Enrique Colmena

Si Andalucía aportaba una docena de directoras en este casi primer cuarto del siglo XXI, otras tantas presenta Cataluña. Si en el caso de la comunidad autónoma del meridión de España se dividía casi al cincuenta por ciento las creadoras de ficción y las documentalistas, en el caso del antiguo Principat de Catalunya resulta abrumadora la mayoría de las cineastas que se dedican a contar historias (más o menos) “ex nihilo”, y muy pocas las que se dedican a documentar la vida, o el arte, o quizá la fantasía...


Algunos apuntes sobre el cine en Cataluña en el siglo XX

Aparte de las cineastas pioneras catalanas que ya glosamos en la primera entrega de esta serie de artículos, Elena Jordi, Rosario Pi, Isabel Coixet, María Ripoll y Mar Targarona, parece conveniente comentar algunos hitos interesantes en el cine catalán. En principio, sería conveniente aclarar que, junto a Madrid, aunque sin duda por detrás en número de títulos, Cataluña, y muy específicamente Barcelona, fue el otro gran polo de la industria cinematográfica en España durante toda la centuria vigésima, con elementos peculiares que le confirieron una evidente personalidad propia.


--El “català noir”

Es el caso del que se suele denominar “cine negro barcelonés”, o también “català noir”, una serie de notables películas rodadas entre los años cincuenta y sesenta, en la estela del cine negro USA y francés, con títulos como Apartado de Correos 1001 (1950), de Julio Salvador, Brigada criminal (1950), de Ignacio F. Iquino, Los atracadores (1962), de Rovira Beleta, Distrito Quinto (1956) y Un vaso de whisky (1957), ambos de Julio Coll, y las obras maestras del género, A tiro limpio (1963), de Francisco Pérez Dolz, y El salario del crimen (1964), de Julio Buchs.


--La Escuela de Barcelona

Durante los años sesenta, a la par que en Madrid florecía el que la Historia conoce como el Nuevo Cine Español (Saura, Patino, Fons, Camus, Regueiro...), más mesetario o centralista, en la capital de Cataluña surge la que se dio en denominar Escuela de Barcelona, un movimiento cinematográfico rupturista en fondo y forma, en el que se agruparon cineastas como Aranda, Esteva, Jordà, Grau, Camino, Nunes... Fue un cine transgresor, que buscaba nuevas fórmulas de comunicación, un cine muy intelectual con tendencia a la abstracción, al simbolismo, siempre a la contra del régimen franquista, cuya censura intentaba burlar a base de mensajes crípticos y alambicados. Algunos de sus títulos más relevantes fueron Dante no es únicamente severo (1967), Fata Morgana (1971) y Noches de vino tinto (1966).


--El despertar nacionalista

Con el advenimiento de la democracia tras la muerte de Franco, las aspiraciones autonomistas prendieron en las nacionalidades históricas, singularmente Cataluña y Euskadi, en menor medida en Galicia e, inesperadamente, en Andalucía. En Cataluña se hicieron, con esta ventolera nacionalista, un puñado de películas que buscaban reafirmar las señas de identidad histórica propias de la comunidad catalana, como La ciudad quemada (La ciutat cremada, 1976), la trilogía de Victoria! (1983-84), ambas de Antoni Ribas, y Companys, proceso a Cataluña (Companys, procés a Catalunya, 1979), de Josep Maria Forn, para después, progresivamente, como era de prever, irse diluyendo como temática para abrir el campo y hacer un cine mucho más heterogéneo.


--Un cine ecléctico, como cualquier otro

Dejado atrás el sarampión nacionalista (que, de todas formas, resurgirá en la década de los años diez del siglo XXI a resultas del llamado “procés de independència”), el cine catalán se amplía durante las décadas de los ochenta y noventa a todo tipo de géneros y estilos. Es el tiempo de cineastas que tendrán una amplia trayectoria no solo en Cataluña, sino también en el resto de España: Ventura Pons, Bigas Luna, Francesc Bellmunt, Francesc Betriu, Jordi Bayona... Con ellos y otros se harán films tan diversos como La plaza del diamante (La plaça del diamant, 1984), La orgía (L’orgia, 1978), El porqué de las cosas (El perquè de tot plegat, 1995) y Actrices (Actrius, 1997).



Las directoras catalanas del siglo XXI: casi todo ficción, algún documental

La más veterana de las cineastas catalanas que han empezado a hacer cine en este siglo vigésimo primero se puede considerar que es Belén Macías (Tarragona, 1970), graduada en Ciencias de la Información en la Complutense, diplomada en la RESAD de Madrid, y con un Curso de Guion en la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, una referencia audiovisual en el mundo. Esa formación ciertamente le ha lucido, presentando una filmografía amplia y variada; tras algunos cortos y TV-movies que la foguearon en el oficio, llamó la atención con su ópera prima para cine, El patio de mi cárcel (2008), notable drama carcelario en versión femenina, un film más que interesante que, sin embargo, extrañamente apenas concitó el aprecio del público ni (lo que resultó más raro...) de la crítica, a pesar de lo cual tuvo cuatro nominaciones a los Goya. El fiasco económico del film haría que Macías se pasara a la televisión, para suerte de ésta, apreciándose su mano y su talento en series tan conocidas como La señora, Víctor Ros o 14 de Abril. La república. Para la pantalla grande hizo Marsella (2014), y ahora ha vuelto con Verano en rojo (2023), pendiente de estreno.

Elena Trapé (Barcelona, 1976), por su parte, tampoco se puede decir que sea manca en cuanto a formación: es graduada en Historia del Arte en la Autónoma de Barcelona y en Dirección en la prestigiosa ESCAC. Además de realizadora de cine y televisión se desempeña también como directora de cine publicitario. En cine cuenta hasta ahora con tres largometrajes de ficción: Blog (2010), que pasó desapercibida, aunque no carecía de interés; Las distancias (Les distàncies, 2018), que ya fueron palabras mayores, descubriéndonos una cineasta con una inesperada sensibilidad para expresar, con gran economía de medios, una historia subyugante, la de un grupo de españoles en Berlín para visitar a un amigo, y cómo entre ellos irán surgiendo sentimientos que se creían olvidados, o quizá no tanto, en un espléndido trabajo de guion y dirección que dejó un regusto de buen cine; arrasó en el Festival de Cine de Málaga, se llevó un Sant Jordi y tuvo nominaciones en los Feroz, Forqué y Gaudí, reconocimientos que ciertamente nos parecieron pocos para la callada intensidad, la fuerza latente de esta muy notable película. Así que ahora esperamos expectantes su nueva película, Los encantados (Els encantats, 2023), pendiente de estreno. Aparte de estos largos de ficción, Trapé ha puesto en imágenes el documental Palabras, mapas, secretos y otras cosas (2015), sobre Isabel Coixet, y también ha prestado su talento en la realización de sólidas series comerciales como Rapa o Hit.

Nely Reguera (Barcelona, 1978) es otra de las ilustres alumnas de la ESCAC, escuela barcelonesa imprescindible para entender el auge de las directoras catalanas. Profesionalmente se inició como ayudante de dirección, desempeñando ese cometido en la ambiciosa El perfume: Historia de un asesino. Posteriormente, tras algunos cortos, debutó en el largo de ficción con María (y los demás) (2016), dramedia de protagonismo colectivo que tenía en Bárbara Lennie su mejor baza, aparte de una historia que sabía a verdad, quizá con resabios de Rohmer; la película tuvo una excelente acogida crítica pero no funcionó en taquilla, a pesar de varias nominaciones a los Goya, Feroz y Forqué. Su segundo y (por ahora) último largometraje de ficción, La voluntaria (2022), con Carmen Machi, nos la trae como fiable cineasta de cine comercial, aunque sea, como es el caso, cine comercial concienciado, la historia de una médica recién jubilada que decide hacer algo positivo, algo altruista, con el resto de su vida, para encontrar una terrible realidad que la supera. Además, Reguera pondrá también su buen hacer profesional en series como Benvinguts a la familia y Valeria.

La actriz Leticia Dolera (Barcelona, 1981), de larga trayectoria, se viene desempeñando también desde hace unos años como guionista y directora de cine y televisión. Es autora, por ahora, de un único largometraje para pantalla grande, Requisitos para ser una persona normal (2015), comedia de humor esquinado que también protagonizó, junto a su habitual cómplice artístico, el guionista canario-gallego Manuel Burque, film que tuvo buenas críticas y varios premios (entre ellos la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga), aunque en taquilla no funcionó demasiado bien, motivo por el que quizá Dolera no ha reincidido aún en el empeño. Por el contrario, como directora y creadora de series obtuvo un resonante éxito con Vida perfecta, que consiguió el prestigioso Premio a la Mejor Serie en el festival CanneSeries. Dolera tiene un talento especial para hacer un tipo de humor corrosivo del que esperamos ciertamente mucho.

Neus Ballús (Mollet del Vallés, Barcelona, 1980) es la más “cañera” de las cineastas catalanas de este siglo. De familia obrera, se graduó en Comunicación Audiovisual y en Documental de Creación en la Universitat Pompeu Fabra. Además de guionista y directora, tiene también productora propia (El Kinograf). Tras algunos cortos en los que fue buscando su voz, se estrena en el largometraje con la docuficción La plaga (2013), sensible retrato de personas corrientes, en un tono a la vez realista y poético, arrasando en los Premis Gaudí y con nominaciones en los Goya e incluso en los Premios del Cine Europeo. Su siguiente film, ya declaradamente de ficción, El viaje de Marta (El viatge de la Marta, 2019), se ambienta en Senegal y permite observar una profundización en temas de compromiso social, que volverán a aparecer de forma más nítida en su tercer largo, Seis días corrientes (Sis dies corrents, 2021), de temática laboral pero atravesada de un inesperado sentido del humor, con actores no profesionales que se interpretan a sí mismos; aunque la película no funcionó comercialmente, sí tuvo buenas críticas y arrasó en los Gaudí, además de “mojar” en certámenes como la Seminci y Locarno.

Parece que hay consenso en que Clara Simón (Barcelona, 1986) es la más interesante (que ya es decir...) de las cineastas catalanas de este siglo. Con una infancia marcada por la tragedia de haber perdido a sus padres por el sida, ella misma seropositiva, se graduó en Comunicación Audiovisual en la Autónoma de Barcelona, para ampliar estudios en la Universidad de California y la Escuela de Cine de Londres. Esa exquisita formación ha debido ser decisiva para que con solo dos películas, Simón sea considerada ya una de las personalidades fundamentales del joven cine español. Tras algunos cortos, su primer film de largometraje, Verano 1993 (Estiu 1993, 2017), de corte nada veladamente autobiográfico, nos descubrió una voz sensible y sutil, capaz de profundizar en una historia llena de pequeños detalles, hecha de matices, consiguiendo enamorar a un buen número de cinéfilos; tuvo una aceptable acogida en taquilla (a su escala, por supuesto) y sería una de las películas más premiadas del año en España, con varios Goyas, Gaudí, Feroz y Platino, además de recibir galardones en la Berlinale y Málaga. Ese éxito se vería revalidado, y de qué manera, con su segundo largo, Alcarràs (2022), entre la ficción y el documental, una historia que sabía a verdad, sobre la conexión de los seres humanos a la tierra que los ha visto nacer, crecer y morir, una íntima historia que daría el campanazo en la Berlinale consiguiendo el Oso de Oro. El film funcionó bien en taquilla, teniendo en cuenta su carácter de cine independiente, y concitó la admiración generalizada de la crítica; en premios se llevó varios Gaudí y Feroz, aunque, sorprendentemente, tras estar nominada a 10 Goyas, se fue de vacío, cuando esa misma Academia de Cine había propuesto a la película como candidata a los Oscars. Carla Simón está destinada a convertirse en una de las grandes figuras de nuestro cine; lo tiene todo: formación, por supuesto, pero también sensibilidad artística, talento para desarrollar proyectos y una mirada nueva, sugestiva, distinta.

Elena Martín (Barcelona, 1992), graduada en Comunicación Audiovisual por la Universitat Pompeu Fabra, se inició como actriz, para poco después pasarse también a la dirección con su ópera prima, Júlia ist (2017), que también protagonizaba, la historia de una estudiante en un curso de Erasmus en Berlín, una dramedia de autorreconocimiento, que obtuvo excelentes críticas y varios premios inesperados, como la Biznaga de Oro en Málaga y varias nominaciones a los Feroz y Gaudí. Después, a la espera quizá de nuevos retos, ha demostrado su profesionalidad dirigiendo episodios de series como Vida perfecta y En casa.

Belén Funes (Barcelona, 1984) tiene, como casi todas sus colegas de profesión, una excelente formación: la ESCAC, en España, y la San Antonio de los Baños, en Cuba, dos de los mejores centros de enseñanza de cine en el mundo. Se fogueó como ayudante de dirección de cineastas como Paco Plaza, Jaume Balagueró y Fernando González Molina. Su corto Sara a la fuga (2015) será el embrión de su primer largo, La hija de un ladrón (2019), aproximación a la convulsa vida de una chica cuando alcanza la mayoría de edad y sale de los centros de menores en los que ha transcurrido casi toda su vida. La película gustó mucho y ganó premios de todo tipo: Goya, Gaudí, CEC... y también en festivales: San Sebastián, Valladolid, Tesalónica... A la espera de nuevos empeños más personales, ha dirigido algunos episodios de la serie La ruta, ambientada en la conocida como Ruta del Bakalao valenciana.

Lucía Alemany (Tortosa, Tarragona, 1985), también como casi todas sus compañeras de generación, estudió en la ESCAC, además de en la Universitat de Vic. Tras el corto 14 años y un día (14 anys i un dia, 2014), su primer largo llama poderosamente la atención: La inocencia (La innocència, 2019), retrato de una adolescente durante un verano de descubrimientos y rebeldías, ganó un Premi Gaudí y estuvo nominada también en Goyas y Feroz. Esa tarjeta de presentación debió servirle para, en el terreno del cine comercial, rodar la comedia Mari(dos), con una apreciable carrera en taquilla, y para grabar algunos episodios de la serie Vida perfecta, de Leticia Dolera.

Carol Rodríguez Colás (Cornellà, Barcelona, 1982) es graduada en Comunicación Audiovisual por la Universitat Ramon Llull. Tras una serie de cortos, da el salto a la dirección, primero en la serie Baño compartido, y posteriormente en el largo de ficción Chavalas (2021), rodado en su Cornellà natal, un relato que suena a crípticamente autobiográfico, una comedia fresca, muy natural, que gustó mucho, consiguiendo el premio del público en el Festival de Málaga y un Gaudí.

Júlia de Paz (Sant Cugat del Vallés, Barcelona, 1995) es la benjamina de todas y también, como muchas de sus colegas, se formó en la ESCAC. También como algunas de sus compañeras, tiene una preocupación social, expresada en sus dos largometrajes hasta ahora estrenados, La hija de alguien (La filla d’algú, 2019), metafórica caída del caballo de una mujer de clase alta ante un suceso inesperado y desestabilizante, y Ama (2021), lacerante historia de una madre y su hija pequeña en la lucha diaria por un techo, por comida, por futuro.


Una documentalista muy peculiar

Porque Nuria Giménez Lorang (Barcelona, 1976), efectivamente, no se corresponde con el perfil acostumbrado a los cineastas documentalistas. Licenciada en Periodismo, tras rodar en Grecia un curioso corto, Kafeneio (2016), salta a la fama con su originalísima My mexican bretzel (2019), que le da una vuelta de tuerca al sentido del documental: sobre una serie de películas familiares de su abuelo suizo, Nuria concibe la idea de “reescribir” la historia de estos, recreando cosas que sucedieron, pero también otras que no sucedieron, o que no constan que sucedieran... Maravillosamente montada, la inspiradora historia se llevó premios en los Gaudí, los Sant Jordi y los Feroz, estuvo nominada a los Goya (que extrañamente no ganó, siendo la apuesta más innovadora y moderna), y en certámenes también “mojó” en los de Rotterdam y Monterrey.


El lector interesado puede consultar también en Criticalia los siguientes artículos, relacionados con el tema tratado en este texto:

--Més cinema en català, si us plau

--¿Hacia un Neorealisme Català?


Ilustración: Una imagen de Alcarràs (2022), el segundo largo de Carla Simón.

Próximo capítulo: Directoras españolas del siglo XXI: la gran eclosión (IV). Madrid, Euskadi