Enrique Colmena

Uno de los aforismos más cínicos del periodismo es aquel que dice “que la realidad no te estropee un buen titular”. Cuando ayer sábado 2 de febrero (bueno, técnicamente era ya el domingo 3...), a eso de la una y pico de la madrugada, ya casi finalizando la ceremonia de los Premios Goya 2019, se disponían a entregar el correspondiente a la Mejor Película en los Goya 2019, último galardón previsto, barruntábamos un titular para este artículo, pues El reino, con siete “cabezones”, tenía todas las papeletas de llevarse ese octavo y, con ello, permitirnos el titular que habíamos venido rumiando durante toda la ceremonia: Premios Goya 2019: “El reino” no es de este mundo, con lo que vendría a ejemplificar que el film de Rodrigo Sorogoyen había arrasado de tal manera a las otras pelis que, efectivamente, a la manera bíblica, no era de este mundo. Pero el hecho de que fuera Campeones la que finalmente se alzó con ese galardón nos deslució el titular; como suele decirse que hay que hacer de la necesidad virtud, ahí queda el que finalmente encabeza estas líneas: Premios Goya 2019: “El reino” sí es de este mundo, pues ha ganado, y con holgura en cuanto a número de galardones, pero es evidente, dado que no se ha llevado el de Mejor Película, que no ha arrasado.

La gala de los Goya 2019 tuvo lugar en mi ciudad, Sevilla, siendo la segunda vez que en los 33 años de existencia de los “cabezones” estos viajan fuera de Madrid (la otra vez fue en Barcelona, donde ahora no parece que esté la cosa para estos fastos nacionales...). Lo cierto es que, en cuanto a organización, esta resultó correcta, solo con algún momento de descoordinación, como en el número musical que iniciaba la cantante Amaia. La presentación de Andreu Buenafuente y Silvia Abril funcionó mejor en los gags verbales que en los espectaculares: así, el numerito inicial en coche por las calles de la ciudad, lógicamente filmado, resultó excesivo y recargado; tampoco funcionó el gag de Berto Romero y David Broncano sujetos por arneses en medio del escenario, con un humor pedestre que basaba toda su ¿comicidad? en la supuesta incomodidad en los genitales de los dos comicastros, un número que se alargó hasta la extenuación y que, terminado el factor sorpresa inicial, se arrastró por el escenario (aunque los protagonistas estuvieran suspendidos sobre él...) hasta que, loados sean los cielos, pudieron acabarlo y quitarlos de en medio. El mejor gag, sin duda, por la rapidez, la contundencia y el mensaje igualitario que transmitió, fue el del “striptease” supuestamente involuntario de los presentadores: conciso, impactante, realmente hermoso y ejemplificador, incluso romántico, si me permiten el término, tan en desuso.

Eso sí, como ya se sabe que presentar una gala de entrega de premios, sean Goyas u Oscar, es un oficio de alto riesgo, los guionistas anduvieron en los textos como si fueran por un campo de minas, intentando no pisar callos a los recurrentes “ofendiditos”, con lo que en ese sentido fue una gala bastante plana. Aquí seguramente acabaremos como en los Oscar este año, sin presentadores, y quizá sea lo mejor.

En cuanto a los premios propiamente dichos, nos parece que El reino haya sido la ganadora es totalmente justo; suyos fueron los galardones relativos a Dirección, Actor Protagonista, Música Original, Actor de Reparto, Sonido, Guion Original y Montaje. A nuestro entender, El reino ha sido la mejor película española del año, así que todos los premios nos parecen pocos. Nos parece justo que este vigoroso thriller político, un tema que tan poco transitamos en España, cuando hay materia para hacer todo un género (no solo aquí, por supuesto, que en todos sitios cuecen habas...), haya tenido un tan alto reconocimiento por parte de la Academia del Cine de España, cuando en taquilla lo cierto es que, extrañamente, no ha brillado a gran altura, cuando habla de un tema lacerante que ha sido, es, y probablemente será, una de las grandes preocupaciones de la sociedad española del siglo XXI, la corrupción política. Cinematográficamente El reino es un film impecable, poderoso, con un magnífico guion puesto en escena vigorosamente por un Rodrigo Sorogoyen que es ya uno de los grandes de nuestro cine, tras esta demostración de fuerza y sabiduría fílmicas.

Campeones, con tres premios (Película, Canción Original, Actor Revelación) se puede reputar como segunda película del año, no solo por haber conseguido el Goya al mejor film, como ha sido el caso, sino por haberse convertido en la película española más taquillera (aparte de Jurassic World: El reino caído, que al ser un “blockbuster” mayoritariamente coproducido por Estados Unidos, jugaba en otra liga) y en todo un fenómeno social, que los protagonistas, presentes en la gala, pusieron de manifiesto con su falta de impostura, su sencillez y su ingenuidad, a los que puso voz Jesús Vidal, que consiguió el Goya al Mejor Actor Revelación, con un agradecimiento que hizo llorar hasta a los “cabezones”. En cualquier caso, un reconocimiento merecido al film de Javier Fesser, cuyas películas tienen la rara virtud de gustar casi por igual a público y crítica, con lo difícil que es ponernos de acuerdo...

La sombra de la ley se llevó tres galardones, todos ellos técnicos o de pedrea: Vestuario, Dirección Artística, Fotografía. Los lectores de CRITICALIA saben que somos muy críticos con el film de Dani de la Torre, en cuanto a su impostura, su “posse”, su tendencia al manierismo. De todas formas, esos premios nos parecen muy justos, porque ciertamente ha sido un importante esfuerzo de producción, con independencia de que el resultado global, a nuestro entender, no haya sido satisfactorio.

Menos justo nos parece que Carmen y Lola se haya tenido que conformar con solo dos premios, los relativos a Dirección Novel y Actriz de Reparto. La película de Arantxa Echevarría es tan fresca, está tan llena de sensibilidad y de buen hacer, que ciertamente extraña se haya ido tan cortita de reconocimientos. En cualquier caso, es una película que abre nuevos caminos y, sobre todo, esperamos permita a su notable directora seguir con una carrera al menos tan interesante como este su primer film.

Los dos galardones (Dirección de Producción, Maquillaje y Peluquería) a El hombre que mató a Don Quijote tiene pinta de ser premios de consolación a la megalómana producción de Terry Gilliam, que finalmente pudo terminar en España gracia a la coproducción de Tornasol, de Gerardo Herrero, aunque un proyecto de casi veinte años era imposible que terminara en nada medianamente interesante, como así ha sido.

Las películas que se han llevado un solitario Goya han sido: Quién te cantará, la exquisita historia sobre confluencia de personalidades de Carlos Vermut, una película que, es cierto, crece dentro de ti, y de qué forma, tras su visión, impecablemente interpretada, aunque solo Eva Llorach se llevara el galardón correspondiente a Actriz Revelación, cuando tiene ya en su carrera 24 películas o series televisivas. Pero también Najwa Nimri está espléndida, y no digamos nuestra Natalia de Molina, que no se llevó el premio a Mejor Actriz de Reparto porque ya tiene dos Goyas y los académicos habrán pensado que ya es demasiado, tan joven; pero su personaje en el film es de los de Goya e incluso de los de Oscar.

Un “cabezón” (al Mejor Guion Adaptado) se ha llevado también La noche de 12 años, la percutante película del uruguayo Álvaro Brechner que reproduce el cautiverio de Pepe Mújica (que décadas después llegaría a ser presidente de la República Oriental) y otros dos dirigentes tupamaros. El de Superlópez, a los Mejores Efectos Especiales, parece de lo más justo, dado que sin ellos no habría película, literalmente, siendo un personaje más, y de los principales, en el film paródico de los superhéroes de Javier Ruiz Caldera. También el premio (Mejor Actriz Protagonista) que correspondió a La enfermedad del domingo, para Susi Sánchez, una de las intérpretes más desaprovechadas del cine español, a la que solo desde hace unos años le está dando el sitio que merece, nos pareció muy justo, en un film, el del malagueño Ramón Salazar, que ha pasado lamentablemente desapercibido este año.

Muy merecido también el premio al Mejor Documental a El silencio de otros, el esforzado trabajo de Almudena Carracedo y Robert Bahar sobre los fusilados por el franquismo y otras tropelías, un hermoso y emocionante film que tiene en los rostros estragados de los hijos y deudos de aquellos alevosamente asesinados su mejor baza.

En cuanto a los agradecimientos, los hubo de todos los colores, abundando los de siempre: a mis padres, mi mujer o mi marido, mis hijos... hasta mi quiosquero. Pero también los hubo vibrantes y con cosas de interés, como el de Eva Llorach, reivindicativa del papel de la mujer en la industria del cine, o el mentado de Jesús Vidal, tan emocionante; también estuvo muy bien Arantxa Echevarría reclamando que las primeras películas sean seguidas de segundas, y terceras, no quedándose las óperas primas como la suya en un canto del cisne; Antonio de la Torre estuvo también muy bien, incluso con agradecimiento imitando a Chiquito de la Calzada, con lo cual ya nos tiene (aún más) ganados.

Según los datos de audiencia, la gala ha tenido un 26 por ciento de “share”, el dato más alto en una década: está bien, porque ello significa que al público español le interesa su cine, que es a lo que puede aspirar, razonablemente, cualquier cinematografía. Este año hemos tenido una nutrida cosecha de buenas películas. Es cierto que es injusto que films como Entre dos aguas, el estupendo docudrama de Isaki Lacuesta, Viaje al cuarto de una madre, de la sevillana Celia Rico Clavellino, Tu hijo, el percutante thriller moral del sevillano Miguel Ángel Vivas, Yuli, el hermoso, lacerante biopic de Icíar Bollaín, o incluso Todos los saben, el drama entreverado de thriller del iraní Asghar Farhadi, se hayan ido de vacío, pero eso pasa en todas las entregas de premios: siempre hay damnificados.

El año que viene más. Y ya veremos si no se marcan un “Oscar” y no hay presentadores...


Ilustración: Antonio de la Torre, con su Goya al Mejor Actor Protagonista, por El reino, de Rodrigo Sorogoyen.