Enrique Colmena

Con motivo del estreno de Cry Macho, dirigida, producida e interpretada por Clint Eastwood a sus 91 años, comentábamos en el pasado capítulo de este díptico los directores octogenarios y hasta nonagenarios que seguían en activo en esta tercera década del siglo XXI en la que nos encontramos cuando se escriben estas líneas, y como lo prometido es deuda, vamos ahora a glosar en primer lugar a otros cineastas que, aunque siguen felizmente vivos, sin embargo hace ya algún tiempo que no ruedan, a pesar de lo cual lo hicieron hasta, al menos, los ochenta años. En un segundo punto de esta entrega haremos lo propio con aquellos otros directores que, ya fallecidos, sin embargo prolongaron su carrera cuando eran al menos octogenarios, alguno incluso nonagenario, y hasta un centenario largo.

Esa gozosa prolongación de las filmografías de todos estos cineastas entendemos confirman que, lejos de ser la frontera de los ochenta “tacos” el tiempo de dejar de crear, ahora, con frecuencia, gracias a la longevidad y al razonable mantenimiento de las facultades físicas, mentales y, sobre todo, artísticas de las generaciones que van llegando a la edad provecta, a ese “arrabal de senectud” manriqueño, el cine y la televisión se siguen beneficiando, para nuestro disfrute, de este inmenso caudal de experiencia y creatividad, lo que en otros tiempos hubiera sido literalmente imposible. Pero aquel imposible ahora es probable...


Cineastas vivos que rodaron hasta los ochenta (y más allá...)

El franco-chileno Alejandro Jodorowsky, por supuesto, no es un cineasta al uso: de hecho, el tópico del “artista renacentista” le cuadra como a un guante. Además de director de cine (con films sugestivos y rarísimos como El topo y Santa sangre), motivo por el que viene hoy aquí, es dramaturgo (creador con Topor y Arrabal del “Teatro Pánico”), novelista, actor, director teatral, poeta, ensayista, músico, dibujante de cómics, pintor... y así podríamos seguir con la larguísima lista de disciplinas artísticas que ha cultivado este hombre sin duda singular. Jodorowsky tiene ya 92 “tacos”, y ha estado haciendo cine hasta hace bien poco; su último film de ficción fue Poesía sin fin (2017), una especie de peculiar autobiografía en la que su hijo, el músico Adan Jodorowsky, le interpretaba de joven; aunque realmente su última película, por ahora (de Jodorowsky se puede esperar cualquier cosa...), es un documental, Psicomagia, un arte que sana (2019), sobre una de sus últimas obsesiones, la utilización de la magia en la curación del espíritu.

El franco-suizo Jean-Luc Godard es uno de los cineastas de mayor talento (y de mayor dispersión) de los últimos 60 años. Sobre todo sus primeras películas (À bout de soufflé, Alphaville...) cambiaron el cine; después, a trancas y barrancas, con períodos fuertemente ideologizados que probablemente torpedearon su carrera, ha seguido manteniendo su lugar privilegiado en el cine de creación con propuestas siempre audaces, siempre transgresoras. Ahora tiene ya 91 años, pero su última producción data de hace tres, cuando tenía 88. Se trata de un documental, El libro de imágenes (2018), que pudiera ser, según parece, su última película.

Nuestro Jaime de Armiñán, uno de los grandes cineastas de la segunda mitad del siglo XX en España, tiene actualmente 94 años, y es, por tanto, uno de los más veteranos directores españoles, autor de películas que marcaron toda una época, desde Mi querida señorita a El nido, pasando por El amor del capitán Brando. Estuvo haciendo cine hasta la primera década del siglo XXI, siendo 14, Fabian Road (2008) su testamento cinematográfico, film que rodó ya con 81 años.

William Friedkin, el memorable director de films como French Connection y, sobre todo, El exorcista, ha cumplido cuando escribimos estas líneas los 86 años. Ya no dirige, pero lo ha estado haciendo hasta hace relativamente poco. Su último film ha sido el documental The Devil and father amorth (2017), cuando ya contaba 82 años.

En cuanto al británico John Boorman, que durante los años sesenta, setenta y ochenta nos dio un puñado de estimulantes películas, como A quemarropa, Deliverance, Zardoz, Excalibur y La selva esmeralda, tiene actualmente 88 años, y su último film fue Reina y patria (2014), la secuela de su también celebrada Esperanza y gloria (1987). Boorman tenía ya en ese momento, a mediados de los años diez del siglo XXI, 81 años.


Ilustres difuntos que rodaron (cuando estaban vivos...) hasta los 80, los 90, y más de los 100...

El patriarca de todos ellos ha sido sin duda el cineasta portugués Manoel de Oliveira, que falleció en 2015, por cierto, en pleno rodaje de la que a la postre sería última película, el corto documental Um século de energia. Contaba 106 años, siendo probablemente el cineasta más longevo en activo de todos los tiempos. También muy posiblemente el de más larga carrera, iniciada en 1931, por lo que estuvo al pie del cañón (en este caso, de la cámara) durante 84 años...

Aunque puestos a hablar de longevidades, habrá que citar también a la alemana Leni Riefenstahl, la polémica autora de films como El triunfo de la voluntad y Olimpiada, que le aparejaron acusaciones de filonazismo. Lo cierto es que Leni se apartó del cine pronto, en 1954, dedicándose desde entonces, entre otras actividades artísticas, a la fotografía submarina, lo que dio pie a su postrer film, el documental Impressionen unter wasser (2002) (“Impresiones bajo el agua”), rodado solo un año antes de morir, en 2003, con 101 años de edad.

Alain Resnais fue, durante muchos años, verbigratia los sesenta, setenta y primeros ochenta, el epítome del director críptico: su El año pasado en Marienbad pasa por ser el buque insignia de un cine de compleja interpretación, siempre vinculado al tema de la memoria (y de su gemelo, el olvido). Pero Resnais evolucionó y el paso de los años le hizo, paradójicamente, más joven. En el siglo XXI, ya octogenario, rodó las películas más frescas, también a veces más formalmente atrevidas de su carrera, como Asuntos privados en lugares públicos o Amar, beber y cantar (2014), siendo este su testamento cinematográfico, rodado cuando el cineasta francés tenía ya 91 años, muriendo poco después.

Franco Zeffirelli seguramente será recordado por su romántica versión del clásico shakespeariano Romeo y Julieta, pero también por la aproximación a Francisco de Asís en Hermano sol, hermana luna, por la miniserie Jesús de Nazaret, que presentó un Jesucristo más humanizado, y por aquel melodrama que nos hizo llorar a mares, Campeón. El exquisito cineasta y también director operístico, además de senador por el partido de Berlusconi (nadie es perfecto...), falleció en 2019, a los 96 años, pero había estado en activo hasta solo dos años antes, cuando grabó el corto en vídeo Zeffirelli’s Inferno (2017), una aproximación al Infierno de la Divina Comedia del Dante, en puridad un esbozo de lo que debería haber sido una ambiciosa adaptación del inmortal texto.

Otro de los grandes cineastas franceses, Éric Rohmer, también pudo desarrollar su carrera hasta una avanzada edad. El inolvidable director de La rodilla de Claire, Las noches de la luna llena o Cuento de primavera, por citar tres títulos de otras tantas etapas y ciclos rohmerianos, rodó su última película, El romance de Astrea y Celadon (2007) cuando contaba 87 años, muriendo tres años después.

El británico sir Richard Attenborough es quizá más conocido por su papel como actor en Parque Jurásico que por su faceta de director, aunque en esta última disciplina consiguió el resonante éxito de Gandhi, biopic sobre el famoso activista y pacifista hindú, que se llevó una buena ristra de Oscars. Como director consiguió algunos otros títulos de relieve, como su intensa, dolorosa biografía del escritor C.S. Lewis reflejada en Tierras de penumbra. Su último film detrás de la cámara sería Cerrando el círculo (2007), cuando contaba ya 84 años, muriendo siete años más tarde, en 2014, con 91 años.

Finalmente, Robert Bresson, exquisito entre los exquisitos, autor de una filmografía de insobornable independencia, profeta de la elipsis cinematográfica, director de películas austeras hasta decir basta, como El diario de un cura de campaña, Un condenado a muerte se ha escapado o El diablo, probablemente, firmaría su última obra con El dinero (1983), cuando tenía 82 años. Aún vivió bastantes años más, hasta fallecer a los 98 años.

Ilustración: Hippolyte Girardot y Sabine Azéma, en una imagen de Amar, beber y cantar (2014), rodada por Alain Resnais cuando contaba 91 años.