Pelicula:

La huella, o la sombra, de Studio Ghibli, es innegable en el anime “serio” (entiéndase: no concebido expresamente para los niños, especialmente los muy pequeños, como Pokemon, Shin-Chan, Doraemon...). Con frecuencia lo es simplemente por pura ósmosis, teniendo en cuenta que el anime, como toda manifestación artística, se produce dentro de un contexto de influencias, y el prestigio del famoso estudio Ghibli lo impregna todo. Pero a veces ocurre que esa impronta que podríamos llamar “ghibliana” viene dada por otros factores incluso más evidentes, más tangibles; estamos ante uno de esos casos, por cuanto el director de este film, Kitarô Kôsaka, trabajo repetidamente como animador para Ghibli, con lo que no es extraño que el estilo visual y el tono de la película remita con frecuencia a las películas del famoso estudio cuyo entrañable personaje Totoro se ha convertido en su imagen corporativa.

Kitarô Kôsaka (Kanagawi, 1962) es, ciertamente, un hombre de cine de larga trayectoria, iniciándose como animador en el universo Ghibli con títulos tan conocidos como Nausicaä del Valle del Viento, La tumba de las luciérnagas, Pompoko, La princesa Mononoke o la más famosa de todas, El viaje de Chihiro, aunque también trabajó como tal en films ajenos al famoso estudio, como la mítica Akira o las también sumamente interesantes El recuerdo de Marnie o El pequeño Nemo. Como director tardaría en debutar, haciéndolo en 1993, no teniendo en ese campo una trayectoria demasiado dilatada, al haber dirigido solo cinco films hasta la fecha de esta crítica, los dos primeros en formato cortometraje.

La película se inicia mostrándonos a la pequeña Okko que ha de ser tutelada por uno de sus familiares, al haber fallecido sus padres en un accidente de tráfico. La abuela se convertirá entonces en la tutora legal de la niña, y los comienzos no serán fáciles para ninguna de las dos. Pronto la vemos ya como preadolescente, viviendo con la abuela, que regenta un hostal rural, preparándose para ser la futura dueña de la posada. La chica tiene miedo a todo tipo de bichitos, como arañas o lagartijas. En el hostal, además de la abuela, hay dos empleados, además de los huéspedes… y pronto se dará cuenta de que hay también un fantasmita, un niño ectoplásmico llamado Orivo, un fantasma que solo es visible para ella. El niño fantasma le dice que Okko casi muere en el accidente de los padres, y que por eso la chica puede tener relación con el mundo de los muertos, al que él pertenece. Orivo se convertirá entonces en el mejor (y casi único) amigo de la niña…

Con un dibujo típico del anime, que recuerda poderosamente el que ha popularizado Ghibli, y unos paisajes urbanos hiperrealistas, también frecuentes en las obras producidas por el famoso estudio, la película tiene una temática bastante infantil (en ese sentido no es tan Ghibli...), sobre un amigo que en realidad no deja de ser sino una variante del amigo invisible, todo un clásico en los niños con problemas relacionales, y no digamos si además han padecido en su corta vida una experiencia tan traumática como la muerte de sus padres. En ese sentido, es curioso que uno de los temas recurrentes del anime, como género, sea precisamente el protagonismo de niños y niñas que han sufrido una durísima pérdida familiar que los aboca a un comportamiento cuando menos extraño; sin pretender ser exhaustivos, recordaremos algunos títulos en los que se cumple esa premisa: la mentada El recuerdo de Marnie, El chico y la garza, Suzume, El túnel de los deseos, Belle, o Amor de gata, entre otros, tienen como característica común el hecho de que los infantes protagonistas han perdido a uno de los progenitores, o a los dos, por diversas causas, aunque suele ser por accidentes obviamente traumáticos, que los marca de por vida.

Aquí, en un rasgo muy del anime, que no solo no hace ascos al fantástico, sino que le encanta adentrarse en él, no solo habrá cabida para el fantasmita Orivo y otros espectros también infantiles, sino que, con imaginativo desparpajo, permite incluso que la preadolescente protagonista, a ratos, pueda interactuar con sus padres difuntos, como si estos siguieran vivos, poniendo en imágenes, por supuesto de manera poética, esa forma de negación que, inevitablemente, conlleva la pérdida de los seres queridos, aún más cuando apenas se tiene edad para poder gestionar un drama de esta naturaleza (si es que hay alguna edad para saber gestionar tal cosa...). En este sentido, en el film conoceremos las circunstancias en las que tuvo lugar el fatídico accidente, y el hecho de que el azar ponga en el camino de la protagonista a los involuntarios responsables de aquel hecho provocará en la protagonista la comprensible crisis, en una escena de poderoso voltaje emocional.

Por lo demás, la película, sin ser de Ghibli, quizá por la cercanía de Kôsaka al universo Totoro, es muy Ghibli: protagonismo femenino, mezcla con desenvoltura realidad y ficción, con un fuerte y desaforado componente fantástico, y el arco dramático tiende a fortalecer el carácter de la protagonista, en una maduración que convierte la película, en buena medida, en una “coming age”, un film sobre el crecimiento, evolución y desarrollo de una cría que ha sido duramente castigada por la vida.

No deja de ser curioso también que la sanación de la protagonista (como suele ocurrir en otros animes) venga dada fundamentalmente por el estricto cumplimiento del deber (en este caso el deber de atender el hostal), algo muy propio de la cultura japonesa, pero no tanto (que nos lo digan a los españoles...) de otros países; hay, en ese sentido, una sacralización del servicio a los demás llevado a extremos insólitos, desde luego poco probables (por no decir impensables...) en otras culturas, como la occidental.

(27-05-2025)


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94'

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Okko. El hostal y sus fantasmas - by , May 27, 2025
3 / 5 stars
Una variante del amigo invisible