Enrique Colmena

Proseguimos con el resumen de (a nuestro juicio, por supuesto) lo más logrado del año 2019. Si en el capítulo anterior glosábamos los títulos más relevantes que nos ha sido dado ver este año procedentes de España y del resto de Europa, en esta segunda y última entrega haremos lo propio con Asia y América. Lamentablemente, no podremos citar ningún título de África: las difíciles condiciones de producción y no digamos de distribución mundial del cine que se hace en el continente negro hace que la cantidad de películas que nos llega sea ínfima, y, como suele ser habitual, de la cantidad sale la calidad. Tampoco ha habido suerte con los países de Oceanía, mayormente Australia, que es la potencia cinematográfica (y de las otras) por excelencia de la región.


Asia sigue teniendo los ojos rasgados

Pues sí: como en anteriores años, el mayor número de films de excelencia reconocida del continente asiático nos llega de países donde los naturales tienen los ojos rasgados. Curiosamente, las dos películas de esa etnia nos llegan del mismo país, Corea del Sur, que se está convirtiendo, a la chita callando, en una de las potencias cinematográficas más interesantes del sudeste asiático e incluso de todo el continente.

Así, Parásitos ha sido la sensación del año, gustando do quiera que se ha exhibido. Palma de Oro en Cannes, además de otros muchos galardones y probable Oscar a la Mejor Película en Habla no Inglesa, la película de Bong Joon-ho es una exquisitez inicialmente habitada por el humor negro, en una comedia que juega con los roles sociales, con dos familias, una hundida en la miseria, otra que nada en la abundancia, y cómo la primera, a base de astucia, se irá infiltrando en la primera. El tránsito hacia el drama, incluso la tragedia, se hace con naturalidad, casi con pudor, en una obra mayor que, ciertamente, se merece todos los premios habidos y por haber, y que nos confirma que el director de The host (2006) y Rompenieves (2013), entre otras, es uno de los cineastas más interesantes de nuestro tiempo.

También de Corea del Sur nos llegó El hotel a orillas del río, hermoso título para la última y sutilísima miniatura de Hong Sang-soo, quizá el más peculiar (y los hay tela de raros...) directores surcoreanos, una historia de familia, con un padre quizá al final de su vida, sus dos hijos, y su breve encuentro en el establecimiento hotelero del título. Jugando con mimbres no realistas pero tampoco fantásticos, la simplicísima historia de Hong cala muy hondo, en una película de rara belleza surreal, con mínimos elementos narrativos sabiamente concatenados.

El único film asiático no procedente de países de etnia chinesca que hemos considerado para esta lista de excelencias ha sido Cafarnaúm, la película libanesa (también franco-norteamericana) dirigida por la beirutí Nadine Labaki, una dolorosa mirada hacia la lacerante realidad de la infancia desprotegida en el país de los cedros, una película que, literalmente, duele. Hecha con pocos medios pero una gran capacidad para emocionar sin emboscar al espectador, la película remueve íntimamente y confirma el talento de esta cineasta y también actriz, habiendo estado nominada al Oscar y llevándose buen número de premios en cuantos festivales ha estado, incluido Cannes.


América del Norte: obras de varia laya

De la parte norte de América, lamentablemente, solo tenemos films estadounidenses; nos hubiera encantado que hubiera algún mexicano o canadiense, pero no ha sido posible. Lo curioso es que las películas yanquis que comparecen por aquí son de muy distinta catadura artística, temática, social y hasta económica.

Así, la poderosa Netflix vuelve a aparecer este año con un producto prodigioso, el regreso de Martin Scorsese al cine de mafiosos, la muy esperada El irlandés, que ha supuesto, al menos para quien suscribe, la reconciliación con un cineasta al que en los últimos años, ciertamente, había rebajado en su devoción por una serie de películas no especialmente afortunadas, aunque siempre exquisitamente filmadas. Con El irlandés el neoyorquino de ancestros itálicos vuelve por sus fueros y nos narra una historia de base real, tomando como eje a un matarife que supo colocarse en el epicentro de los entes criminales yanquis de la segunda mitad del siglo XX, con una proximidad cuasi fraternal con personajes como Jimmy Hoffa, el todopoderoso líder sindical que desapareció sin dejar rastro. El film es también una lección de Historia, incardinando la vida y milagros del irlandés del título en los sucesos más relevantes acaecidos en el país durante ese medio siglo. Con repartazo (De Niro, Pacino, Pesci, Keitel), el regreso de Scorsese al universo mafioso se ha saldado con un resonante éxito crítico.

Si Netflix es poderosa, qué decir de Disney, actualmente el más potente de los estudios norteamericanos, propietario de varias franquicias multimillonarias: Star Wars, Vengadores... Pero incluso en un engranaje tan mercantilizado como hoy día es la Casa del Ratón, lo cierto es que hay lugar para la creatividad, y así, de su filial Pixar nos ha llegado Toy Story 4, que al principio temíamos, pensando que podía ser el prescindible estiramiento de la hermosa saga infantil, tras llegar a la maestría absoluta con Toy Story 3 (2010). Sin embargo, la película dirigida por Josh Cooley es una pequeña maravilla, una dignísima continuación de la serie de los juguetes, con historias nuevas con el paisanaje conocido y algunas nuevas incorporaciones, en una película deliciosa, teóricamente para niños, pero que disfrutarán mucho más los adultos.

Joker entraría en el apartado del cine “mainstream”, aunque con matizaciones; es evidente que es un producto de gran estudio (aparte de Bron Studios y DC Comics, está la poderosa Warner), pero se aleja del tipo de cine que suelen cultivar este tipo de gigantescas corporaciones audiovisuales. De hecho, aunque es una película sobre el universo del cómic, con la génesis del villano Joker, su plasmación dista mucho de cualquier película de superhéroes, incluso de las más sesudas como la trilogía de Nolan iniciada con Batman begins (2006). El film de Todd Phillips nos presenta la arrebatadora evolución de Arthur Fleck, los sucesos que motivaron que aquel pobre diablo deviniera en astutísimo villano al que Batman habrá de enfrentar. Por supuesto, media película, o más, es Joaquin Phoenix, con una de esas interpretaciones que es difícil olvidar.

El cine “indie” yanqui confirma su pujanza colocando un título entre estos 19 que, a nuestro juicio, han sido los mejores del año. Hablamos de ¿Podrás perdonarme algún día?, espléndido drama con base real, la vida de una escritora taciturna, misántropa, antipática, que tras un hallazgo fortuito, dará en escribir falsas cartas de escritores famosos que le harán la vida (económicamente) más fácil, haciendo falsificaciones tan buenas que, como se dice en algún momento, hubieran merecido ser escritas por los autores susodichos. Con una inteligente dirección de la californiana Marielle Heller, la película sorprende y admira por igual por su sutil descripción del carácter principal, por su relación con su amigo, un gay a la vez dandy y “homeless”, con una interpretación notabilísima de Melissa McCarthy y Richard E. Grant, vayas dos patas para un banco...


América del Sur, solo una película (pero qué película...)

Por supuesto, en la parte sur de América hay cinematografías potentes e interesantes; sin ir más lejos, las de Argentina, Brasil y Chile son de primera línea, y suelen dar buenos productos. Este año no es que no los hayan dado, pero, siempre a nuestro juicio, ninguno de ellos ha alcanzado la excelencia que estamos intentando glosar aquí. Entonces, el único film que traemos dentro de la parte meridional del Nuevo Continente será de un país de escasa filmografía, Uruguay, que sin embargo nos sorprende con Las herederas, una interesantísima aproximación al universo de la plutocracia de la llamada República Oriental, con dos mujeres ya en torno a los sesenta años, pareja en la vida real aunque camuflada tal circunstancia tras el disfraz de amigas, ambas pertenecientes a la clase alta, pero cuyo empobrecimiento por la progresiva pérdida de caudales hará que tengan que explorar territorios ajenos, tanto físicamente como, sobre todo, social, emocional, quizá sexualmente. Obra mayor, primorosamente cincelada por Marcelo Martinessi, se ha dicho de ella que tiene parentesco con El gatopardo (1963), de Visconti, y Bearn o la sala de las muñecas (1983), de Chávarri, y es cierto; pero, por supuesto, la película uruguaya tiene autonomía propia, es un film que no debe nada a nadie, salvo a su propia grandeza. Extraordinario trabajo de la actriz teatral Ana Brun, en su primer papel cinematográfico (quién lo diría...).


A modo de coda o estrambote

“A petición de nuestro estimado público”, detallamos ahora algunos otros títulos que, quizá sin llegar a la excelencia de los detallados en este díptico de artículos, sí que merecen ser reseñados por su interés cinematográfico, o social, o ambas cosas.

Así, sería injusto no citar, por ejemplo, tres títulos del cine español: Mientras dure la guerra, la esperada película de Alejandro Amenábar, en una interesante y nada maniquea visión sobre la figura de Unamuno, pero también de los primeros años de la Guerra Civil, con un Franco como no habíamos visto en pantalla hasta ahora; La primera cita, de Jesús Ponce, obra pequeña en presupuesto pero grande en resultados, una película “de cámara” con pocos actores, un mal devastador y la humana evolución que quien no tiene entrañas habrá de afrontar para ser el compañero cabal en tiempos de zozobra; y Madre, la nueva de Rodrigo Sorogoyen, que ya nos sorprendió agradablemente con El reino, y que aquí, en un apreciable cambio temático, afronta el complejo asunto de la pérdida de la prole y cómo gestionar ese dolor.

De los USA podríamos citar un par de títulos que combinan marchamo comercial con arte. Por un lado, El vicio del poder, con dirección de Adam McKay, inusual biopic del que sería todopoderoso vicepresidente Dick Cheney, con un gran trabajo, realmente camaleónico, de Christian Bale. Y Green Book, una historia de amistad de evidente intencionalidad antirracista, con dirección de Peter Farrelly (antiguamente dedicado a comedias más bien bastas), con buenos papeles para Viggo Mortensen y Mahershala Ali, que consiguió su segundo Oscar consecutivo.

Desde Francia nos llegó En buenas manos, sobre el siempre complicado asunto de las adopciones de bebés, rodado con amor por Jeanne Herry, una historia conmovedora hecha desde el corazón, sin triquiñuelas emocionales. De Argentina (con coproducción española) nos llegaría El cuento de las comadrejas, remake bastante libre de un antiguo clásico del cine de aquel país, con dirección de Juan José Campanella y un reparto excepcional, con gente tan buena como la siempre estupenda Graciela Borges y Oscar Martínez. Por su parte, de extremo Oriente nos llegó Sombra, una de las delicadas filigranas de Zhang Yimou, una película bellísima, de época, donde quizá la forma se comió al fondo: pero es tan, tan hermosa... Y de la devastada Ucrania nos llegaría Donbass, de Sergey Loznitsa, una mirada poliédrica y muy creativa sobre la vida en la zona de guerra de la antigua república soviética.

Ilustración: Una bellísima imagen de El hotel a orillas del río, de Hong Sang-soo.