Enrique Colmena

Pues ya se ha desvelado la incógnita, aunque en este caso ha sido una incógnita que parecía tener clara su resolución: como se preveía, la gran triunfadora en la nonagésima sexta edición de los Premios de la Academia (vulgo Oscars), que tuvo lugar en el Teatro Dolby de Los Ángeles ayer día 10 de marzo (en Estados Unidos; en España era ya el día 11), edición de 2024, ha sido el drama Oppenheimer, el monumental biopic del atormentado científico J. Robert Oppenheimer, padre de la bomba atómica y hombre por ello atormentado hasta su muerte, además de acosado por el “establishment” cuando intentó poner límites a esa tecnología mortal de necesidad. La película, una de las componentes de ese díptico tan dispar pero unido por la fecha de su estreno, conocido como Barbenheimer (Barbie y Oppenheimer, obviamente), ha conseguido la bonita cifra de 7 Oscars, de los 13 a los que tenía opción, entre ellos los más importantes: Película, Dirección (Christopher Nolan), Actor Protagonista (Cillian Murphy), Actor de Reparto (Robert Downey Jr.), Banda Sonora Original (Ludwig Göransson), Fotografía (Hoyte Van Hoytema) y Montaje (Jennifer Lame). No ha arrasado, como algunos pensaban, creyendo que podría superar a las pelis que han conseguido más estatuillas (11 en total: Ben-Hur, Titanic y El Señor de los Anillos: El retorno del rey), pero sin duda ha sido la gran triunfadora, tanto en cantidad de premios como en importancia de los mismos.

La segunda en el podio ha resultado ser Pobres criaturas, la nueva película de ese “enfant terrible” (o sea, “tromeró paidí”, en su lengua natal) en que se ha convertido el griego Yorgos Lanthimos, esa fantasía en la que se deconstruye, muy libremente, el mito de Frankenstein, haciéndolo mujer y con muchas y sabrosas (también estrafalarias) aportaciones, film que se ha hecho con cuatro Oscars, a saber: Actriz Protagonista (Emma Stone), Maquillaje y Peluquería (nada más que la máscara con la que aparece el personaje de Willem Dafoe ya lo hubiera merecido), Diseño de Vestuario y Diseño de Producción.

La tercera posición entre los tres primeros le ha correspondido a la cinta británica La zona de interés, el film de Jonathan Glazer que se ha llevado los Oscars relativos a Película Internacional (aunque inglesa, está rodada enteramente en alemán) y Sonido, premios más que merecidos para esta desasosegante mirada hacia el Holocausto, visto premeditadamente en off, lo que acrecienta aún más el horror de aquella masacre sin sentido y sin entrañas.

El resto de los premiados se ha tenido que conformar con una estatuilla por cabeza: Los que se quedan, el film “feel good” de Alexander Payne sobre un profesor cascarrabias y un alumno díscolo que habrá de convivir durante unas vacaciones de Navidad, se ha llevado el premio a la Mejor Actriz de Reparto, para la afroamericana Da’Vine Joy Randolph; Barbie, la otra componente del dúo Barbenheimer, la película de Greta Gerwig que ha batido varios records en taquilla (mayor recaudación absoluta del año 2023, mayor recaudación de la Historia de una peli dirigida por una mujer, superando de largo los 1.000 millones de dólares), se ha llevado el Oscar a la Mejor Canción Original, por What Was I Made For?, de Billie Eilish; El chico y la garza, la película-testamento del maestro japonés Hayao Miyazaki, el creador del mítico Studio Ghibli, que se llevó el Oscar a la Mejor Película de Animación (dejando con ello sin premio a nuestra estupenda Robot dreams, de Pablo Berger); American fiction, la desprejuiciada visión sobre las relaciones entre blancos y negros en los USA, dirigida por Cord Jefferson, quien se llevó el Oscar al Mejor Guion Adaptado; y Anatomía de una caída, el notable thriller entreverado de drama (o viceversa) de la directora francesa Justine Triet, que se llevó el Oscar al Mejor Guion Original.

Cabría decir que ha podido ser injusto que algunos de los nominados se hayan ido de vacio, como Paul Giamatti por su estupendo personaje de Los que se quedan, o Lily Gladstone, que está espléndida en Los asesinos de la luna (por cierto, una de las grandes perdedoras de la noche: con 10 nominaciones, no consiguió ningún premio; vaya bofetada a la que quizá sea la última película de Scorsese como director...), o que nuestra La sociedad de la nieve no se haya llevado el galardón a la Mejor Película Internacional, pero realmente no se puede decir, o al menos no nos lo parece, que haya habido premios radicalmente injustos: el arte no es mensurable, no es como la carrera de 100 metros lisos, donde el mejor es, sin duda, el que la hace en menos segundos; en arte los criterios no se pueden pesar, medir ni contar, así que todo es mucho más subjetivo. Bien está, entonces, el reparto de premios, como lo habría estado si los hados (o sea, los académicos de Hollywood...) hubieran apuntado en otra dirección.

Eso sí, los Oscars, oficialmente, a través del presentador de la gala, Jimmy Kimmel, no dijeron ni media sobre el tema que fuera del Dolby Theatre era “el tema”, la manifestación de un buen número de ciudadanos que reclamaban a voz en grito el cese de la matanza de personas en Gaza. Solo algunos de los premiados aludieron al tema, pero la Academia, como tal, se puso de perfil: y es que, lamentablemente, el lobby judío sigue teniendo una importancia capital en los USA, y no digamos en el gremio de la farándula de Hollywood... Pues igual, exactamente igual que hay que abominar de la matanza sin nombre que perpetraron los nazis en los campos de concentración, matando a millones de judíos, hay que execrar la no menos horrísona masacre que ahora los judíos, o mejor el estado judío (porque estoy seguro que muchos israelíes se avergüenzan de ello), están perpetrando sobre un pueblo indefenso. Pero los intereses creados, ay, los malditos intereses creados...

Ilustración: Christopher Nolan, agradeciendo uno de los Oscars conseguidos por su película Oppenheimer.