Enrique Colmena

El año pasado inauguramos en CRITICALIA, con nuestro artículo Tomando el pulso al cine de temática LGTB (2018-2019), lo que esperamos se convierta en costumbre, dar un repaso a las películas que nos han llegado en ese lapso anual con temáticas relacionadas con las orientaciones sexuales que se recogen tras ese acrónimo que, es cierto, parece ir creciendo en siglas, pero que para entendernos concretaremos en temáticas de índole gay, lésbico, trans o bisexual, temáticas que en el cine han sido tabúes durante décadas, cuando no perseguidas por los rígidos códigos de censura que existieron en todos los países hasta hace relativamente pocas décadas, y que en algunos (bastantes) estados aún rigen, y con qué dureza.

Lo llamativo de este lapso anual cuya revisión hacemos coincidir, aproximadamente, con los días en los que se celebra en todo el mundo el Orgullo Gay (aunque este año lo de celebración ha sido más bien en solfa, dadas las circunstancias del dichoso Covid-19), es que el número de films que se han estrenado con esta temática ha caído en picado. Para hablar con propiedad, si el año pasado, en la edición de este mismo artículo que dedicamos al curso 2018-2019, las películas censadas alcanzaban la cifra de 15 títulos, este año, entre 2019-2020, esa cifra se ha reducido a solo 7 cintas. Es cierto que, en puridad, el año no ha sido completo, puesto que desde poco antes de mediados del mes de marzo se interrumpieron los estrenos en salas de cine y, por tanto, habría que hablar de un período de unos ocho meses y medio, que es lo que va desde principios de julio de 2019 a mediados de 2020. Pero aún así, la cifra es evidentemente inferior a la que hubiera sido razonable si no hubiera existido el condicionante del cierre de las salas durante casi tres meses y medio.

¿Quiere eso decir que se hace menos cine con esta temática? No parece que sea el caso. Para elaborar este artículo hemos consultado la web de FilmAffinity, buscando a través del topic “homosexualidad”, y lo cierto es que entre 2019 y 2020 se ha producido un muy apreciable número de films sobre estos temas, por lo que habrá que suponer que estamos ante una cuestión circunstancial, máxime cuando vemos que, para próximos meses, ya se prevé el estreno de varios de ellos.

Vamos, pues, con la cosecha 2019-2020, siempre en términos de fecha de estreno, no de producción. Este año, dado que el material es más bien escaso, vamos a relacionarlo por orden de interés, de calidad, siempre, por supuesto, a juicio del firmante.

A nuestro parecer, la gran película de temática LGTBI del año (en realidad una de las grandes películas del año, sin etiquetas) ha sido la francesa Retrato de una mujer en llamas (2019), fascinante aproximación a un universo tan poco proclive al amor homófilo como el siglo XVIII en la Francia prerrevolucionaria, cuando aún gobierna el despótico y decadente Luis XVI. En ese contexto histórico, asistiremos a la sutil relación entre la hija casadera de una aristócrata con la pintora que, a escondidas y de memoria, habrá de pintarla para que el pretendiente tenga su cuadro y se haga una idea de las gracias que adornan a su futura esposa. Pero en esa relación en principio tan complicada habrá espacio para llegar a intimidades inesperadas, inauditas en la época, en una película hecha en estado de gracia con mínimos mimbres económicos pero mucho, muchísimo talento, por una realizadora, Céline Sciamma, a la que auguramos un extraordinario porvenir, consiguiendo una obra de rara sensibilidad, de exquisitas formas, pero sobre todo de alto voltaje sentimental, amoroso, finalmente erótico.

Inferior, pero también interesante, Matthias y Maxime (2019), la última película del “enfant terrible” del cine canadiense, Xavier Dolan, probablemente lo más parecido que existe hoy en el cine mundial a un Fassbinder (actor, guionista, director, productor, con una prolífica filmografía...), que plantea una historia actual: en el Canadá francófono conocemos a un grupo de amigos treintañeros, entre los que Matthias y Maxime son los más entrañables, inseparables desde la infancia; cierto día, por mor de una serie de carambolas, ambos tendrán que actuar en un cortometraje en el que se dan un beso (en la boca, se entiende...); a partir de ahí, las dudas y las inseguridades, de muy diversa forma, surgen en ambos... Con esta historia cosmopolita, moderna, actualísima, Dolan vuelve a dar en la diana con un film ciertamente incómodo, como todo su cine, en el que el joven cineasta (empezó a dirigir con 20 años, que ya es precocidad, aunque ya supera la treintena) plantea el afrontamiento de los sentimientos ocultos a partir de una determinada catarsis (que, por cierto, el cineasta escaquea, en el mayor y más inteligente “fuera de campo” que hemos visto en mucho tiempo). El buen cincelado de los personajes, los notables diálogos, la creación de escenas de creciente tensión, son algunas de las virtudes de un film que, es verdad, también resulta un tanto alargado. Pero el conjunto es brillante, incisivo y atractivo, dos hombres zarandeados por algo que estaba ahí pero no habían visto, quizá no habían querido ver.

También tiene su interés, quizá un peldaño por debajo, Solo nos queda bailar (2019). Si en Matthias... el tema era asumir la propia identidad sexual, en el film que comentamos ahora el asunto es precisamente reprimirla, al desarrollarse en un contexto que, aunque actual, se localiza en un país donde la homosexualidad no es precisamente bienvenida, y en un ambiente, el de la danza nacional georgiana (de Georgia el país europeo, exrepública soviética, no el homónimo estado norteamericano), en el que la virilidad, el baile macho, etcétera, son el alfa y la omega de la profesión. En ese marco, el protagonista, primera figura del ballet, se sentirá a la par preterido y fascinado por un rival recién llegado, que será a la vez adversario sobre la pista de baile pero también oscuro objeto de deseo fuera de ella. Con una estimable puesta en escena del director sueco de origen georgiano Levan Akin, el film, como cabía esperar, fue boicoteado en su país, a pesar de que este intervino también en la producción.

Aunque por el título español de Súper empollonas (2019) pudiera parecer que estamos ante un título en clave American Pie, pero con chicas, lo cierto es que esta Booksmart, que es su título original, tiene bastante más entidad que eso, aunque esté hecho también en clave de comedia alocada, pero con una intencionalidad que, desde luego, no existía en la mentada saga de los estudiantes salidos. La historia va de dos chicas estudiantes de secundaria que, tras batirse el cobre en su centro colegial, se enteran de que otras colegas mucho menos estudiosas también han conseguido ir, como ellas, a prestigiosas universidades, por lo que las dos coquitos deciden echar una cana al aire y darse alegría para el cuerpo, Macarena. Pero bajo esa actitud marchosa de ambas, una de ellas esconde sus deseos de acercarse amorosamente a una compañera de clase de la que está secretamente enamorada, y entonces la cosa se complica... Con un tono, evidentemente, festivo, el primer largometraje como directora de la actriz Olivia Wilde se saldó con una aceptable acogida del público y con general aplauso de la crítica, que ha saludado a esta nueva voz de la comedia que es Wilde (si hasta tiene apellido de pedigrí en el tema...).

En un tono muy distinto, El secreto de las abejas (2018) plantea una historia dramática en la muy conservadora Inglaterra de mediados del siglo XX, cuando una doctora conoce a la madre de uno de sus pacientes, entablando una amistad que, poco a poco, va llegando más allá. Pero en el contexto asfixiante de la época, ese amor será muy complicado de mantener en secreto... Cine sobre romance lésbico, entonces, incardinado en un tiempo y en un lugar que no aceptaba en absoluto las relaciones homófilas; cine hecho fundamentalmente por mujeres, con directora, Annabel Jankel, guionistas mujeres, compositora de la b.s.o., productoras e intérpretes esencialmente femeninos, en una historia ciertamente académica pero necesaria: siempre lo será mientras el amor, cualquier amor, tenga cortapisas.

Algo así sucede, aunque en otro contexto, con la inferior La (des)educación de Cameron Post (2017), ambientada en los años noventa en Estados Unidos, con una estudiante modélica (la emergente Chloë Grace Moretz) pillada dándose un tórrido pico con una amiga, lo que precipita que su familia la ingrese en un presunto centro médico para “curarla” de su homosexualidad. Estamos entonces ante el mismo caso, solo que en femenino, planteado en Identidad borrada (2018), aunque aquí la dirección de la neófita cineasta Desiree Akhavan no consigue un resultado aceptable, quedando una película reiterativa y falta de tensión narrativa.

Para el final hemos dejado una comedia, Al agua gambas (2019), sin duda tan bien intencionada como fallida. El planteamiento no es demasiado lejano (con las variantes que citaremos) al de la película española Campeones (2017), de Javier Fesser, donde un arrogante entrenador de baloncesto era obligado por sentencia judicial a entrenar a un equipo de chicos (y una chica) con discapacidades intelectuales; aquí será un entrenador homófobo de waterpolo quien, también por un traspié judicial, sea obligado a adiestrar a un equipo de esa especialidad pero en la que todos sus miembros son gays. El enredo está servido, y, aunque es evidente las mejores intenciones que animan a los directores, Maxime Govare y Cédric Le Gallo, también parece obvio que no dieron en la diana, aunque está claro que pusieron su granito de arena para intentar normalizar un tema, la homosexualidad en el deporte, sobre todo el de élite, que sigue siendo tabú.

Ilustración: Una imagen de Retrato de una mujer en llamas (2019), de Céline Sciamma.