Enrique Colmena

Siguiendo con una costumbre que lleva camino de convertirse en tradición (este es el cuarto año que lo hacemos), en estos días del Orgullo vamos a tomar el pulso al cine de temática LGTBI, en cuanto a lo que ha dado de sí este tipo de cine desde el año pasado por estas mismas fechas. Lo haremos a través de un díptico del que este es su primer capítulo.

Este año vamos a variar el criterio: si en el anterior hicimos una visión geográfica del cine sobre temas LGTBI, ahora vamos a hacerlo con respecto a la forma en la que son presentadas en pantalla esas películas, a la vista de que cada vez más estas temáticas están vistas en el cine con la normalidad, con la naturalidad que les deberían ser propias desde siempre, pero que solo desde hace relativamente poco (se suele datar la fecha en 1972, cuando se estrena Los chicos de la banda, de William Friedkin) se viene produciendo, una vez que los derechos de la comunidad LGTBI han avanzado notablemente, al menos en lo que se suele llamar “Occidente” (Europa, Estados Unidos, Canadá, Australia, Japón, también algunos importantes países hispanos, como Argentina, Chile o México). No ocurre lo mismo, como es sabido, en las regiones del mundo en las que la religión imperante es la musulmana, aunque tampoco es un bloque monolítico: entre las bastante laicas Turquía, Argelia o Túnez, y las muy intolerantes Irán o Arabia Saudí, no digamos Afganistán, hay una distancia considerable en su actitud hacia las conductas homosexuales. Pero también en buena parte de los países de religión cristiana pero muy atrasados en educación: pensamos en Centroamérica, por ejemplo. Claro que dentro de lo que convenimos en llamar Occidente también hay posturas que en los últimos tiempos están retrocediendo sobre posiciones ya ganadas, como es el caso de las desde hace relativamente poco intolerantes Rusia, Polonia y Hungría, aunque con matices, como veremos.

Como siempre, huimos de la exhaustividad: hemos seleccionado un amplio ramillete de films, que entendemos plenamente representativos de las tendencias actuales en este cine. En cualquier caso, nos ha llamado la atención que este año se aprecia un alto número de películas, generalmente procedentes de Occidente, pero también algunas de otros predios no tan tolerantes, en los que las temáticas LGTBI están vistas con naturalidad, con parejas homo estables, incluso con hijos, que conviven sin estridencias en las sociedades de las que forman parte; ello es llamativo por cuanto hasta hace relativamente poco las pelis sobre estas temáticas estaban mayoritariamente habitadas por la denuncia contra las actitudes homófobas, bien de los estados, bien de otros ciudadanos. Sin embargo, en esta ocasión, de los treinta y pico títulos que hemos seleccionado (no solo estrenos en cine, como sabe el lector, sino también en plataformas, la otra manera actual de ver productos audiovisuales), prácticamente dos tercios son películas en las que las conductas homosexuales están normalizadas dentro de un comportamiento social al uso. Hablaremos en este primer artículo de ellas, y en un segundo de aquellas en las que (aún) es necesaria la denuncia contra la homofobia.

Como casi siempre, la punta de lanza de esta nueva mirada hacia el fenómeno LGTBI (que queremos creer se corresponde efectivamente con una creciente aceptación plena por parte de la sociedad de nuestro tiempo) la encontramos en Estados Unidos, de donde han salido en estos últimos doce meses un buen puñado de películas en las que la homosexualidad forma parte con naturalidad de las historias que se nos cuentan. Así, en Language lessons, la sensible película de Natalie Morales, que ella misma interpreta junto a Mark Duplass, tendremos a un norteamericano devastado por la reciente viudez de su marido que mantiene, a través de la aplicación Zoom, una relación alumno-profesora a distancia con su maestra de español en Costa Rica, una relación que trascenderá de la mera cuestión profesional para adentrarse en los terrenos de la más sentida amistad.

En La aspirante, otro film indie, aquí dirigido por Lauren Hadaway, encontramos a la protagonista, una universitaria que busca ser la mejor en el equipo de remo de su facultad, y que mantendrá un romance con una de sus profesoras, un romance en el que ni ellas hacen nada por ocultarlo, ni desde luego tienen ningún complejo en llevarlo adelante, sin que eso les suponga problema alguno. Dentro también de ese tipo de cine independiente yanqui, tan libre, encontramos otros dos ejemplos de lo que decimos: así, en Bros, con dirección de Nicholas Stoller, veremos en clave de comedia a dos chicos gays con problemas para comprometerse, pero que intentan, no obstante, una relación, en lo que podría ser perfectamente una comedia de corte hetero. De igual forma, See you then, de la directora Mari Walker, sería una especie de Antes del amanecer pero en clave sáfica, con una mujer trans y una lesbiana, que se reencuentran tras 10 años de terminar su relación, y cómo afrontarán ese reencuentro.

Para quien crea que la normalización del hecho LGTBI se circunscribe al cine indie, ahí van  dos pelis que lo niegan: Eternals, el “blockbuster” de la exquisita Chloé Zhao, que ha costado 200 millones de dólares, una producción Marvel dentro de la poderosa Disney, presenta a uno de sus personajes principales, uno de esos “eternals”, con su familia formada con otro hombre y un hijo adolescente. Pero es que la cosa no se queda aquí: nada menos que en Lightyear, el esqueje de la saga Toy Story dirigido por Angus McLane, producido por Pixar y Disney, la jefa del prota también tiene su familia formada con otra mujer, y la descendencia llegará hasta la nieta que será coprotagonista junto al bueno de Buzz.

También encontramos en el cine yanqui algunas de esas excentricidades que tanto gustan por allí, como Fire island, una película de Andrew Ahn, que presenta nada menos que una libérrima mirada sobre el universo de Jane Austen (Emma, Orgullo y prejuicio...), pero en clave gay, también totalmente contemporánea, adaptando aquellos esquemas románticos austeneanos a los modos y las modas “queer” de los USA actuales. Y, ya que estamos con extravagancias, presentaremos el toque de friquismo de Swan Song, con dirección de Todd Philips, que nos presenta a un peluquero gay retirado (un Udo Kier con la pluma desplegada a toda vela) que se escapará del asilo para cumplir un último encargo, embellecer a una vieja amiga difunta...

En el mundo de habla español hemos encontrado este año varias muestras de este tipo de cine en el que la homosexualidad es un hecho aceptado y normalizado. Así, en España hemos tenido al menos dos títulos, uno en clave de thriller psicológico, Sin ti no puedo, con dirección de la granadina Chus Gutiérrez, con pareja gay de alto nivel económico y social que está planeando tener descendencia, y la hermana de uno de ellos, que se presenta de improviso para poner patas arriba una relación idílica. Y en clave diametralmente opuesta, de musical y comedia petarda, encontramos El fantasma de la sauna, de Luis Navarrete, una fricada también bastante peculiar, con Antonia San Juan al frente del reparto.

En el continente americano de habla española encontramos también algunos ejemplos de este cine de temática LGTBI que ya no precisa denunciar sino que habla de sus problemas con normalidad. Así, en Argentina nos encontramos con Ámame, de Leonardo Brzezicki, donde el personaje que interpreta Leonardo Sbaraglia es un empresario gay con una difícil relación con su hija. Y en Perú encontramos dos títulos: uno es Encintados, de Gianfranco Quattrini, una comedia con pareja lésbica embarazada y el donante que se convierte en tercero en discordia; y la también inca Cosas de amigos, de Giovanni Ciccia, presenta, también en clave de comedia, lo que pasa cuando un hombre sale del armario para sus amigos más íntimos, y cómo uno de estos, con tan buena intención como despiste, intenta “reconducirlo” a la virilidad...
 
Sin salir del continente americano, antes de saltar al Viejo Continente, encontramos la canadiense My fake boyfriend, en la que un chico gay se inventa un falso novio para quitarse de encima a un ex pesado cual tanque en la solapa, en una peli de la histórica Rose Troche, una de las pioneras del cine de temática LGTBI con films como Go fish.

Y ya de vuelta en Europa nos encontraremos con Compartimento nº 6, del finés Juho Kuosmanen, rodada en Rusia, donde, como telón de fondo de la historia principal, la protagonista mantiene una relación lésbica con su profesora de la universidad, todo ello perfectamente aceptado en la (ahora, al menos) muy homófoba sociedad rusa (o quizá lo sea solo la administración putinesca...).

En Francia nos encontramos con Peter von Kant, título que el buen cinéfilo identificará como, en efecto, un remake en masculino de la célebre Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, una de las películas más célebres de Fassbinder. De este “reboot” se encarga François Ozon, habitual en las temáticas LGTBI (él mismo es militantemente gay). En Grecia, que con el omnipresente peso de los popes ortodoxos tampoco es que sean demasiado liberales en estos asuntos, presenta sin embargo un film que se inscribe en esa línea de normalización que estamos glosando en este primer artículo, The man with the answers, con dirección de Stelios Kammitsis, con un viaje iniciático entre un excampeón griego de buceo y un excéntrico estudiante alemán, que encontrarán que tienen más en común de lo que parecía...

Sin salir del Viejo Continente, de Italia hemos seleccionado dos títulos, El hilo imperceptible, con dirección de Marco Simon Puccioni, una dramedia con pareja gay y su hijo que hace un reportaje documental sobre ellos, con resultados imprevistos... Y Maschile singolare, dirigida al alimón por Alessandro Guida y Matteo Pilati, que plantea una situación que antes se podía dar (y de hecho, se daba) en las parejas heteros: aquí una pareja homo se rompe, y uno de ellos se queda literalmente con lo puesto, en una muy precaria situación económica.

Del Reino Unido tendremos un par de muestras de este cine LGTBI que se encuentra ya en una situación de normalización: uno sería Lost and found in Paris, del actor Rupert Everett, que últimamente también se ha pasado al otro lado de la cámara, con pareja inglesa que envía a su hijo adolescente a París para que madure, aunque con imprevistas consecuencias... E In from the side, de Matt Carter, que plantea un escenario muy peculiar, un club de rugby... gay, y cómo la infidelidad, ¡ay!, también puede anidar, claro está, en las parejas homosexuales.

Saltamos al continente asiático, donde encontramos en la muy occidentalizada Japón dos muestras de cine LGTBI normalizado: un thriller titulado The night beyond the tricorned window, con dirección de Yukihiro Morigaki, en el que a la vez del desarrollo de la intriga asistiremos al enamoramiento de dos físicos; y, en clave de comedia, Both me and him are the grooms, dirigida por Koji Tanaka, en clave de comedia, en la que en una boda gay se encuentran con un problema cuando los conservadores padres de uno de los contrayentes no saben que su futura nuera resulta ser... un hombre. Por último, aún en Asia, encontramos en India, un país no precisamente muy liberal en estos aspectos, Azul cobalto, con dirección de Sachin Kundalkar, la historia de un aspirante a escritor y su hermana que se enamoran del mismo huésped...

Ilustración: Mauricio Ochmann y Alfonso Bassave, en una imagen de Sin ti no puedo, de Chus Gutiérrez.

Próximo capítulo: Tomando el pulso al cine de temática LGTBI (2021-2022): Represión (aún) (y II)