Enrique Colmena

Como ya puede decirse que es tradición, en CRITICALIA celebramos el 8-M, el Día Internacional de la Mujer, glosando películas dirigidas por féminas. En años anteriores solíamos repasar la cartelera de cines para ver qué films con tal característica se podían ver en España; este año, con la maldita pandemia, no parece que tenga mucho sentido ese criterio, toda vez que los cines están cerrados en buena parte del país.

Así que, como es bueno hacer de la necesidad virtud, vamos a darle una vuelta al tema, y lo que haremos será glosar las pelis dirigidas por mujeres que hemos podido ver desde el pasado mes de marzo de 2020 hasta ahora, en locales de cines (cuando han estado abiertos estos, mayormente en verano y comienzos del otoño, y después entre diciembre y enero), pero también en plataformas, que han sido uno de los medios más utilizados para ver films durante este año pesadillesco.

Sí mantendremos de otros años la clasificación por zonas geográficas, que entendemos conviene para tomar el pulso al cine realizado por mujeres en el mundo. Como siempre, sin ánimo exhaustivo sino más bien representativo: habrá otras pelis dirigidas por féminas, pero de las que queremos hablar son de estas...


España

Empezaremos por nuestro país, y lo cierto es que habrá que decir que este año ha habido una cosecha interesante y bastante amplia de cineastas mujeres. Empezaremos por Las niñas, seguramente la película española del año, sin distinción de género de su director, como ha demostrado por su larga estancia en cartelera y por los recientes 4 Goyas conseguidos (y otros muchos premios: Feroz, Forqué, CEC, San Sebastián, Málaga...), entre ellos el de Mejor Película. La cinta de la debutante (quién lo diría...) Pilar Palomero es un pequeño prodigio de sutileza, la historia de una niña que pronto será adolescente en la Zaragoza de 1992, atormentada por su intuición de ser hija de madre soltera, algo que en la época todavía marcaba impronta...

Si hay otra película que, a nuestro juicio, podría disputarle ese primer puesto en el metafórico podio de mejor film español del año, esa sería Antonio Machado. Los días azules, el magnífico documental escrito, dirigido, producido y montado por Laura Hojman, una sugestiva mirada hacia el poeta sevillano de azarosa vida y portentosa obra literaria.

Con menos interés en cuanto a su formulación cinematográfica, pero con mucha enjundia temática, La boda de Rosa presenta el personaje de todos conocido del cuidador, mejor cuidadora (porque suelen ser mujeres) de la familia, no solo de los ancianos cuando están impedidos, sino de los niños de los hermanos y de cuantas garambainas se les ocurra al clan, porque para eso están ahí siempre. Icíar Bollaín dirige y Candela Peña nos regala otro de esos personajes impagables que ella compone como nadie. Por su parte, Nieva en Benidorm es la nueva y cosmopolita (bueno, toda su obra lo es...) peli de Isabel Coixet, en este caso con personajes fundamentalmente británicos en la turística urbe alicantina, aunque ha tenido una dispar acogida crítica.

Las dos últimas pelis españolas dirigidas por mujeres que vamos a citar son más bien flojas: la comedia Te quiero, imbécil, con puesta en escena de Laura Mañá, directora (y también actriz) que parece haber hecho aquí un trabajo alimenticio, de mucho menor interés que el resto de su carrera como realizadora, considerablemente más arriesgada; y la dramedia Salir del ropero, de la que es directora la gaditana Ángeles Reiné, ambientada en las Canarias y con pareja de lesbianas de la tercera edad que deciden (a la vejez viruelas, dicen...) salir del armario, “o del ropero”, que es más femenino, ya entraditas en años, aunque no se consigue trenzar una historia mínimamente interesante.


Resto de Europa

Traemos a este recopilatorio no exhaustivo de títulos dirigidos por mujeres un total de cuatro films producidos en el Viejo Continente. El que más nos interesó procede de un país que está ya al borde de Asia, Georgia, aunque geográfica, social y culturalmente sea europeo. Hablamos de la turbadora Beginning, el drama de una mujer que profesa junto a su marido e hijos la variante cristiana de los Testigos de Jehová, y cómo el ataque a su templo supondrá el comienzo de un casi literal descenso al infierno, en una película llena de buenas ideas aún mejor plasmadas, desasosegante, sutilísima, descubriéndonos el talento portentoso de su directora, Dea Kulumbegashvili, en su debut (nadie lo diría...) en el largometraje. En un registro muy distinto, la británica Emma., con dirección de Autumn de Wilde, es una deliciosa revisitación del universo de Jane Austen, con una nueva versión de su famosa novela homónima, y con protagonismo de los ojos femeninos más personales del cine actual, los de Anya Taylor-Joy.

De nuevo en las antípodas, la también inglesa Saint Maud presenta una terrible historia preñada de religión, misticismo, locura... Rose Glass dirige este relato claustrofóbico de despeñamiento en la insania, una peli difícilmente olvidable, una atmósfera sobrecogedora. Bastante inferior, Más allá de las palabras, de la directora polaco-neerlandesa Urzsula Antoniak, habla de repudios identitarios, de desclasamiento, de despatriamiento, pero equivocando el tono y la forma.


Estados Unidos

Del país de las barras y estrellas, como era de esperar, nos ha llegado bastante material dirigido por mujeres. Ha habido productos comerciales, incluso “blockbusters” como Wonder Woman 1984, encargado a Patty Jenkins tras los buenos datos de la anterior Wonder Woman (2017), si bien esta vez, por la dichosa pandemia, las cifras de recaudación han distado mucho de ser satisfactorias; pero el film tenía buen pulso, generaba las caudalosas dosis de adrenalina que es a lo que legítimamente aspiraba, e incluso se permitía (para eso estaba una fémina a los mandos) una mirada muy femenina, incluso feminista, sobre los temas planteados. También en la liga de los grandes “blockbusters” jugaba la nueva versión con personajes de carne y hueso del clásico Disney Mulán, que fue encargado a la cineasta Niki Caro. El hecho de que el film se estrenara directamente en la plataforma Disney+ quizá disminuyó su visibilidad general, en una historia que, de nuevo y con arreglo (¡loados sean los cielos!) a estos nuevos tiempos, tiene un sesgo muy mujeril.

Cine comercial (aunque en este caso entendemos que fallido) es el que presenta Late night, la película de Nisha Ganatra, en lo que parece una variante de la popular El diablo viste de Prada, con una Emma Thomson impagable (e insoportable...).

Dentro del cine independiente americano, el popular “indie”, para nuestro gusto el mejor cine yanqui que se está haciendo en nuestros tiempos, tenemos varios films, con interés dispar, aunque generalmente alto. Muy alto es, en efecto, el de Nunca, casi nunca, a veces, siempre, la impactante cinta de Eliza Hittman, poderosa y riquísima en matices, sobre las vicisitudes de una adolescente embarazada y el pavoroso descubrimiento de una sexualidad zarandeada y maltratada. Igualmente buena es The assistant, la denuncia “sotto voce” de Kitty Green sobre el proceloso mundo de las productoras audiovisuales, donde anidaron alimañas como Harvey Weinstein y tantos otros.

Algo por debajo de este notable nivel, pero también con interés, hemos disfrutado este año de She dies tomorrow, tremendo film de atmósfera sobre la predestinación y el fatalismo, con una muy original puesta en escena de Amy Seimetz, a la que habrá que seguir la pista, porque promete mucho... Y Chicas perdidas, quizá la más endeble de todas las norteamericanas, dirigida por la hasta ahora solo documentalista Liz Garbus, en un film que, aunque feble en su plasmación cinematográfica, se redime por su denuncia de la inacción de la justicia, de la policía, de la ley, cuando la víctima es de extracción social baja, un cero a la izquierda en una sociedad contentísima de haberse conocido.


África

Dos títulos tenemos del que suelen llamar Continente Negro, aunque en este caso vengan de zonas que no tienen ese color de piel: el Magreb. Papicha, sueños de libertad es argelina (también francesa), la dirige Mounia Meddour, y se ambienta a principios de los años noventa, en plena guerra civil en el país de Boumedian, cuando las milicias islamistas hacían la vida imposible a las mujeres que no querían ceñirse al lugar subalterno al que una lectura miope y rigurosa del Corán las relegaba. Bien dirigida, el mensaje nos llega nítido y diáfano, una historia de libertad en un ambiente liberticida.

Algo inferior, pero con su interés, está la comedia Un diván en Túnez, con dirección de la cineasta Manele Labidi, la historia de una psicoterapeuta tunecina que, de regreso de Francia, instala su consulta en su país de origen, dando lugar a escenas de cierta comicidad dado lo inverosímil que supone en la vieja Cartago el hecho de que una mujer se dedique a otra cosa que no sea, lavar, fregar, planchar, cocinar y limpiar culos de niños.

Ilustración: Sidney Flanigan, en una imagen de Nunca, casi nunca, a veces, siempre, de Eliza Hittman