Esta película está disponible en el catálogo de Netflix, plataforma de Vídeo Bajo Demanda (VoD).
El cineasta Bong Joon-ho es uno de los más interesantes de la nueva generación de directores de Corea del Sur, y eso es mucho decir en un país que en el último cuarto de siglo ha dado autores tan estimables como Park Chan-wook (Old boy, Stoker, La doncella), Yeong San-ho (Seoul Station, Train to Busan) y Hong Sang-soo (Ahora sí, antes no, En la playa sola de noche), por citar los que con más facilidad están llegando a Occidente.
Bong tiene entre sus créditos un puñado de films que han tenido una exhibición más o menos normalizada en Europa y Estados Unidos, y que han llamado poderosamente la atención. Es el caso de The host (2006), que entreveraba inteligentemente comedia y cine de catástrofes con monstruo “ad hoc”, pero también de la mucho más grave Snowpiercer (Rompenieves) (2013), una seria fábula postapocalíptica que planteaba un futuro distópico plagado de sombrías simbologías. También fue muy apreciable su Mother (2009), en la que los géneros que mezclaba, con sabiduría, fueron la comedia y el thriller en cierta forma hitchcockiano.
Está claro que, en general, el género que prefiere Bong es la comedia, pues casi siempre hay visos de ella en su cine, aunque la entrevere de otras tonalidades. En Okja el otro género, además de la comedia, es el de la ciencia ficción, y en concreto en esa vertiente que tanto crece últimamente como es el de las distopías. En un futuro inconcreto, donde todo se ha hecho globalizado, la alimentación de la raza humana, sobre todo la que parte de animales, se está haciendo cada vez más difícil. Una poderosa multinacional, regida por una de las dos hijas gemelas de un déspota del que abominan (al menos “de boquilla...”) hasta sus descendientes, da en crear por ingeniería genética unos gigantescos cerdos de tamaño hipopótamo que están llamados a satisfacer, en el futuro, las necesidades de proteínas del género humano. Para ello se sitúan varios especímenes en distintas granjas a lo largo de todo el mundo, dando un plazo de diez años para vez cómo evolucionan y si, efectivamente, pueden ser la solución de la alimentación humana. Uno de esos animales, una supercerda llamada Okja, es alojada en una granja surcoreana, donde una niña preadolescente, Mija, y su abuelo, serán los encargados de criarla. Entre la niña y la supercerda se establecerá un fortísimo vínculo similar al de la familia o los amigos íntimos. Cuando llega el momento en que Okja forme parte de los inmensos rebaños que van al matadero, Mija conseguirá montar un gran pollo (ya que la cosa va de animales...) para intentar evitarlo...
Okja es un film en el que, fiel a lo habitual en Bong, nadie sale bien parado: no lo hace, por supuesto, la imagen de las supercorporaciones, pintadas aquí (con toda la razón del mundo, dicho sea de paso) como entidades sin alma, arbitrarias, donde el bien común, y no digamos el de los animales, les importa un bledo, unas multinacionales exclusivamente dedicadas a generar beneficio para sus accionistas, sin que se les dé una higa cualquier otra consideración; pero tampoco los animalistas que acuden en socorro de Okja y de Mija salen demasiado bien parados: están pintados como fanáticos, manipuladores, mentirosos siempre que convenga a sus intereses... unos angelitos, aunque por comparación con los empresarios, sí que lo sean. Los showmen televisivos, esa peste, también se llevan lo suyo, ejemplificados en el tipo que incorpora un histriónico (y muy sobreactuado...) Jake Gyllenhaal, al que le van más los personajes contenidos: aquí está chirriante y chocante, que desde luego es lo que se pretende, pero también inverosímil y poco creíble, lo que no creo haya sido la intención del director.
Solo el personaje central, la preadolescente Mija, y por supuesto la supercerda Okja (absolutamente adorable) se salvan de la quema, en un panorama desolador del género humano y de la sociedad actual o inmediatamente futura, que tiene una atroz penúltima escena que hará más por el veganismo que cientos de esforzadas campañas que se monten en ese sentido. Y es que el poder de la imagen sigue siendo demoledor, sobre todo si se saben mover los hilos para que el corazón se sobrecoja ante una escena que, por supuesto, no deja de ser una trasposición de las tan reales que ocurren, a diario, en todos los mataderos de reses del mundo.
Tilda Swinton, en un doble papel (tan extravagantes como a ella le gustan), nos ha parecido también más bien pasada de rosca, aunque es cierto que sus personajes lo requerían. El hecho de que ejerza también de productora ejecutiva (al igual que Brad Pitt, que no interviene en el reparto) da idea de su implicación en el proceso creativo y en la intencionalidad del film. Buen trabajo de la pequeña Ahn Seo-Hyun como la protagonista, la absolutamente entregada amiga y protectora de la supercerda. Por supuesto, chapó para el excelente equipo de efectos digitales, capaces de crear “ex nihilo” a estos adorables animales, y parecer que, efectivamente, interactúan con los humanos.
Película notablemente filmada y con el buen ritmo narrativo que es consustancial al cine de Bong, Okja resulta ser una afortunada fábula animalista en clave de ciencia ficción y comedia (la secuencia en las galerías comerciales del metro de Seúl es puro, divertidísimo “slapstick”), que nos presenta un futuro desolador, un mundo en el que las supercorporaciones serán las que tomen las decisiones importantes; sí, efectivamente, como ahora, pero entonces ya por las claras, no como en la actualidad en que parece que son los gobiernos, sus títeres, las que las toman...
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