Enrique Colmena

[Sugerimos la lectura previa de las anteriores entregas de esta serie de artículos, pulsando en estos enlaces: I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII.

Así mismo, el lector interesado en el cineasta sevillano puede también consultar en Criticalia el artículo titulado Manuel Summers: bajo el disfraz del francotirador insolidario, del que es autor el catedrático Rafael Utrera Macías.]


Otra de las constantes, a nuestro parecer, del cine de este polifacético artista que fue Manuel Summers sería su rabiosa MODERNIDAD. A modo de ejemplo, hoy día es corriente ver escritos en pantalla los textos de los WhatsApp que se intercambian los personajes; pues Summers, en películas como No somos de piedra, utilizaba los “bocadillos” típicos de las viñetas para, también en pantalla, reflejar los pensamientos de sus personajes, mayormente el del protagonista, ese “salido” de manual que componía extraordinariamente Alfredo Landa.

No queda ahí la cosa: ¿qué película podríamos mencionar en la que aparecieran conjuntamente algunas características de directores tan dispares como Mariano Ozores, Jean-Luc Godard y Pier Paolo Pasolini? Pues esa película es Por qué te engaña tu marido, la libérrima adaptación del relato homónimo de Wenceslao Fernández Flórez que, evidentemente, por temática (españolito “salido” deseoso de sexo a todas horas) entroncaría con el landismo y, por tanto, con Mariano Ozores, su máximo “cultivador”. Pero es que, por otro lado, la película de Summers presenta una originalidad absolutamente inusual en el cine español, cual es que los títulos de crédito son declamados de viva voz por el cura y el monaguillo de la boda; es decir, no hay créditos escritos, sino que el sacerdote va preguntando al acólito por los participantes en la película, con sus correspondientes oficios, a lo que éste le va respondiendo en cada caso: “Interpretación: Alfredo Landa, Laly Soldevila, Esperanza Roy...”, mientras vamos viendo a esas personas y al resto del equipo técnico y artístico en pantalla, bien como protagonistas de la ceremonia, bien como invitados de ésta. Pues una genialidad parecida la haría Godard en la presentación de su película Le mépris (El desprecio), declamando en off al comienzo del film los principales intérpretes y técnicos. Pero es que también Pasolini haría, en Uccelacci e Uccelini (Pajaritos y pajarracos), algo similar, al presentar los créditos del film sin aparecer escritos en pantalla, sino, literalmente, cantados, terminando con un divertido “Dirigiéndola, arriesgó la reputación, Pier Paolo Pasolini”... Pues nuestro Summers aportaría con esta peculiarísima presentación otra forma muy original de darnos a conocer los participantes en su película, algo que, desde luego, nadie había hecho, ni hizo nunca, en el cine español de la época.

No será el único rasgo de modernidad de ese film, sino que habrá más, como toques de vanguardista metalenguaje, con ese Emilio Laguna dirigiéndose a cámara directamente al comienzo del film, identificándose como amigo del director, y comiéndose un plátano en directo, cuya cáscara incívicamente arrojada al suelo tendrá luego un papel determinante en la conclusión del film. Pero la cosa no se queda ahí, sino que el propio Laguna, como narrador omnisciente, tras un final en el que el personaje de Landa pone pies en polvorosa ante la nueva bella de turno, propone un final alternativo, otro final más agradable para el público medio, y así lo presentan, como un final más edulcorado, claramente en clave irónica, cuando no sarcástica. Hoy día se habla de la modernidad de los finales no cerrados; pues Summers ya hacía algo parecido medio siglo atrás...

Pero quizá el momento más extraño de Por qué te engaña tu marido, y también el más avanzado para su época, tendrá lugar en varias de las escenas en las que vemos al personaje de Landa, en su imaginación, en la supuesta relación que establece con la chica hippie que encarna Patty Shepard: algunos de los compañeros ideológicos de la chica aparecerán en varias ocasiones gritando “maldigo a mis padres, maldigo a mis madres”. Lo de “madres”, en plural, es literal: hoy día no es extraño hablar de “madres” como progenitoras en plural de una única persona, pero en 1969 era, cuando menos, curioso. Pero lo realmente llamativo del caso es que una frase lapidaria y brutal no demasiado lejana a esa se estaba filmando en ese mismo año a 2000 kilómetros de distancia, en una película de Pasolini, la tremenda Porcile (estrenada años después en España como Pocilga), en la que el personaje de Pierre Clementi gritaba estentóreamente, tres veces seguidas, “Io ho ucciso mio padre, ho mangiato carne umana e tremo di gioia”, o, lo que es lo mismo, “He matado a mi padre, he comido carne humana, tiemblo de alegría”, en una desaforada película contra la intolerancia paterna que en la muy humilde cinta de Summers encontró una inesperada resonancia; el hecho de que ambas se rodaran prácticamente a la vez evidencia que, como decía Umberto Eco, estamos ante un raro caso de “poligénesis”, de la creación simultánea de contenidos con cierto parecido, aunque en el caso del film español, dada la falta de libertad del régimen franquista, se vio mucho más limitada en su expresión. Por supuesto, una frase como esa de “maldigo a mis padres, maldigo a mis madres”, debió dejar en “shock” a la España de 1969, una España ultracatólica que seguía manteniendo el cuarto mandamiento, el de “honrarás a tu padre y a tu madre”, como uno de sus valores de referencia más señeros.

Hablando de modernidad, hoy se habla de la Autoficción como el no va más de lo moderno; los cineastas más adelantados, más atrevidos, nos presentan pasajes de su propia vida más o menos fantaseada, de tal manera que no sabemos si lo que se nos cuenta es verdad, mentira, o las dos cosas a la vez. Pues Summers hizo esto ya a mediados de los años ochenta, en Me hace falta un bigote, en el que lo veremos en su casa, con sus hijos y amigos, y en pleno proceso creativo de esa misma película en la que él aparece como guionista y director, pero también contándonos cómo fue (o cómo quiere él hacernos creer que fue...) la génesis de la historia.

Aún habrá más: al comienzo de La Biblia en pasta vemos al propio Summers dirigiendo los primeros ensayos, literalmente en medio del campo, con sus pencos actores, casi ninguno de ellos profesionales, declamando estos torpemente sus diálogos, mientras el director les da instrucciones y se monda de risa por la forma en la que sus peculiares intérpretes afrontan sus personajes bíblicos. Así que todos los que ahora hacen autoficción y parece que son “lo más de lo más”, que sepan que Summers ya lo hacía cuarenta años atrás...

Otra de las tendencias que vemos con frecuencia en el cine de Summers es la de un REALISMO con cierta tendencia al COSTUMBRISMO, que veremos especialmente en aquellos films no estrictamente humorísticos del sevillano (aunque ya hemos visto que, de una forma u otra, casi siempre afloraban algunos rasgos de comicidad). Pero ese realismo de raíz costumbrista estará, sin duda, en sus primeros títulos, en Del rosa... al amarillo, tanto en el segmento infantil, donde asistiremos a juegos y rutinas típicas de los críos, como en la parte de los ancianos, donde también se nos mostrará el día a día de un asilo; aunque quizá el film realista y costumbrista por antonomasia de Summers sea La niña de luto, con esas costumbres hechas ley de la Andalucía profunda de la época, con esa descripción de los hábitos cotidianos de una localidad rural de los años sesenta.

En el “pack” infantil/adolescente este tratamiento artístico abunda, con los usos y costumbres de los niños protagonistas y sus familias, y no digamos en los dos documentales puros de Summers, Urtain, el rey de la selva... o así, y por supuesto en Juguetes rotos, que es puro realismo, incluso puro naturalismo, un poco a la manera de Émile Zola, con ese acercamiento cómplice, pero también melancólico, a los viejos ídolos que sestean añorando su gloria mientras esperan la llegada de la muerte.

Otra de las peculiaridades habituales del cine de Summers es lo que podríamos denominar el hecho de que, probablemente a veces sin pretenderlo, sus películas se pueden agrupar perfectamente por CONJUNTOS TEMÁTICOS Y/O ESTÉTICOS. Así, casi todos los films del cineasta sevillano se pueden asociar con otros; veamos: Del rosa... al amarillo y La niña de luto, tanto por su temática a la vez de realismo y romanticismo como por su origen (recordamos que inicialmente Summers pretendía hacer un film de tres segmentos con esas tres historias), parece claro que se pueden agrupar en un solo paquete. Los dos films que podríamos llamar del protolandismo, antecedentes, aunque muy superiores, al cine del landismo, No somos de piedra y Por qué te engaña tu marido, podrían perfectamente también ser considerados como un dúo, porque tienen la misma intención, evidentemente comercial, pero también una misma vocación creativa, con un tratamiento que ya hemos visto rebosaba modernidad.

Ya hemos hablado de lo que llamamos “pack” infantil y juvenil, otro conjunto homogéneo de películas, que estaría compuesto por Adiós, cigüeña, adiós, El niño es nuestro, Ya soy mujer, Mi primer pecado y, por último, Me hace falta un bigote, que llegó cuando nadie lo esperaba, un poco de penalti (qué propio esto, dado que hablamos de Summers...). Juguetes rotos y Urtain, el rey de la selva... o así formarían el díptico documental summersiano, mientras que el nexo de unión entre los films de la trilogía de cámara oculta iniciada por To er mundo e güeno es más que evidente, así como el díptico a mayor gloria de Hombres G, Sufre mamón y Suéltate el pelo, tiene un tono y una temática similar. Pero es que incluso hay películas que, siendo una sola, tenían vocación de ser más, como El sexo ataca (1ª jornada), cuyo contenido entre paréntesis ya anunciaba que habría “otras” jornadas, que finalmente no llegaron, o La Biblia en pasta, a cuyo final se decía que la historia continuaría con la nonata "La Biblia en verso". En ambos casos, unas taquillas poco acordes con lo esperado truncaron esas continuaciones.

Ilustración: Cartel de ¿Por qué te engaña tu marido?, uno de los films de Summers en las que aparecen rasgos de inusitada modernidad.

Próximo capítulo: “Una película de Summers”: análisis del cine dirigido por Manuel Summers. Constantes: Autoconsciencia autoral, Heterodoxia, Colaboradores. Epílogo (y X).