In memoriam:
Don Dámaso Alonso, catedrático, de quien aprendí, en las aulas de la Complutense, la árida ciencia filológica como también sus sabias lecciones de estilística gongorina.
Don Jorge Guillén, poeta mayor del 27, por recibirme jubilosamente en su casa malagueña y desentrañar juntos sus variados poemas donde el cine hiciera acto de presencia.
Don Luis Rosales, joven miembro de la familia amiga de los García Lorca (en cuya casa Federico se refugió los días previos a su fusilamiento), por presidir una mesa redonda donde el poeta fue objeto de nuestros comentarios literarios y cinematográficos.
Introducción
La vanguardia nacida durante el primer tercio del siglo XX fomentó la interrelación de las artes y la mixtificación de sus plurales técnicas; el artista combinó diversos modos expresivos y simbolizó en el collage nuevas formas de representación.
Una dirección del vanguardismo fue aquella en la que, de una parte, el cine ejerció poderoso atractivo sobre los escritores y, de otra, la nueva literatura dejó sentir su influencia sobre el cinematógrafo tanto en la plástica de su última expresión muda como en la posterior sonora y audiovisual.
En efecto, la presentación del cine sonoro hacia 1927 y su posterior industrialización a partir de 1929 tuvo significativa repercusión en ciertos sectores de nuestra cinematografía y en la actividad de algunos literatos. La industria española solicitó obras y servicios de dramaturgos y novelistas que se pusieron a disposición de la misma; a su vez, la poderosa producción norteamericana, tanto en Estados Unidos como en Francia, contrató a numerosos profesionales para que filmaran títulos rodados previamente en inglés y, luego, en versión castellana, efectuaran la adaptación de diálogos; en definitiva, controlaran un producto orientado a espectadores sudamericanos y españoles.
Por otra parte, resulta sintomático comprobar cómo la expresividad de claros tintes vanguardistas se hizo evidente en la manifestación de algunos escritores que convirtieron su trabajo en un tipo de literatura preñado de referentes cinematográficos y en un modelo literario de novedosos componentes; ellos eligieron el cinema como rasgo distintivo de la modernidad y tomaron las figuras y hechos de la pantalla como recurso idóneo para contribuir a la mejor expresión de su literatura; para estos representantes de la burguesía ilustrada, el culto a la máquina, al automóvil, a la música de jazz, al psicoanálisis, entre otros elementos, se convirtieron en sus emblemas identificativos.
El contraste entre las posiciones intelectuales de las denominadas generaciones del 98 y del 27 evidencia el distinto entendimiento que sus miembros hicieron del Cinematógrafo. La capacidad perceptiva de los segundos frente a la menos desarrollada de los primeros convirtió a éstos en espectadores avezados, en entusiastas cantores de la joven técnica, en poetas y ensayistas de la nueva forma expresiva. En efecto, afirmaciones como las mantenidas por Maeztu: “No hay redención posible para el cine”; por Unamuno: “Es el cine, el fatídico cine”; por Machado (Antonio): “Invento de Satanás para aburrir al género humano”, contrastan con las ofrecidas por Rafael Alberti: "Yo nací -respetadme- con el cine"; por Francisco Ayala: "He sentido el cine, mi coetáneo, con amor, con encanto,..."; por Benjamín Jarnés: “El cinema se me antoja un espléndido regalo de los dioses”; por Vicente Huidobro: “El Cine... es el pensamiento mecánico”; por César Arconada: “el cinema es la expresión de lo moderno"; por Fernando Vela: “La butaca del cine es nuestro Clavileño de madera”, y por tantos otros incluidos en la llamada "generación del cine y los deportes". El número monográfico que La Gaceta Literaria (1, Octubre, 1928, nº 43) dedicó al cine simbolizaba el sentimiento de admiración que los jóvenes escritores mostraban hacia él; y es que la generación de Giménez Caballero, director de la publicación, y el Cine son hijos del mismo tiempo, "venidos a la existencia -poco más o menos- con el mágico espectáculo", como señaló el crítico Gómez Mesa.
Sin embargo, lejos de la unanimidad, voces como las de Gregorio Marañón o José Moreno Villa, entre otros, pusieron la nota discordante al regatearle capacidades a un recién nacido que necesitaba autonomía y madurez para poder codearse con las artes tradicionales o incapacitaba la mente femenina para distinguir entre la truculencia feliz de la ficción y la dura realidad cotidiana.
En cualquier caso, miembros coetáneos, aunque pertenecientes a generaciones diferentes, comenzaban a asimilar el influjo expresivo del nuevo medio. Pongamos algunos ejemplos: Pío Baroja escribía una curiosa “novela-film”; Ramón Pérez de Ayala acusaba el impacto de las técnicas fílmicas en sus obras y se convertía en cronista del cine sonoro; Eugenio D´Ors ejercía como analista de la estética cinematográfica y establecía sugerentes paralelismos entre cine y pintura.
Aspectos literarios y cinematográficos
Revistas
Las revistas cinematográficas y literarias ocuparon puesto destacado entre los diversos medios que contribuyeron a publicitar los valores del Cinema. Como ejemplo de las primeras podemos citar Popular Films (1926), Fotogramas (1926), La Pantalla (1927), Nuestro Cinema (1932) y Cinegramas (1934), entre otras. Sin embargo, nos interesan especialmente aquéllas que desde el ámbito literario entendieron el cinematógrafo como decisivo factor cultural y símbolo artístico de la modernidad.
El precedente establecido por Ortega y Gasset en la revista España al acoger la crítica y el comentario cinematográfico de Federico de Onís, Martín Luis Guzmán y Alfonso Reyes, firmantes con el pseudónimo de "Fósforo" (véase Criticalia: 4-VI-2015), continuó en Revista de Occidente con colaboraciones tan significativas como las de Fernando Vela (nº 23: “Desde la ribera oscura. Sobre una estética del cine” y 58: “Charlot” ), Antonio Espina (nº 43: “Reflexiones sobre cinematografía), Francisco Ayala (nº 70: “Indagación del cinema”), de Ramón Gómez de la Serna (nº 84: “Gravedad e importancia del humorismo”), de Antonio Marichalar (nº 95: “Potemkim, film piadoso” y 50: “Charlot solista”), de Guillermo de Torre (nº 119: “Un falso balance del arte nuevo”), junto a otras que aportaron los valores de la esencialidad cinematográfica, las peculiaridades de los cines nacionales, las relaciones entre las artes, los rasgos más significativos de intérpretes y cineastas.
Entre las revistas andaluzas, la onubense Papel de Aleluyas, cuyo comité directivo estaba integrado por Rogelio Buendía, Adriano del Valle y Fernando Villalón, publicó pocos pero elocuentes textos creativos: “Ducha y Cinema” (nº4), de Benjamín Jarnés, y “El cine de la Aleluya” (nº 6), de César M. Arconada.
Por lo que respecta a la sevillana Mediodía, desde el número VI se celebraba el apasionamiento con que la juventud local del año 1927 acogía "el arte seductor de la pantalla" donde se hacía presente tanto el "humorismo emocionante de Harold" como la "seducción felina de Douglas"; desde el XI, la firma de Giménez Caballero rubricó unas "fichas textuales" que se iniciaban, no por casualidad, con la denominada "Fotogramas"; y en el XIII, José Mª Quiroga Pla reivindica la decisiva influencia del cinema en la pintura de Maruja Mallo, cuyas estampas "podríamos llamar cinemáticas por el correlato pictórico con la sobreimpresión cinematográfica".
Más allá de la pura elucubración teórica, el grupo organizó proyecciones cineclubísticas, así como las denominadas cenas literarias; en algunas de ellas, los motivos cinematográficos tendrían continuidad con un homenaje a la actriz Pola Illéry, afortunada protagonista en el film de René Clair Bajo los techos de París; Alejandro Collantes organizó un festival: con barbas de guardarropía, dio ocasión a los jóvenes poetas para ejercer la lúdica bufonada. Tales actividades se convirtieron en nueva praxis cultural para aquellos amigos vanguardistas como Joaquín Romero Murube, Juan Sierra y Rafael Laffón.
Sin embargo, la revista que agrupó a los miembros de la generación y potenció la admiración por el cine fue La Gaceta Literaria. Su talante liberal actuó como aglutinante de la intelectualidad al tiempo que sirvió de nexo entre ésta y la generación precedente; su acendrada preocupación por los movimientos de vanguardia le hizo tener muy presente el cine entre sus escritos y actividades. Ernesto Giménez Caballero (su director desde 1927 a 1931) se erigió en apóstol de la nueva cultura y en reclutador de vocaciones literarias para quienes el cine gozaba de prioridades evidentes (véanse los artículos a él dedicados en Criticalia: 29/4-30/4-1/5, 2025).
Ya desde sus comienzos encomendó la colaboración cinematográfica a Buñuel; posteriormente, por medio de variados tratamientos, desde el ensayo a la poesía, desde la información a la encuesta, firmarían, entre otros, Guillermo de Torre, Miguel Pérez Ferrero, Antonio G. Solalinde, Julio Álvarez del Vayo, Benjamín Jarnés, Salvador Dalí, Rafael Alberti, Luis Gómez Mesa, Pío Baroja, Jean Epstein, y Luis Cardoza Aragón; los comentaristas ofrecieron opiniones sobre películas (Varieté, Metrópolis), estética y técnica (fotogenia, vanguardia, film arte/antiartístico), recursos expresivos (tiempo, personajes), etc.
Aparte del monográfico dedicado al Cinema, los bloques más sugerentes incluyeron tres significativas encuestas de variada temática; en la primera, contestada por los obreros de artes gráficas, se estableció la alternativa entre novela o cine; en la segunda, efectuada a obreros del transporte, el teatro era preferido al cine; la tercera tuvo como tema el carácter del sonoro. El cine americano y especialmente el cómico se convirtió en el preferido del grupo, pero lejos de aceptar a Charles Chaplin, que era entonces el más popular, convirtieron a Buster Keaton en el más admirado (sobre este cineasta y su excursión por España, véanse nuestros artículos en Criticalia: 06/09/ al 16/09/2019; para leerlos pulse en los siguientes enlaces: I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X y XI).
Ilustración: Foto tomada en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, en mesa redonda en la que intervinieron, de izquierda a derecha: Luis Rosales, Rafael Utrera Macías, Carlos Gortari y José Luis Ruiz. Moderó, Francisco Casado, fuera de campo.
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