Enrique Colmena

La ceremonia de entrega de los trigésimo séptimos Premios Goya, que concede la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España (más abreviadamente conocida como Academia de Cine), tuvo lugar ayer sábado 11 de febrero, en el Auditorio Andalucía del complejo Fibes, en Sevilla, que fue sede de esta gala por segunda vez en su historia, tras la que aconteció en 2019.


La noche de Saura

La noche estuvo atravesada prácticamente en toda su extensión (más de tres horas, como ya es plúmbea tradición...), por el sentimiento de pesar por la recentísima muerte de Carlos Saura, uno de los grandes cineastas españoles de todos los tiempos, y al que precisamente en la ceremonia se le iba a entregar el Goya de Honor. Cabría preguntarse cómo es que la Academia ha tardado 37 años en darle un premio al que, evidentemente, era merecedor desde el minuto uno de la creación de este ente; también es cierto que Saura tenía ya dos Goyas en su poder, por Mejor Director y Mejor Guion Adaptado por ¡Ay, Carmela!, allá en el lejano 1991. Pero, al margen de esta cuestión, la gala fue, sobre todo, un gigantesco homenaje a la enorme figura de quien lo ha sido todo en nuestra cinematografía, adalid del Nuevo Cine Español, impenitente luchador, con sus películas, contra el régimen liberticida de Franco, y después constante explorador de nuevos senderos. La larguísima ovación, que todo el público del Auditorio Andalucía, puesto en pie, tributó a la viuda y dos de los hijos del cineasta, presentes en el escenario, fue el emocionado colofón, el tributo entrañable que el cine español le dedicó a uno de sus más preclaros hijos. Pero no solo ese momento: la canción Porque te vas, de Jeannette, íntimamente vinculada a una de las más conocidas películas saurianas, Cría cuervos, sería hermosamente cantada con todos sus avíos en una de las (en general bastante buenas y atinadas) actuaciones musicales, e incluso Juliette Binoche la canturreó en el discurso de agradecimiento por su Goya Internacional. Otros, como Lolita en el homenaje a su madre Lola Flores en su centenario, también rindieron emocionado tributo al maestro del cine.


El podio ganador

Fue, como decimos, sobre todo, la noche de Carlos Saura, Goya de Honor a título póstumo, pero fue también, sin duda, la noche de As bestas, la película hispano-francesa de Rodrigo Sorogoyen, que se alzó nada menos que con nueve “cabezones”, entre ellos los más importantes: Película, Dirección, Guion Original, Actor (Denis Ménochet), Actor de Reparto (Luis Zahera), Música, Montaje, Fotografía, Sonido. Fue incontestable su triunfo, si bien es cierto que contaba con 17 nominaciones, con lo que su ratio de premios estuvo ligeramente por encima del 50%. La película de Sorogoyen nos parece una muy merecida ganadora, en un año que, como bien repitió casi todo el mundo al que se le puso un micrófono por delante, ha resultado especialmente bueno, en términos de calidad, para el cine español, con un apreciable puñado de estupendas películas, cualquiera de las cuales podría haber sido la ganadora de la noche. Se felicitaron muchos también por la gran afluencia de mujeres en casi todas las categorías, pero también, como hizo Susi Sánchez, se reclamó que esa tendencia siga “in crescendo”, buscando la plena igualdad con sus colegas los varones, a los que se les pidió expresamente su complicidad para ello.

Resulta sorprendente el hecho de que Ménochet, actor francés sin relación con España más allá de su protagonismo en esta película, se impusiera a pesos pesados de la interpretación masculina española como Luis Tosar y Javier Gutiérrez, o jóvenes que ya no son promesas sino realidades, como Miguel Herrán y Nacho Sánchez, pero ello confirma, o nos lo parece, que en estas cuestiones los académicos no se mueven por amiguismos sino por algo parecido a la neutralidad o la objetividad, esas utopías.

Modelo 77, que venía de arrasar en los Premios Carmen del cine andaluz, se tuvo que “conformar” con solo cinco Goyas, todos ellos de carácter técnico, lo que en el argot cinéfilo se suele llamar “de pedrea”: Dirección de Producción, Dirección de Arte, Diseño de Vestuario, Efectos Especiales, Maquillaje y Peluquería. El film de Alberto Rodríguez hubiera merecido más reconocimientos, pero era evidente que era la noche de As bestas, como las quinielas y los rumores pronosticaban. En cualquier caso, esos cinco trofeos ratifican la extraordinaria valía no solo del gran cineasta sevillano, sino del compacto equipo técnico mayoritariamente andaluz que mantiene desde hace años y que funciona como una maquinaria perfectamente engrasada, consiguiendo productos tan estupendos como este drama carcelario de epílogo tan emocionado y emocionante.

Cinco lobitos ocupó el tercer escalón del imaginario podio de los galardonados, con 3 Premios Goya, a saber: Mejor Dirección Novel (Alauda Ruiz de Azua), Mejor Actriz Protagonista (Laia Costa), Mejor Actriz de Reparto (Susi Sánchez). Aunque el lector de Criticalia sabe de nuestras reticencias sobre la película, es evidente que se trata de un debut muy afortunado, sabiendo tocar teclas muy interesantes, con una maternidad de dos direcciones que la cineasta vasca ha sabido captar muy bien.


El resto (no) es silencio

El resto fue ya pasto de francotiradores: La consagración de la primavera se llevó el Goya al Mejor Actor Revelación, para Telmo Irureta, él mismo discapacitado y reivindicativo (“Nosotros existimos y también follamos”, dijo en su sentido “speech” de agradecimiento); Cerdita obtuvo el relativo a Mejor Actriz Revelación, muy justamente para Laura Galán, que se marcó también una reivindicación contra la gordofobia y el acoso; Un año, una noche consiguió el de Mejor Guion Adaptado y permitió a su director, Isaki Lacuesta, agradecer que la Academia les haya sacado del “underground”; Sintiéndolo mucho, el documental de Fernando León de Aranoa sobre Joaquín Sabina, obtuvo el Goya a la Mejor Música en comandita para el cantante jienense y Leiva; en los premios internacionales, Argentina, 1985 se llevó, como se preveía, el de Mejor Película Iberoamericana, y la escandinava La peor persona del mundo el de Mejor Película Europea.

“El corto es cine”, como decía tan atinadamente la chapa que se repartió a la entrada del Auditorio a los participantes en la gala, y también ese formato tuvo sus premios: el de Mejor Corto de Ficción fue para Arquitectura Emocional 1951, el Mejor Corto Documental, para Maldita. A love song to Sarajevo, y el Mejor Corto de Animación, para Loop. En cuanto al Mejor Largometraje de Animación, fue para Unicorn Wars, y el Mejor Documental para Labordeta, un hombre sin más, sobre el famoso cantautor, poeta y político, entre otras facetas, ya fallecido.


Irse de vacío...

Y si la gran ganadora fue As bestas, la gran perdedora fue, sin duda, la catalana Alcarràs, la segunda película de Carla Simón, ganadora del Oso de Oro en Berlín, que optaba a 11 Goyas y se fue a casa sin ninguno, algo poco comprensible cuando la propia Academia, hace unos meses, la había elegido como representante de España en los próximos Oscars. También se fueron de vacío, aunque menos contundentemente, la estupenda En los márgenes, con 5 candidaturas, la taquillera Los renglones torcidos de Dios, con 6 opciones, y la vasca Irati, con otras 5 nominaciones.


El asalto de los cines periféricos

Aparte de que fue, como decimos, la noche de Saura, nos parece que esta 37 edición ha sido también aquella en la que los cines periféricos han tomado al asalto los Premios Goya; veamos: As bestas tiene producción mayoritariamente catalana, está ambientada en Galicia y parte de los diálogos están hablados en gallego; Modelo 77, aunque de producción mayoritariamente madrileña, cuenta con un equipo técnico y de realización al mando de andaluces: Alberto Rodríguez, Álex Catalán, Gervasio Iglesias, José M. García Moyano, Julio de la Rosa, Pepe Domínguez del Olmo, Manuela Ocón, Yolanda Piña...; Cinco lobitos, que cierra el imaginario podio que citábamos, está coproducida por una productora vasca, sus personajes son vascos y parte del rodaje se llevó a cabo en Euskadi, hablándose también parcialmente en euskera; incluso las pelis que se han llevado un único premio de consolación tienen raíces en la periferia española: La consagración de la primavera es una coproducción vasco-andaluza; Cerdita está rodada en Extremadura, con personajes que remiten directamente a la España rural, la España profunda; Un año, una noche es coproducción catalano-gallega y está ambientada, además de en París, en Cataluña; por último, para no hacer más larga esta lista, que ya nos parece suficientemente demostrativa, recordemos que Unicorn Wars es coproducción vasco-gallega (además de francesa), y Labordeta, un hombre sin más es una producción aragonesa al ciento por ciento.

Así que, efectivamente, los cines periféricos han tomado al asalto los Premios Goya, confirmando con ello la pujanza del cine español, que ya no se crea solo en Madrid o, todo lo más, en Barcelona, sino que se puede producir y rodar en otros muchos sitios de España, y con frecuencia en las otras lenguas españolas que se hablan en nuestro país y lo enriquecen con su diversidad.


Los presentadores que presentaron poco...

Dejamos para el final el tema de los presentadores. Este año, quizá escaldados ya de que desde hace bastantes años estos salen (metafóricamente) apaleados, se ha optado por una pareja de presencia muy limitada, la inevitable presentación inicial y un monólogo individual cada uno de ellos en el transcurso de la gala, además de un breve epílogo a modo de despedida. Hombre, es cierto que Antonio de la Torre, un actor como la copa de un pino, se curó en salud diciendo la verdad, y es que no es gracioso, y aquí, aunque largó su papel con soltura, la verdad es que gracia hizo más bien poca. Vale decir lo mismo para Clara Lago. Así que bien está que se hiciera de la necesidad virtud y se procurara acorazar a los presentadores reduciendo su presencia en el escenario casi a lo mínimo, pero otros con un poco más de gracia podrían haber sido más apropiados...