En los capítulos I y II de esta serie de artículos hemos glosado la figura de los Premios Princesa de Asturias (entonces todavía Príncipe de Asturias) relacionados con el mundo audiovisual hasta el año 2010. En esta tercera entrega haremos lo propio sobre los galardonados entre los años 2011 y 2016.
Michael Haneke (2013)
Aunque nacido en Alemania, Michael Haneke (Munich, 1942) creció en Austria, de donde se considera y cuya nacionalidad ostenta. Empezó en el audiovisual en los primeros años setenta, en la televisión germana meridional. Tras varias TV-movies, debuta en el largometraje cinematográfico con El séptimo continente (1989), en el que ya se aprecian algunas de las constantes de su obra, desde el gusto por la provocación a la acre denuncia de la sociedad actual y su viaje a ninguna parte. Su siguiente película, El vídeo de Benny (1992), prefigurará la violencia brutal, a veces física, a veces moral, que será una de las tónicas de su cine. Tras 71 fragmentos de una cronología del azar (1994), que culmina la denominada Trilogía de la Glaciación, compuesta por los tres títulos citados, Haneke rueda Funny Games (1997), en el que juega a placer con las biempensantes y confiadas mentes burguesas, en una clave no demasiado lejana (aunque conceptualmente sí lo esté) a films como La soga (1948), Impulso criminal (1959) y A sangre fría (1967), y que vendría a preguntarse qué pasaría si dos psicópatas juveniles hicieran de las suyas, impunemente, en una desprevenida familia de clase media. El film ya reveló el raro talento de Haneke para incomodar al público en general, no digamos al que se podía ver reflejado en la pantalla. La película tendría incluso un “remake” hecho por el propio Haneke, en Estados Unidos, con el mismo título, Funny Games (2007), diez años más tarde, me temo que con la (no sé si insana) idea de aterrorizar entonces a modo a los espectadores yanquis...
Entre el original y su “remake”, Haneke rueda otras tres películas que siguen construyendo una filmografía ciertamente singular, difícilmente comparable en su temática y estética con la de ningún otro cineasta ni de antaño ni de hogaño. Es el tiempo de la desasosegante Código desconocido (2000), que se acerca a algunos de los temas candentes del Occidente finisecular, y que siguen siéndolo hoy día: la inmigración, los malos tratos, el desentendimiento de los problemas de los demás. Con La pianista (2001) dará otro paso más, acercándose a temas tan complejos y escabrosos como la relación sexual sadomasoquista, ganando Haneke con ella la prestigiosa Palma de Oro en Cannes. Con El tiempo del lobo (2003) parecería perder algo de fuelle, aunque sus historias esquinadas seguían estando presentes, para volver por donde solía con Caché (Escondido) (2005), que vuelve a ser premiada en Cannes y en otros eventos.
Sus tres últimas películas, fiel a su espíritu revulsivo, serán duras y tan distintas: La cinta blanca (2009), que prefigura, en un bellísimo blanco y negro, el germen del nazismo en el concepto del pangermanismo; Amor (2012), aproximación inesperadamente emocional al duro momento final de la vida en pareja, lacerante y dolorosísima, que ganaría el Oscar, la Palma de Oro y todo lo que se puso a tiro, en una de las grandes películas de la década; y Happy end (2017), hasta ahora su última película, en la que regresó al terreno de la acre denuncia de la vida actual, aunque quizá con un grado menos de fuerza.
Francis Ford Coppola (2015)
Uno de los grandes “enfants terribles” del cine norteamericano del último medio siglo, Coppola es un nombre fundamental y sin el que no se entendería la evolución del cine USA en estos últimos cincuenta años. Francis Ford Coppola (Detroit, 1939) comenzó en cine al abrigo del productor Roger Corman, que no es mala forma de empezar; con él hizo varios films de bajísimo presupuesto, como era norma de la casa Corman, como Dementia 13 (1963), aunque su primera película realmente propia sería Ya eres un gran chico (1966). El valle del arco iris (1968), musical con un ya anciano Fred Astaire, le permitió acometer su drama social Llueve sobre mi corazón (1969), que le abre la puerta para su primer gran éxito, El padrino (1972), donde establecerá las pautas del cine de gánsters moderno, completando una trilogía a lo largo de los años con El padrino: Parte II (1974) y El Padrino: Parte III (1990), que se puede considerar, con toda razón, como el canon del cine de mafiosos, del que todos los cineastas han bebido sin recato. Con La conversación (1974) da una extraordinaria vuelta de tuerca sobre el tema de la (in)comunicación, para afrontar a finales de la década su más querido proyecto, Apocalypse now (1979), libérrima versión de la novela El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, un alucinado viaje al Vietnam de la guerra, pero también al alma humana.
Tras la cima suele llegar la sima: es el caso. Coppola, ya convertido en productor de sus propias películas, rueda un costosísimo musical, Corazonada (1981), que, literalmente, le arruina. Hace después, con un presupuesto muy modesto, dos notabilísimas aportaciones al cine sobre jóvenes, Rebeldes (1983), que descubre a toda una pléyade de jóvenes actores que triunfarían en el cine USA de las siguientes décadas (Cruise, Swayze, Macchio, Estévez, Dillon, Lowe...), y La ley de la calle (Rumble Fish) (1983). A partir de ahí su cine, salvo excepciones, bajará de nivel, con frecuencia como consecuencia de sus continuos problemas económicos. Así, Cotton Club (1984) será un agradable pero irregular musical, mientras que Peggy Sue se casó (1986) resultó una comedia decepcionante. Tampoco gustó demasiado Jardines de piedra (1987), de un patriotismo más bien impostado. Con Tucker (1988) Coppola pareció rendirse homenaje a sí mismo, con la verídica historia de un hombre que, como él, también se enfrentó (con resultado igualmente desastroso) a su industria respectiva. En los años noventa Coppola hará su última gran película, la barroquizante versión del clásico vampírico, Drácula de Bram Stoker (1992), para después terminar el siglo con la sentimental pero cortita Jack (1996) y la rutinaria Legítima defensa (1997), apagada versión de una novelita de John Grisham. En el siglo XXI su estrella pareció oscurecerse totalmente, con algunos títulos distantes entre sí y que ciertamente no le merecen, como El hombre sin edad (2007) y Tetro (2009). No obstante, nada más que por la Trilogía de El Padrino, La conversación, Apocalypse now, el dueto Rebeldes/Rumble fish y su Drácula, Coppola merece no un Premio Princesa de Asturias, sino incluso dos...
El lector interesado puede leer, si le apetece, el artículo que tenemos publicado en CRITICALIA sobre Coppola (y Welles...), titulado Orson Welles-Francis Ford Coppola: vidas (no tan) paralelas.
Núria Espert (2016)
Aunque por supuesto la gran actriz Núria Espert (L’Hospitalet de Llobregat, Barcelona, 1935) es, fundamentalmente, una gran diva del teatro catalán y español, con un feracísima carrera sobre las tablas por la que con toda seguridad fue galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Artes, también es cierto que tiene una trayectoria en el audiovisual que la relaciona con cine y televisión, trayectoria que queremos glosar aquí.
En teatro empezó en los años cincuenta, como también en cine, aunque en papeles episódicos y casi de figuración. Su primera intervención importante en una película significativa sería en el drama de ambiente taurino A las cinco de la tarde (1960), a las órdenes de Juan Antonio Bardem. Estará también en María Rosa (1965), bronco drama rural en la que la dirigió su marido, Armando Moreno, en su única incursión tras la cámara. Ya en los años setenta se pondría a las órdenes del “outsider” Fernando Arrabal en la experimental Viva la muerte (1971), y también estaría en los dramas Laia (1972), de Vicente Lluch, sobre una historia de Salvador Espriu, y Triángulo (1973), de Rafael Moreno Alba. Con la llegada de la democracia será una de las numerosas presencias actorales del Principat en el título seminal del cine catalán, La ciutat cremada (1976), de Antoni Ribas, mientras que en los años ochenta se limitará, dentro del audiovisual, a intervenir en algunos productos televisivos, en teleteatros como Lletres catalanes, en los que, convertida ella misma en leyenda, interpretará mitos de la literatura universal como Margarita Gautier y Salomé. En esa misma línea, Espert estará en Lorca, muerte de un poeta, la serie que Bardem llevó a la pequeña pantalla sobre el poeta granadino, interpretando a la gran Margarita Xirgu.
A partir de ahí, también por razones de edad, sus apariciones se irán espaciando, pero su talento en pantalla no menguará: así, estará eximia en Actrius (1997), pero también en Barcelona (un mapa) (2007), ambas de Ventura Pons, un nombre sin el que no se entendería el cine catalán.
Ilustración: Francis Ford Coppola en una escena de Apocalypse now (1979), con el director delante de la cámara dirigiendo un supuesto reportaje de guerra: cine dentro del cine.
Próximo capítulo: A propósito de Ennio Morricone y John Williams: los Premios Princesa de Asturias más cinematográficos (y IV). 2017-2020