Cerramos hoy esta tetralogía sobre los intérpretes argentinos que emigraron a España, bien obligados por la persecución política durante la dictadura militar, bien por causas económicas. Si en las dos entregas anteriores, dentro de esta segunda motivación, habíamos glosado a los actores veteranos y maduros, en este último capítulo nos centraremos en los más jóvenes.
El caso más peculiar quizá sea el de Alberto Ammann, en el que se dan varias circunstancias curiosas: nacido en 1978 en la Córdoba argentina, sus padres se mudaron a España siendo él un bebé, ante los problemas de la familia con el represor régimen militar. Aunque el clan regresó tras la caída de la dictadura, el joven Alberto, ya más crecido, volvería a España, su segunda casa, para su formación. Aquí aprendió del maestro Juan Carlos Corazza. De esta forma, lo cierto es que Ammann es casi más español que argentino: su acento lo delata, hasta el punto de que, cuando hace cine en Argentina, tiene que camuflar su habitual habla hispana. Empezó en 2008 en el mundo del audiovisual, en España, para ya en su segundo trabajo, Celda 211 (2009), dar el campanazo, en un thriller de ambiente carcelario que sería una de las películas del año. Con dirección de Daniel Monzón, el film consiguió 8 Goyas, entre ellos el de Mejor Actor Revelación para Ammann, que de esta forma pudo decir, a la manera del dicho popular español, que lo suyo fue llegar y besar el santo.
A partir de ahí, Alberto Ammann desarrollará una interesante carrera fundamentalmente en España, aunque también en su país natal, e incluso estará en varios proyectos internacionales. Dentro de su trayectoria en España será el protagonista de Lope (2010), producción española dirigida por el brasileño Andrucha Waddington, biopic sobre los años jóvenes de Lópe de Vega, aunque el escritor aquí parecía más saltimbanqui; estará también, en un personaje secundario, en Eva (2011), fascinante historia de ciencia ficción sobre la inteligencia artificial y su posible implicación emocional con el ser humano, en una notable película del catalán Kike Maíllo; en Invasor (2012) Alberto se apuntó al cine “de testosterona”, en un film de corte bélico ambientado en la guerra de Irak (aunque rodada en Canarias), dirigido por el especialista en el género de acción Daniel Calparsoro, con el que repetirá en Combustión (2013), en el mundo de las carreras ilegales de coches; estará también en la serie televisiva Apaches (2015-2017), uno de cuyos creadores era también Calparsoro. En su país, Argentina, Alberto Ammann ha hecho por ahora poca cosa: estuvo en Tesis sobre un homicidio (2014), el sobresaliente thriller de Hernán Golfrid, en el que el guion justificaba su escaso acento porteño por haber vivido en España, donde daba vida a un personaje con interesantes dobleces, en un formidable duelo con Ricardo Darín; y estará también en Betibú (2014), curioso thriller a las órdenes de Miguel Cohan.
Pero Alberto tiene también una ya más que entonada carrera internacional. Así, estará en Mindscape (2013), thriller rodado en inglés bajo la dirección de Jorge Dorado, compartiendo reparto con gente tan buena como Mark Strong, Brian Cox y Taissa Farmiga; también intervendrá en el thriller de conspiración política La deuda (2015), para el director Barney Elliott, de nuevo en buena compañía actoral: Stephen Dorff, David Straithairn; Alberto incluso estará en la serie de moda de Netflix, Narcos (2015-2017) y en su “spin-off” Narcos: México (2018), lo que lo ha hecho popular en todo el mundo. Por fin, por ahora su último empeño es la serie norteamericana de ciencia ficción Marte, que se ambienta en la supuesta futura primera expedición terrestre al planeta rojo. Está claro que Ammann ha conseguido un relevante puesto en cine y televisión mundiales y, si sabe gestionar su carrera, puede dar muchos días de gloria a su país natal, Argentina, y al de adopción, España.
El caso de Rodrigo de la Serna es distinto. Este bonaerense nacido en 1976 ha vivido en su país casi toda su vida, salvo algunos excursos que comentaremos. Actor de teatro desde su primera juventud, sus primeras apariciones en pantalla datan de 1995. En El mismo amor, la misma lluvia (1999) hará su primera incursión en cine, en un pequeño papel en la comedia de Campanella; también estará en un personaje episódico en la romántica Nueces para el amor (2000), de Alberto Lecchi. Continuará apareciendo en series televisivas hasta que da un salto cualitativo en Diarios de motocicleta (2004), coproducción multinacional dirigida por Walter Salles, sobre los años jóvenes y aún no revolucionarios del “Che” Guevara, encarnado por Gael García Bernal, incorporando Rodrigo el personaje coprotagonista; el film tiene notable éxito internacional y consigue el Oscar a la Mejor Canción Original para Jorge Drexler. A partir de ahí su carrera cobra altura, estando en el percutante thriller Crónica de una fuga (2006), de Israel Adrián Caetano, y en la popularísima serie televisiva Hermanos y detectives (2006), con el pequeño niño actor Rodrigo Noya, que tendría incluso una versión española, en la que ya no estará De la Serna. Participa después, en un pequeño papel, en Tetro (2009), que supuso el retorno de Francis Ford Coppola a la dirección. En San Martín: El cruce de los Andes (2011) interpretará al general San Martín, uno de los libertadores de América, a las órdenes de Leonardo Ipiña. Tras varias series más, Rodrigo de la Serna será Jorge Bergoglio en Llámame Francisco: la vida de un Papa (2015), en una producción italiana de Daniele Luchetti pero rodada fundamentalmente en Argentina.
Tras hacer Inseparables (2016), versión adaptada al paisaje argentino del popular film francés Intocable, De la Serna trabaja por primera vez en el cine español en el thriller Cien años de perdón (2016), bajo la férula de Daniel Calparsoro, donde llama la atención por la fuerza que imprime a su personaje, un tipo sanguíneo, volcánico y con tendencia a la violencia exacerbada y gratuita. Esa primera experiencia en España no será la última: estará también en la costeada comedia Yucatán (2018), de Daniel Monzón, donde confirma su versatilidad en un personaje muy distinto al de su debut en el cine español, y también en la tercera temporada de la exitosa serie televisiva La casa de papel. De la Serna es un actor que tiene facilidad para hacer buenos villanos, pero también con la versatilidad adecuada para cualquier tipo de papel, en drama o comedia.
El caso de Pablo Echarri no es demasiado diferente. Nacido en una población del Gran Buenos Aires en 1969, se inició en el teatro. Debutó, como muchos colegas, en una serie televisiva, allá por 1993, medio en el que se desempeñó con frecuencia, en papeles generalmente considerados de galán, dada su apostura. A finales de siglo comienza a trabajar también en cine, en films como Héroes y demonios (1999), de Horacio Maldonado, lo que le permite estar en el elenco principal de una de las películas importantes de la época, el thriller Plata quemada (2000), de Marcelo Piñeyro, donde coincide con varios de los actores más interesantes de su generación, como Leonardo Sbaraglia y el español Eduardo Noriega.
En ese tiempo, impelido por el desastre del “corralito” en Argentina, Pablo hace su primera incursión en el cine español, el thriller de terror No debes estar aquí (2002), con dirección de Jacobo Rispa; posteriormente estará también en el drama laboral El método (2005), sobre la competitividad en las empresas llevada al extremo, en una película española ambientada en Madrid, pero dirigida por el argentino Marcelo Piñeyro, donde Echarri compartió reparto con lo más granado de la interpretación española de la época: Eduard Fernández, Najwa Nimri, Ernesto Alterio, Eduardo Noriega, Adriana Ozores, Carmelo Gómez... Tras esta película en España, Pablo vuelve a su país y, por ahora, no ha vuelto a reincidir a este lado del Atlántico, aunque no sería descartable que lo volviera a hacer; en su tierra ha hecho entre tanto la serie televisiva Montecristo, de gran éxito en toda Hispanoamérica, pero también algunas películas interesantes, como Las viudas de los jueves (2009), de Piñeyro, y Cuestión de principios (2010) y Al final del túnel (2016), ambas de Rodrigo Grande. Será incluso el general San Martín en Belgrano (2010), de Sebastián Pivotto.
Joaquín Furriel tiene una trayectoria parecida a la de Pablo Echarri. Nacido en 1974 en el Gran Buenos Aires, se inició en la televisión en 1996 en telenovelas en las que cosechó éxito; entre ellas estaría la mentada Montecristo. En cine estará en algunos films no muy distinguidos, como Verano maldito (2011), para después formar parte del elenco de la serie televisiva Entre caníbales (2015), creada por Juan José Campanella. A mediados de esta década es llamado por el cine español para ser uno de los atracadores de la banda de Cien años de perdón (2016), el thriller de Daniel Calparsoro, en el que Furriel encarna un ladrón especialmente estúpido, un imbécil integral que pone en peligro el golpe. Ello le permitirá estar en varios films españoles, como El árbol de la sangre (2018), de Julio Medem, el drama minero Enterrados (2018), de Luis Trapiello, con Candela Peña, y la disparatada comedia Taxi a Gibraltar (2019), de Alejo Flah, confirmando así sus dotes para este género. Entretanto, en su país el nivel de las películas en las que ha intervenido recién ha mejorado a ojos vistas, estando en Las grietas de Jara (2016), de Nicolás Gil Lavedra, junto a Óscar Martínez, y La quietud (2018), de Pablo Trapero.
Ricardo “Chino” Darín, es, como parece obvio, hijo del gran Ricardo Darín. El Chino Darín nació en San Nicolás de los Arroyos en 1989. Empezó en televisión en 2010, para inmediatamente hacer su primer film, la coproducción hispano-argentina En fuera de juego (2011), comedia dirigida por el valenciano David Marqués y con reparto de ambos países. Tras varios films sin pena ni gloria, como Muerte en Buenos Aires (2014) y Pasaje de vida (2015), es llamado para el elenco actoral de la serie televisiva española La embajada (2015), junto a Belén Rueda, que le da a conocer al público hispano. A partir de ahí su presencia en films españoles será habitual; estará en La reina de España (2016), de Fernando Trueba, que se estrelló en taquilla por una metedura de pata de su director; la extravagante comedia Las leyes de la termodinámica (2018), de Mateo Gil; el drama La noche de 12 años (2018), ambiciosa coproducción a varias bandas, con dirección de Álvaro Brechner, sobre la reclusión sin juicio del que sería presidente de Uruguay Pepe Mújica; y el thriller fantástico Durante la tormenta (2018), de Oriol Paulo, junto a Adriana Ugarte. El Chino Darín es una firme promesa del cine argentino que hace cine también, afortunadamente, en España: es bueno en drama, comedia o thriller: y es que los genes, a veces, tienen estas cosas...
Ilustración: Rodrigo de la Serna en una imagen de Yucatán (2018), comedia de Daniel Monzón.