Enrique Colmena

El estreno este verano de Padre no hay más que uno 3 (2022), la segunda secuela de la saga iniciada por Padre no hay más que uno (2019), nos permite la oportunidad de hablar de Santiago Segura, fundamentalmente en su faceta de director (también es actor, guionista y productor, como el buen cinéfilo sabe), en la que presenta sin duda una filmografía peculiar, que se puede dividir en dos partes claramente diferenciadas. La primera sería la monopolizada por la figura de José Luis Torrente, el agente de la ley (por decir algo…) más zarrapastroso que las pantallas, grandes o pequeñas, hayan presentado jamás, con permiso de la grasienta gabardina del teniente Colombo. Torrente, antiguo policía, ahora presunto detective privado, era una especie de vórtice en el confluían todos los defectos posibles del ser humano: desaseado hasta la guarrería, racista, machista, homófobo (aunque no le hacía ascos a “hacerse unas pajillas, pero sin mariconadas”), cobardica, gorrón, más vago que Bartolo, fantasmón, un tipo sin palabra… vamos, como para irse de cañas con él… Y encima del Atleti… Tenía algunas cosas buenas, eso sí, como su absoluta devoción por El Fary, con lo cual ya tenía parte de nuestra indulgencia ganada, y además sus películas nos permitieron volver a disfrutar del gran Tony Leblanc en pantalla, otro de los mitos de Segura.

Sobre la saga de Torrente publicamos el 15/03/2018 en CRITICALIA el artículo titulado Comedieta española: la caspa ni se crea ni se destruye. El torrentismo (1998-2014), que el lector puede consultar pinchando aquí. En él glosábamos la saga más asquerosa del cine español, que se inició con Torrente, el brazo tonto de la ley (1998), inesperado e inusitado éxito comercial, pero también una apreciable aportación a un cine ciertamente casposo pero que presentaba, bajo las cochambrosas vestiduras del “grotesque”, a un cierto tipo de personaje que entroncaba con la tradición del esperpento español; citar a Valle, a Berlanga y a Solana, en grado de feroz caricatura, quizá no fuera disparatado. Aquel envite se cerró con un éxito en todos los órdenes: económico (el que más interesaba a Segura, obviously…), convirtiéndose no solo en la película más taquillera del año, sino también de toda la Historia del Cine Español hasta aquel momento; pero también, sorprendentemente, artístico, con una mayoría de críticas positivas (recuerdo aún el titular de la crítica del llorado Ángel Fernández Santos: “Magnífica gracia burra”), y hasta consiguió dos Goyas, uno para Segura como Mejor Director Novel y otro para Leblanc como Mejor Actor de Reparto.

Tras ello se sucedieron las (probablemente) inevitables secuelas: Torrente 2. Misión en Marbella (2001) mejoraría aún más los datos económicos de la primera entrega, pero hizo evidente que habíamos entrado en una vorágine de rizar el rizo, de dar otra vuelta de tuerca en las (cuestionables…) cualidades de la primera parte, con aún mayor grado de cascarria, personajes todavía más friquis y situaciones lindando con lo lunático, por no decir con la marcianada. A partir de ahí, las tres secuelas posteriores, Torrente 3. El protector (2005), Torrente 4. Lethal crisis (Crisis Letal) (2011) y la postrera Torrente 5. Operación Eurovegas (2014), evidenciaron que aquello que en algún momento tuvo algún valor artístico, lo había perdido ya para los restos a lo largo de una inacabable ristra de insensateces.

Como suele suceder en estos casos, cuando hay un éxito que se reputa posible objeto de copia u homenaje (según se sea más o menos benévolo al cnsiderarlo), aquellas pelis de Segura sobre el escatológico Torrente tuvieron epígonos que intentaron reeditar, sin éxito alguno, las guarradas del exdetective privado; películas como Año mariano (2000), Carne de gallina (2001), Gente pez (2001) e Isi/Disi, amor a lo bestia (2004) (esta última con el propio Segura como protagonista, para que no hubiera dudas…), entre otras, buscaron, con elementos similares en cuanto a friquismo y a la llamada “comedia de fluidos”, con el tópico humor de “culo, caca, pedo, pis”, rentabilizar ese venero cochino que Segura había abierto con su Torrente, aunque como era de prever, con escaso éxito.

Entre las virtudes de Santiago Segura está la de no tener un pelo de tonto (de los otros anda también escaso, pero eso tiene mal arreglo, salvo oportuno viaje al Antiguo Imperio Otomano…), así que cuando se percató de que la saga torrentiana ya no daba más de sí, buscó un nuevo venero que le permitiera seguir con su exitosa carrera, al menos comercialmente hablando; cambió también su productora, dejando atrás Amiguetes Entertainment, que era la que había producido casi todos los Torrentes, y crea Bowfinger International Pictures, con la que empieza a tantear temas: el primero será el de los “remakes” de comedias de éxito en otros países, que no será el definitivo pero sí le permitirá encontrar su nueva veta: así, hace Sin rodeos (2018), versión de la chilena Sin filtro (2016), sobre una mujer a la que todos toman por el pito del sereno hasta que cierta circunstancia le permite tomar las riendas de su vida. Aquel primer envite se cerró con un modesto éxito comercial, lejos de las abultadas taquillas torrentianas, así que Segura, sin abandonar el sendero de los “remakes”, opta por variar ligeramente el tiro y hace uno con niños: así surge Padre no hay más que uno (2019), versión española de la argentina Mamá se fue de viaje (2017), en la que el antes zarrapastroso Torrente se troca en un relimpio padre de familia de clase media-alta, de familia numerosa, para ser más exactos: cinco tiernos (ejem…) retoños, entre la adolescencia y la infancia más infantil, si nos permiten el retruécano. Aquí Segura abandona el personaje torrentiano, pero mantiene algún tic, como ese tono de fatuo sabelotodo que era consustancial al expolicía. La peli se convierte en la película española más vista del año, con lo que Segura se encuentra, de nuevo, con un filón por explotar.

De esta forma, rodada antes de la pandemia, pero estrenada tras los tres meses de confinamiento que aquella primera ola conllevó, presenta en pleno verano Padre no hay más que uno 2. La llegada de la suegra (2020), en un tiempo en el que las salas de cine estaban de capa caída; el nuevo Segura da de nuevo en la diana comercial, y se convierte otra vez en el film español más taquillero del año, aunque parece evidente que la novedad del primer título aquí ya empieza a diluirse, y Segura comienza a introducir nuevos elementos, como la suegra, que dan juego pero no pueden ser más tópicos.

Así las cosas, y visto que el cine familiar “con niños resalaos” le funciona a las mil maravillas, Segura ensaya para las Navidades otro “remake” en la misma línea, pero con distinta historia original: es el momento de A todo tren. Destino Asturias (2021), versión española de la francesa Attention au départ (2021), que de nuevo vuelve a dar en la diana, aunque ahora el personaje encarnado por el propio director sea un probo padre entregado a su único hijo, sin sombra prácticamente de los muchos defectos de Torrente, aunque sí comparta con él cierta capacidad para meterse, sin querer, en todos los fregados habidos y por haber. Aunque aquí la familia no es numerosa, el protagonista, nuestro Santiago Segura, tendrá que lidiar con una amplia prole de niños de diferentes padres a los que acompaña/tutela durante un viaje al Principado del título, con la única ayuda de un botarate al que la palabra irresponsable se le queda más que corta… Otra vez la nueva franquicia da en la diana, convirtiéndose, una vez más, en la peli española más taquillera del año.

Ahora, con Padre no hay más que uno 3 (2022), Segura confirma dos cosas: una, que comercialmente la serie mantiene todo su vigor, con excelentes recaudaciones en las primeras semanas; y dos, que, como cabía esperar, la relativa novedad inicial va ya adocenándose y buscando que los entregados espectadores infantiles y sus papás, público objetivo de estos films, salgan con una sonrisa en los labios (y medio kilo de palomitas en los estómagos…), aunque tenga que seguir recurriendo a ideas sobadas y a continuar añadiendo personajes, en este caso otro suegro, lo que permite un curioso homenaje a la peli española familiar por excelencia, La gran familia (1962), incluyendo el famoso grito de “Chencho, Chencho” que hiciera popular el gran Pepe Isbert.

Como ya sucedió con la saga de Torrente, el éxito de este nuevo filón seguriano también ha dado lugar a una nueva estela de películas “con niños” que buscan reeditar el éxito del cineasta madrileño: títulos como Mamá o papá, Tengamos la fiesta en paz, Héroes de barrio y Mamá no enRedes, entre otros, parecen tener su origen, precisamente, en los laureles económicos cosechados por la última veta descubierta por Santiago.

Segura, como director de largometrajes, pero también como productor, y no digamos como actor, se ha convertido entonces, desde su debut en la primera de esas funciones, hace ahora casi un cuarto de siglo, en un fiable cineasta desde el punto de vista comercial (sus nueve largos como director –aparte de Padre no hay más que uno 3, aún en fase de explotación—han recaudado casi 120 millones de euros; fuente: página del Ministerio de Cultura), aunque ciertamente desde un punto de vista artístico el balance no se pueda considerar brillante.

En cualquier caso, y dado el rampante descenso (si se nos permite el oxímoron) en la calidad y la profundización en la guarrería sin contenido de la serie torrentiana, bienvenido sea, aunque con todas las reservas del mundo, este aterrizaje seguriano en los terrenos del almíbar familiar e infantil: al menos así no nos darán arcadas…


Ilustración: Una imagen de la escena de Padre no hay más que uno 3 en la que se homenajea La gran familia.