Enrique Colmena

Ya va terminando este año 2023 y, como es tradición, vamos a ir haciendo balance del cine que hemos podido ver a lo largo de sus 365 días. Lo cierto es que la cosecha ha sido bastante buena, con un buen número de films cuya visión (siempre a nuestro juicio) nos parece recomendable. Vamos a desarrollar este resumen cinematográfico del año a lo largo de 3 capítulos, clasificados por zonas geográficas; el primero lo dedicaremos al cine español (que para eso es el nuestro), el segundo al cine del ámbito geográfico y cultural que se suele llamar Occidente (Europa y Estados Unidos), y el tercero al de los continentes o subcontinentes emergentes, Hispanoamérica, África y Asia (aunque en este último está Japón, que de emergente no tiene nada, sino que económicamente es Primer Mundo puro y duro…).

Este primer capítulo, entonces, como decimos, lo vamos a dedicar al cine español, que ciertamente ha tenido un año espectacular: hasta 11 películas hemos recopilado cuya visión nos parece recomendable, películas de toda laya, hechas en el centro pero también en las comunidades autónomas, con todo tipo de temáticas y estéticas, confirmando que nuestro cine vive uno de sus mejores momentos en muchos años; y eso se debe en parte, curiosamente, al auge de los llamados cines periféricos, que aportan, al menos, cuatro de esos once títulos. Nos permitirán que barramos para casa mencionando a la andaluza Te estoy amando locamente, la fresca reivindicación LGTBI de lo que hemos dado en llamar “el Stonewall de Sevilla”, la historia, en buena medida verídica, del movimiento gay que, en los albores de la democracia, a mediados de los años setenta, luchó por salir del armario, de la clandestinidad, luchó por poder amar a su manera sin tener que ocultarse por ello. Con dirección del malagueño Alejandro Marín y una interpretación absolutamente extraordinaria de Ana Wagener (amén del joven Omar Banana, toda una revelación), la película cuenta con 5 nominaciones a los Premios Goya, que refrendan el interés que ha suscitado.

De la otra punta de España, del País Vasco, nos ha llegado 20.000 especies de abejas, la ópera prima de la bilbaína Estíbaliz Urresola Solaguren, una primorosa filigrana que habla de sentimientos, y de cómo expresarlos, en una sociedad tan tópicamente reacia a ella como la euskalduna. Pero, sobre todo, habla de identidad, de identidad a una edad, la infantil, en la que todo se hace especialmente complicado, cuando la identidad transgénero se presenta de forma omnímoda, obsesiva, como si ese deseo de ser niña lo constituyera, en el fondo, todo, porque sin eso no hay nada. Premio a la mejor interpretación en Berlín para la pequeña Sofía Otero, la película nos ha descubierto un nuevo valor del cine vasco y, por ende, del cine español, una voz distinta, la de Estibaliz Urresola, que puede dar mucho juego. 15 nominaciones a los Goya así lo confirman…

Y viajando hacia el oeste, siempre en España, nos encontramos con otro buen título de cine español periférico, O corno, curioso por muchas circunstancias: producido por productoras gallegas, la dirige sin embargo una vasca, Jaoine Camborda, pero afincada en el país de Rosalía desde hace ya bastante tiempo, dando lugar a una curiosa mezcla vasco-galaica. La película, ambientada en los años setenta en la Galicia rural de la época, va de partera a la que alguien suplicante le pide que actúe como abortista, y cómo ese hecho desencadenará una serie de sucesos que le cambiará, literalmente, la vida. Contada de forma callada, sin aspavientos, sin alzar nunca la voz (como corresponde al cine gallego), la película obtuvo por primera vez la Concha de Oro en San Sebastián para una película dirigida por una cineasta española: han tenido que pasar 70 años para eso, que ya tiene guasa, por no decir otra cosa… Sorprendentemente, solo ha conseguido una nominación a los Goya, para la extraordinaria Janet Novás, bailarina de profesión, en su primera actuación ante una cámara (quién lo diría…).

Y en la otra punta de España, en Cataluña, se ha hecho Saben aquell, el muy peculiar y entonado biopic sobre el humorista catalán Eugenio, con dirección del madrileño David Trueba, la historia de este hombre triste que, a pesar de eso, hacía reír con su sola presencia, con un gran trabajo del dúo protagonista, David Verdaguer y Carolina Yuste. La cinta ha conseguido 11 nominaciones a los Goya, confirmando que es una de las películas españolas del año.

Pero es que del resto de las pelis hay alguna otra que también tiene su ramalazo periférico, como la estupenda Cerrar los ojos, el tan esperado regreso (tras 30 años de nada…) de Víctor Erice a la realización cinematográfica. Y es que esta primorosa pieza de orfebrería sobre el cine y la vida, sobre el tiempo y la memoria, tiene, aparte de coproducción andaluza, localizaciones en Andalucía, en las provincias de Almería y Granada, concretamente, y ha contado con un equipo artístico en buena parte andaluz (Manolo Solo, María León, Petra Martínez, Antonio Dechent…). 11 nominaciones avalan los méritos de esta sin duda inolvidable (por tantos motivos) película.

Muy madrileña es, eso sí, incluso muy de barrio castizo (por usar una terminología un tanto “vintage”), la nueva película de la vasca Arantxa Echevarría, Chinas, una aproximación a una realidad poco habitual en las pantallas españolas, la de varias niñas y adolescentes chinas, bien emigradas a España con sus familias, bien adoptadas, y cómo se relacionan, o quieren relacionarse, con las demás, con sus amigas, sean blancas o asiáticas, en una película que rezuma sensibilidad y que pone el foco, por primera vez, en las laboriosas familias del “chino” de la esquina, de ese bazar en el que a todas horas se puede ir a comprar cualquier cachivache, un microcosmos sin embargo hasta ahora ausente del cine español. La película de la directora vasca tiene 4 nominaciones a los Goyas, en buena parte a sus actrices chinas, toda una revelación.

Un amor es otro de los títulos del cine español de la temporada. Con dirección de la veterana Isabel Coixet, sobre la novela homónima de Sara Mesa, explora territorios desconocidos en un microcosmos rural, territorios que implican también deseos sexuales compulsivos, lo que despertará una cadena de recelos y odios en un entorno tóxico. Gran trabajo de la pareja protagonista, Laia Costa y Hovik Keuchkerian, ambos nominados al Goya, optando la película a un total de 7 estatuillas.

El cine español tiene hoy día también una vocación internacional, y para muestra cuatro botones: La sociedad de la nieve, la nueva peli de J.A. Bayona para Netflix, un auténtico prodigio de buen hacer con un tema tan vidrioso como el que subyace en aquella tragedia del accidente aéreo de 1972 en Los Andes, que además ha sido llevado en varias ocasiones a la gran pantalla, con formato de documental o de dramatización. Pero Bayona no solo sale indemne, sino que, a nuestro juicio, consigue la mejor película de su carrera. Candidata de España al Oscar a la Mejor Película Internacional, tiene 13 nominaciones a los Goya y fue Premio del Público en San Sebastián.

También Almodóvar tiene casi de siempre una vocación internacional, al ser nuestro director más considerado y reconocido en el resto del mundo, y por eso (y porque le apetecía, por supuesto) ha rodado el corto Extraña forma de vida, su particular homenaje al wéstern, bien que en clave gay, lo que no es muy habitual (pero no imposible) en el género de aventuras por excelencia, un género donde lo macho parece lo preponderante, pero no lo exclusivo, en un film que sabe a poco, en el que uno se queda con ganas de que le cuenten más cosas de esta atípica pareja enfrentada por la sangre pero arrejuntada por el sentimiento más volcánico que anida en el ser humano: el amor, por supuesto. Fiel a esa vocación internacional a la que aludíamos, el film está rodado en inglés con figuras del nivel de Ethan Hawke y Pedro Pascal, además de contar con la exquisita envoltura formal de los maestros Alberto Iglesias en la música y José Luis Alcaine en la fotografía.

Fernando Trueba es otro de nuestros cineastas reputados en el mundo: su Oscar por Belle époque ya lo situó internacionalmente en el mapa y desde entonces, aunque es cierto que su cine ha ido de más a menos, de vez en cuando nos sorprende gratamente; últimamente, además, esas sorpresas vienen como animación tradicional en 2 dimensiones, un formato inhabitual en un cineasta de acción real como suele ser él: ya lo fue con su deliciosa Chico & Rita, precioso acercamiento a los sones cubanos, y ahora vuelve a hacerlo (de nuevo con Javier Mariscal en la codirección) con Dispararon al pianista, que se acerca a la desaparición del famoso pianista brasileño Tenório Jr. en pleno apogeo del golpe de Estado de 1976 en Argentina, una atroz denuncia sobre otro caso más de brutal represión contra un artista. Rodada en inglés, con su amigo Jeff Goldblum como narrador de la historia, Trueba evidentemente busca no solo el mercado hispano, sino quizá, y sobre todo, el anglosajón.

¿Qué decir entonces de la deliciosa Robot dreams? La nueva película de Pablo Berger, que se prodiga tan poco (cuatro películas en veinte años…) es un bocado exquisito, una delicatessen de esas que un buen cinéfilo no puede rechazar: como si Philip K. Dick se hubiera dedicado a rodar pelis de animación, el film de Berger nos presenta, en un Nueva York ochentero (el Nueva York mítico), un perro que se compra un robot para no estar solo: la inversión de roles (el perro suele ser el animal de compañía, aquí será el amo del androide, expresión física de la tan cuestionada, y temida, Inteligencia Artificial) funciona admirablemente; pronto los sentimientos entre perro y robot serán inextricables, y cuando razones de fuerza mayor rompan esos lazos físicos, todos los esfuerzos de uno y otro estarán encaminados a volver a reunirse, en una historia que finalmente habla también de cómo hay un tiempo para cada cosa, y que los paraísos, por idílicos que fueran, no vuelven, en una obra mayor que, si los americanos no aprecian como deberían, es que realmente están perdiendo el buen gusto...

Ilustración: Una imagen de la película Cerrar los ojos, el esperado regreso a la dirección del cineasta vasco Víctor Erice.

Próximo capítulo: Lo mejor de 2023: cine europeo y norteamericano (II)