Pelicula:

Disponible en Prime Video.


(En el Día del Cine Español, el 6 de Octubre, recuperamos la crítica de una propuesta de buen cine español que aúna comercialidad y cierta capacidad para mover a la reflexión).


Hay en nuestro tiempo un audiovisual puntero que viene de Galicia, con dos frentes bien diferenciados: por un lado, un cine muy experimental, explorador de caminos, que juega a innovar con géneros y propuestas, muy telúricamente galaico, con títulos como Arraianos (2012) y Longa noite (2019), de Eloy Enciso,  Costa da Morte (2012) y Lúa vermella (2020), de Lois Patiño, y Todos vós sodes capitáns (2010) y O que arde (2019), de Oliver Laxe; pero hay otro cine gallego diametralmente opuesto, que busca, por supuesto tan lícitamente como sus colegas indagadores de nuevos senderos, poner en imágenes un cine comercial, atractivo, que enganche al público y no lo suelte hasta el final; en ese ámbito nos encontraríamos con el largometraje El desconocido (2015), de Dani de la Torre, y series como El sabor de las margaritas, de Miguel Conde, La Unidad, de nuevo de Dani de la Torre y su habitual coguionista Alberto Marini, Fariña, de Carlos Sedes, y Néboa, de Alberto Guntín, Xosé Morais y Victoriano Sierra Ferreiro.

A esa segunda veta del audiosivual gallego pertenece este Fatum, potente artefacto hecho a base de adrenalina y dolor, un film que ciertamente busca reventar taquillas (aunque la recepción del público no ha sido tan masiva como hubieran querido sus autores...), pero que, además de eso, se permite sembrar algunas reflexiones de índole moral y humana en el espectador.

La acción se desarrolla en nuestros días, en La Coruña. Veremos dos líneas argumentales paralelas que irán confluyendo en una sola historia. En la primera, conocemos a Pablo, tirador de élite de la Policía Nacional, que tiene junto a su mujer Lidia un hijo como de 6 años con una grave dolencia cardíaca, a la espera de un donante de corazón compatible; en la segunda, sabremos de la existencia de Sergio, un ludópata cincuentón que intenta, por enésima vez, que su esposa, Marta, le dé una nueva oportunidad para reconciliarse tras otras muchas en las que le ha fallado por su  adicción al juego; ambos tienen a dos hijos, un chico como de 12 años y una niña como de 5; finalmente, contra toda esperanza, el hombre consigue esa nueva oportunidad. Pero cuando uno de sus amigos le da el soplo de una presunta apuesta futbolística amañada que le podría hacer rico, Sergio no dudará en robar el dinero de su mujer para (ahora sí, supuestamente...) dar el campanazo y conseguir pingües beneficios. En el camino para llevar a los chicos al colegio se desvía hasta la casa de apuestas para hacer la entrega del dinero; allí no está permitida la entrada de niños, pero finalmente los dejan por ser hijos de un amigo; el chico mayor envía a su madre con el móvil una foto del padre gastándose el dinero en la apuesta, y la mujer acude enseguida a recuperar a los niños. Pero cuando van a salir del local, dos encapuchados entran arma en mano para atracar el negocio y las carteras de los allí presentes...

Aunque el director es Juan Galiñanes (Pontevedra, 1980), cineasta fogueado en cortos y series para la Televisión Galega (Serramoura, A estiba), nos parece que aquí el nombre fundamental es el del coguionista Alberto Marini, de cuyo magín han salido historias percutantes tales como Mientras duermes (2011), de Jaume Balagueró, la mentada El desconocido, uno de los episodios de la serie Apagón y la también citada serie La Unidad. Nos parece que la veteranía y la capacidad para construir artefactos de intriga generadores de adrenalina hace que el papel de Marini en esta película exceda el de mero coguionista, y probablemente ha tenido una mayor incidencia, sin por ello restar mérito a Galiñanes, que demuestra tener buena mano, en general, para crear la atmósfera adecuada, cruzando las dos líneas argumentales paralelas y haciendo saltar chispas en las diversas fases del film, desde la secuencia del atraco de la casa de apuestas, con el inevitable asalto de los agentes de la ley cuando las cosas se ponen muy feas en su interior, hasta toda la segunda mitad de la película, cuando se plantea un terrible “quid pro quo” entre el ludópata y el francotirador de la Policía Nacional, en el que se presentan algunos conflictos que exceden el mero juguete de acción para convertirse, a la chita callando, en cargas de profundidad de carácter moral: ¿vale todo para salvar la vida de un ser querido? ¿qué líneas rojas estaríamos dispuestos a cruzar para ello? ¿puede la venganza ser un motor vital? El chantaje de una existencia en peligro, ¿puede hacer que nos cobremos ilícitamente otra vida en justa correspondencia? Estos, y algunos otros dilemas de corte ético o moral se plantean, quién lo iba a decir, en este producto comercial que ciertamente solo parecía aspirar (con regulares resultados, según hemos visto...) a llenar de ceros la cuenta de sus productores.

Al margen de esos conflictos éticos, hay una evidente intención de captar la atención del espectador y no soltarla hasta el final, con escenas que dejan sin aliento, como toda la que sucede en la casa de apuestas, o todo el tramo final, en el que habrá de dilucidarse el terrible envite planteado por uno de los protagonistas, si bien habrá que decir que la escena cumbre de ese tramo de la intriga, la escena de la azotea donde se resolverá la película, está rodada con bastante incompetencia por Galiñanes, como si, llegado a este punto, las ideas se le hubieran acabado al director y la hubiera resuelto de cualquier manera, con una planificación llamativamente torpe. Viéndola nos imaginábamos qué filigrana, qué vistosa orfebrería podría haber hecho con estos mimbres un Brian de Palma, virtuoso de las escenas primorosamente planificadas, donde cada plano es una joya, y el conjunto un pequeño tesoro; pues aquí, siguiendo la metáfora, nos tenemos que conformar con un puñado de bisutería en un cofrecito de plástico...

Aún así, a pesar de ese desfondamiento en la escena cumbre, el film funciona correctamente como lo que es, un brioso artefacto de intriga cimentado en el dolor y la adrenalina, dando al espectador hora y media de entretenimiento, con algunas irisaciones morales, como hemos comentado, que exceden el ámbito meramente comercial. No es mal balance, no...

Buena actuación en general de los principales intérpretes: Luis Tosar, como siempre, segurísimo, y confiriendo a su personaje, sea el que sea, las adecuadas dosis de verismo que hace que nos lo creamos; Álex García, que es más limitado como actor y siempre ha sido más bien galán, está bien aquí en un personaje abocado a una disyuntiva atroz; Elena Anaya compone una muy solvente jefa de Policía, una mujer al mando que, por supuesto, sigue siendo un ser humano.

(05-05-2023)


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91'

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Fatum - by , Oct 06, 2023
3 / 5 stars
Adrenalina y dolor