada la temática con el canon universalmente aceptado por George A. Romero en su pequeña pero tan talentosa La noche de los muertos vivientes (1968), lo cierto es que las siguientes décadas, hasta llegar a nuestro siglo, aportaron poco en cuanto a la evolución temática de este monstruo hodierno, el zombi, el muerto que regresa a la vida con intenciones nada benéficas (ahorramos comentarios explícitos al lector, que conoce de qué va la cosa...). Sin embargo, la centuria vigésima primera sí está aportando nuevas perspectivas, otras formas de acercarse a los zombis, propiciada probablemente por la popular serie The walking dead, iniciada en 2010 y que cuando se escriben estas líneas está en producción de la que será su última temporada. La serie pasará de utilizar el universo zombi como tema central a ubicarlo como escenario, como paisaje en el que implementar las peripecias vitales, filosóficas, existenciales, de los humanos sobrevivientes.

Otras muchas perspectivas se han utilizado en la temática zombi, desde la comedia absurda de Bienvenidos a Zombieland al romanticismo púber de Memorias de un zombi adolescente, pasando por versiones libérrimas (y disparatadas...) de clásicos, como Orgullo + Prejuicio + Zombies, u originales historias como la de Melanie. The girl with all the gifts, que plantea un giro copernicano, con una zombi niña que tendrá, como dice el título inglés, todos los dones, postulándose como el futuro de la raza (más o menos) humana. También se han hecho grandes superproducciones, como Guerra Mundial Z, con estrellas del calibre de Brad Pitt y un presupuesto que rozaba los 200 millones de dólares.

La cinematografía surcoreana es una de las que con más pasión ha abrazado la temática zombi, tanto en series, como Kingdom, que ambientaba ese universo de pesadilla en épocas pretéritas, en las monarquías medievales que rigieron el país durante siglos, como en cine, con títulos como Train to Busan, su continuación Península y #Vivo. Esta Estamos muertos es una serie también procedente de ese país, y, como generalmente todas las nuevas muestras del subgénero zombi que se producen desde comienzos de este siglo, tiene también su particular perspectiva, en este caso el acoso escolar o “bullying”, y un escenario principal, un instituto de una ciudad surcoreana, el (ficticio, porque no existe) instituto Hyosan. Las primeras imágenes ya nos sitúan en el tema central, el abyecto acoso al que es sometido un estudiante del centro por parte de otros escolares que gozan sometiendo con violencia a sus colegas. El chico acosado, desesperado, reacciona contra sus agresores, y en el transcurso de la refriega el muchacho cae desde lo alto de la azotea y queda gravemente herido. Su padre, profesor del centro y experto en virus, conocedor desde hace tiempo de los problemas de su hijo, pero impotente ante ellos, decide inocular en su vástago un virus que produce en el individuo una rabia infinita y absoluta. Pero esa rabia se convierte en una enfermedad infecciosa, contagiada a través de mordiscos, que pronto empieza a diseminarse por el instituto...

Basándose en el webtoon (cómic creado expresamente para ser difundido por internet) titulado Now at our school, original de Joo Dong-geun, publicado en la red entre 2009 y 2011, los creadores Cheon Seong-il, J.Q. Lee y Kim Nam-soo, los dos primeros ya bragados guionistas y directores, mientras que el tercero debuta en el rol, han manufacturado un interesante producto comercial que, de acuerdo con la actual mirada al fenómeno zombi, no desdeña otras lecturas al margen de la mera acción y el simple y banal terror de saldo.

A lo largo de 12 capítulos (aunque cuando se escriben estas líneas, a la vista del éxito de la primera temporada, ya se prepara una segunda), Estamos muertos plantea una intriga de supervivencia, pero también un fortísimo estrechamiento de los lazos entre los que hasta entonces habían sido apenas compañeros, algunos casi desconocidos entre sí, aunque también había ya relaciones que los nuevos acontecimientos precipitarán de muy diversa forma.

Sitúa la serie el tema zombi en el universo a escala de un instituto de secundaria, con los temas habituales en este tipo de microcosmos: incipientes relaciones, amores cruzados, relaciones con los padres, “bullying”…

Hay algunas ideas ciertamente novedosas en esta panoplia de variantes que el mundo zombi se está permitiendo en nuestro tiempo, como el hecho de que los muertos vivientes originarios sean chicos acosados aberrantemente por sus colegas de estudios, en una suerte de imprevista némesis ciertamente sugestiva. Hay, es cierto, un retrato nada amable de las relaciones en el instituto, con chicos y chicas de corte abyectamente dominante y los demás que, o bien miran para otro lado, o bien han de rendir sumisión a los que, más que estudiar, a lo que van es a joder al prójimo.

Es cierto también que la mirada de los creadores hacia el mundo actual no es precisamente benévola: pocos estamentos se salvan en la serie, desde los políticos, muy contentos de haberse conocido, siempre alejados del servicio público que se supone debería ser su objetivo, a los profesores, en general pintados como gente cerrada y poco dada a contemplar nada al margen de su cortito mundo personal, pasando por la policía y los soldados, aunque con excepciones que confirmarán la regla. Tampoco los nuevos sectores sociales, como los influencers y demás majaderos (tiktokers, youtubers, idioters...) salen demasiado bien parados, con un carajote que se introduce cámara en ristre en la zona cero zombi para ver qué hay de cierto en las noticias sobre los hechos que se vienen sucediendo.

Pero no todo será negativo en la serie: los creadores también apuestan por la posibilidad de la regeneración, en la figura de uno de los protagonistas supervivientes, que formó parte en otro tiempo de la banda de malotes del instituto pero que, evolucionando, ha sabido convertirse en un individuo sensato, cabal y generoso, constituyéndose en uno de los pilares fundamentales del grupo principal que aspira y espera, quizá contra toda esperanza, salvarse del furioso asalto zombi.

La serie, como decimos, actúa como microcosmos de la sociedad actual, en general de cualquier sociedad humana, con independencia del telón de fondo, del paisaje permanente de la explosión zombi que le imprime su evidente carácter de producto del género de terror. Así, en un mismo capítulo asistiremos a los extremos de los que es capaz el ser humano, desde la abyección más absoluta hasta la abnegación más entregada. El miedo, la cobardía, la valentía rayana en la temeridad, la solidaridad, el egoísmo... serán algunas de las características que mostrarán los distintos grupos de adolescentes que son, en puridad, los auténticos protagonistas corales de la serie

Estamos entonces, además de ante un producto claramente de terror, ante un cierto estudio del comportamiento de varios grupos humanos, en especial de edades adolescentes, colocados en una situación límite, en la que tendrán que dar lo mejor de sí mismos para intentar salir indemnes. Así, la forzosa convivencia en condiciones tan duras, en distintos escenarios a los que se ven compelidos a huir, permitirá al principal grupo de supervivientes abrirse emocionalmente, conocerse mejor, a veces simplemente conocerse, aprender a convivir y a valorar al compañero aunque no sea amigo; la terrible experiencia los hará madurar, ser mejores, sacrificarse mutuamente, desprenderse del inherente egoísmo adolescente. Porque los zombis son el peligro del que precaverse, pero lo interesante es la forma de enfrentarse a ello de los supervivientes.

Con habilidad, los creadores alternan varias líneas argumentales, con diferentes protagonistas corales, aunque la principal sea la del grupo de chicos y chicas que, en su huida entre los zombis (a su modo, otra Anábasis...), irá profundizando en sus relaciones, hasta entonces en muchos casos superficiales o mendaces. También con habilidad los creadores alternan la acción de las escenas de los ataques de los zombis, grabadas con gran solvencia y produciendo considerables dosis de adrenalina en el espectador a fuerza de generarle angustia, con otras mucho más reposadas, en los intermedios en los que los protagonistas consiguen períodos de calma al encontrar nuevos refugios más o menos seguros dentro del infierno en el que se ha convertido el instituto.

Formalmente hay un evidente gusto por los amplios movimientos de cámara, sin que resulte pedante sino apropiado, teniendo en cuenta que, con frecuencia, se recurre a las escenas de masas; de zombis, mayormente, al principio combinadas con las de los estudiantes huyendo aterrorizados de sus antes colegas, ahora deseosos de merendárselos. En este sentido los creadores se lucen con algunas escenas ciertamente curiosísimas, como aquella en la que uno de los chicos protagonistas huye de los zombis que le acosan saltando de estantería en estantería de la biblioteca del centro, mientras éstas van cayendo con un efecto dominó que hace que su fuga parezca en todo momento que va a llegar a su fin, y muy traumáticamente, bien por aplastamiento, bien por ingestión... Conforme a lo habitual en el audiovisual surcoreano, la puesta en escena es funcional, efectiva, en general sin florituras ni extravagancias.  

Los intérpretes, como suele suceder en el cine y la televisión de la península coreana, muy solventes, con especial mención para los más jóvenes, los adolescentes, entre los que destacaríamos, entre ellas, Cho Yi-Hyun, la delegada de la clase, una chica que siempre fue vista con recelo por sus compañeros pero que tendrá un papel determinante en la serie (y más que probablemente en su anunciada continuación), y Park Ji-hu, la alumna que sufrirá todas las perdidas afectivas posibles, una jovencísima actriz de una pasmosa capacidad para transmitir emociones con una gran economía de recursos interpretativos; entre los chicos nos ha gustado especialmente Yoon Chan-young, al mismo nivel emocional que Park Ji-hu.

Buena serie esta Estamos muertos, que aporta nuevas variantes temáticas al universo zombi. Es cierto que quizá 12 episodios, como han señalado algunos, sea una duración excesiva, habiendo sido más apropiada una temporada de 8 ó 9 capítulos. Pero el conjunto es agradable (en un sentido no literal, dada la temática...) y entendemos que es un reproche menor.


Estamos muertos - by , Apr 28, 2022
3 / 5 stars
Zombis con acné