Rafael Utrera Macías

La completa filmografía de un creador cinematográfico, pongamos por caso Woody Allen, posiblemente pueda verse en una cómoda sala de impoluta pantalla o en la más doméstica y familiar donde el término “pequeña”, referida a la del televisor, hace tiempo que dejó de tener sentido; dimensiones, en centímetros o pulgadas, pueden ser tan gigantescas como la excelente imagen, ya en color o blanco/negro, según su catalogación en “k”.

Las más conocidas empresas de alquiler de películas suelen disponer de algunos títulos dirigidos por el cineasta norteamericano Woody Allen; menos frecuente es encontrar un largo listado que, aunque lejos de la exhaustividad, proporcione un buen puñado de títulos de autores/creadores cuyo significado y valoración están fuera de toda duda en la Historia del cine mundial, como es el caso que nos ocupa. La plataforma Movistar+ está ofreciendo, en los actuales meses de febrero y marzo, una treintena de films pertenecientes a este creador. Las menos corresponden a algunas en las que el cómico es sólo actor; la inmensa mayoría a las escritas y dirigidas por él, pertenecientes a las muy diversas etapas de su filmografía y, dentro de ella, tanto a producciones norteamericanas, donde el cineasta ha desarrollado la mayor parte de su carrera, como a la posterior y más cercana en el tiempo, filmada en distintos países europeos, tal como Italia, Francia, Reino Unido o España.

En concreto, los títulos exhibidos en la citada plataforma son: Un final made in Hollywood, Vicky Cristina Barcelona, Si la cosa funciona, Conocerás al hombre de tus sueños, Todo lo demás, Melinda y Melinda, Balas sobre Broadway, Misterioso asesinato en Manhattan, Annie Hall, Manhattan, Sueños de seductor, La rosa púrpura de El Cairo, Días de radio, Hannah y sus hermanas, Wonder Wheel, Qué tal, Pussycat?, Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo pero nunca se atrevió a preguntar, La última noche de Boris Grushenko (Love and Death), A Roma con amor, Celebrity, Desmontando a Harry, Match Point, Scoop, Midnight in Paris, Acordes y desacuerdos, La maldición del escorpión de jade, Granujas de medio pelo y Todos dicen I love you. Al listado debe añadirse el título Un día en Nueva York con Woody Allen, dirigido por David Trueba, que ofrece una interesante entrevista realizada por el director español al cineasta americano; de ella ha dado, en Criticalia, detallada información y precisa opinión nuestro compañero Enrique Colmena en reciente comentario; recomendamos su lectura previamente a estos artículos como imprescindible documento informativo sobre el Woody Allen de hoy mismo, quien a sus 88 años acaba de estrenar Golpe de suerte.

La emisión de esta treintena de títulos en la mencionada plataforma se organiza en base a varias sesiones diarias, ya matutinas ya vespertinas, repitiéndose cada una de ellas en diversas ocasiones con el preceptivo horario señalado. Complementario a cada título se añade una información, argumental, técnica, etc., con otras sugerencias a temas semejantes en recomendados títulos ajenos. Como las emisiones no siguen un orden cronológico de acuerdo con la filmografía, los géneros, más dramáticos, más cómicos, se van mezclando y conformando un universo muy personal y reconocible donde diversos elementos, tal como los paisajes urbanos, la tipología de los personajes, las situaciones, junto a la sabia combinación de la comedia y ciertos ramalazos de, en apariencia, tragedia, conforman un panorama que, en su composición, juegan con el claroscuro vital de esas existencias que se acercan o se separan, para volver a hacerlo a la inversa y llegar a un final más dramático que cómico, o, justamente, al revés.

La revisión de los citados títulos, junto a otros que permanecen en el recuerdo, nos permitirá establecer algunas anotaciones referidas al actor/director/personaje, a la ascendencia de su humor, a la composición de su tipo o figura, así como a rememorar algunas películas cuya composición y peculiaridades las hacen un tanto anómalas en el conjunto de su producción; nos referiremos a El número 1. Lily la tigresa y Zelig.


El sentimiento cómico de lo trágico

La comedia, género tan viejo como significativo, renovó, a lo largo del pasado siglo, tanto los rasgos propios de su estructura como los nombres de sus más conspicuos representantes, guionistas, intérpretes, realizadores. La cinematografía norteamericana orientó su producción, desde finales de los años sesenta, por unos derroteros que simplifican las fórmulas narrativas precedentes y se dirigían hacia un espectador cuyo rasgo más significativo era una juventud no exenta de conformismo. El género, antes representado por la maestría y la genialidad de Keaton, Chaplin, Lloyd, Langdon, se mantuvo por los Marx o Laurel y Hardy, entre otros; seguidamente, por Mel Brooks y Gene Wilder en la zona de la parodia, pero, sobre todo, por los continuadores del clasicismo, Stanley Donen, Blake Edwards y Woody Allen; es la suya una producción exigente, portadora de una cosmovisión muy personal en cada uno de ellos y aptitudes capaces de renovar las más intrincadas esencias de lo cómico.

Woody Allen se ofrece, en la lucidez de sus 88 años, tras más de cincuenta títulos dirigidos, como un autor total - actor, director, guionista - cuyo punto de partida fue la interpretación en el ámbito de lo cómico y cuya llegada no pareció terminar en la dirección-realización de lo dramático. Su cine traspasó pronto la zona de espectadores correspondientes a la burguesía ilustrada y se instaló, poco después, en las amplias franjas de lo popular. Su carrera empezó como cómico en pequeños teatros de Manhattan; más tarde, guionista e intérprete en los títulos ¿Qué tal, gatita?, Casino Royale y Sueños de seductor, a las órdenes de los directores Clive Donner y Herbert Ross. Desde 1966 pasó a realizar e interpretar sus propios guiones: Toma el dinero y corre, Bananas, Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo pero nunca se atrevió a preguntar, El dormilón o La última noche de Boris Grushenko. Con Annie Hall comenzó una nueva etapa en la que Allen, ocasionalmente, prescindió de su propia imagen para colocarse sólo tras la cámara; así ocurrió en Interiores y La rosa púrpura de El Cairo. La posterior etapa filmográfica incluyó títulos en los que la faceta dramática ganó terreno a la cómica y supuso una aguda reflexión sobre el mundo contemporáneo; sirvan como ejemplo Zelig, Hannah y sus hermanas, Septiembre y Delitos y faltas.


Allen en Europa

En el repertorio de películas emitidas por la citada plataforma televisiva, no podían faltar algunas de aquellas que Allen se vio obligado a dirigir en Europa, donde conseguir un alto presupuesto de producción le resultaba más fácil que en su país de origen. Ya en 2010, Conocerás al hombre de tus sueños, interpretada por Anthony Hopkins y Antonio Banderas, se sirvió de una heterogénea coproducción donde no faltaron firmas españolas, como MediaPro, y productores como Jaume Roures o Mercedes Gamero. Desde entonces, las capitales europeas se han erigido en escenarios naturales de títulos que el director norteamericano ha mimado en su paisaje urbano y ha situado a sus figuras de ficción en entornos muy en consonancia con la peripecia argumental correspondiente, incluso elevando la capital del país a “personaje” digno de figurar en el título. Medianoche en París, A Roma con amor, Vicky Cristina Barcelona; la ciudad es como una varita mágica que modifica la vida de los personajes, o prestigiosos profesionales conforman un grupo en el que las relaciones interpersonales se resuelven en comedia coral, o aquellas vacaciones londinenses de la aspirante a periodista se verá envuelta en situaciones peligrosas donde, según las aficiones de Allen por la magia (como en La maldición del escorpión de jade o La última noche de Boris Grushenko), ésta marcará impactantes efectos en ciertos personajes y en concretas situaciones. Todavía, en Rifkin's Festival (2020), fascinado por San Sebastián, ambientaba románticas situaciones en esta ciudad y en la ocasión del propio festival donostiarra


El personaje y su cosmovisión

Su personaje proviene de la tradición cultural judía cruzado con los rasgos del intelectual americano contemporáneo; en efecto, es "el hombrecillo" que "si se cae de espaldas se rompe la nariz"; a esta nota desgraciada se le cruza el toque de una erudición y una cultura de donde el cómico entresaca el carácter de las situaciones; allí, la risa inicial se convierte en una profunda reflexión sobre las obsesiones, manías, insatisfacciones del hombre de nuestro tiempo. El "tipo" de Woody parece salido de cualquier estrato de la actual sociedad; su indumentaria usual, sus gafas de intelectual, bajito, desgarbado, frustrado y solitario, ha incorporado su perpetua imagen de neurótico, frecuentemente en brazos del psiquiatra, como rasgo singular de la comedia contemporánea. La imagen cómica de Allen nos atrae tanto por los rasgos de acentuada normalidad como por la sinceridad que emana de su semblante.

Toda su cosmovisión está basada en un fortísimo egocentrismo sobre el que merodean los subtemas que Allen ha convertido en clásicos: el judaísmo, la muerte, la sexualidad, la cinefilia, el psicoanálisis... La comedia alleniana surge de la tensión entre quien se es y quien se quiere ser, de la discrepancia entre lo que verdaderamente se dice y lo que se ha querido decir; el mejor ejemplo se puede encontrar en Sueños de seductor, donde la imagen de Woody lucha entre su "ego" y su "superego", entre su esquizofrénica personalidad y la del personaje de Humphrey Bogart en la película Casablanca. Y es que el creador Allen se sirve frecuentemente en sus trabajos de la parodia o la ironía en torno a los estereotipos de los géneros cinematográficos. La rosa púrpura... y Zelig son ejemplos maestros de esta tendencia. Por si ello fuera poco, en algún momento de su filmografía ha recurrido a ciertos latigazos fílmicos de Fellini, Bergman y Godard, que, lejos de suspicacias gratuitas, resultaron adornos dramáticos del cine europeo en la mejor tradición del americano.

De otra parte, la inspiración alleniana no podía prescindir de la actriz adecuada que con su universo femenino prendiera de sentido la temática del realizador: Louise Lasser, Diane Keaton y Mia Farrow fueron piezas imprescindibles en la significación última de su cine (véase el artículo de Enrique Colmena El cine de Woody Allen según sus mujeres). Sus grandes actrices han sido también sus grandes amores. Y sus grandes amores se convirtieron, posteriormente, en sus personales verdugos. Allen dio explicaciones a la prensa primero, en los juzgados después; expuso sus opiniones y pareceres en una voluminosa autobiografía titulada “A propósito de nada”, de alguna manera una contestación a las agresiones y acusaciones del “me too”. Al menos, buena parte de la filmografía de Allen permitiría hacer un inventario de cuanto de vida personal hay en su vida cinematográfica.

Tal como se muestra en las sociedades contemporáneas que Allen retrata, la mujer tiende a ser mostrada de forma igualitaria respecto al hombre; los tipos de mujer son muy variados: van desde la "castradora", a la de "espíritu libre", y, de aquí, a la "tierna realista". La misoginia generalizada en la mayor parte del cine cómico americano queda atenuada, cuando no difusa o, voluntariamente ignorada, pierde su consistencia en tantos títulos del realizador. De otra parte, en sus guiones, en sus películas, el tema amoroso es tan sustancial como el tema de la muerte; adquiere en Allen la importancia propia de un neurótico y queda instalado, como preocupación habitual, en lo más común de sus conversaciones; precisamente, La última noche... tiene como título original "Amor y muerte".

Como complementarios del presente artículo, recomendamos la lectura de Auge y declive de Su Alteza Woody Allen y Los "alter ego" de Woody, ambos de Enrique Colmena, director de esta revista.

Ilustración: Una imagen de Annie Hall (1977), de Woody Allen.

Próximo capítulo: Woody Allen: el sentimiento trágico de lo cómico (y II)