Enrique Colmena

El 28 de Febrero de 1980, hace ahora 40 años, el pueblo andaluz votó en referéndum la institucionalización de un régimen autonómico que le permitiera un nivel de autogobierno del mismo rango de las llamadas “nacionalidades históricas”. A partir de entonces, tras aprobarse el conocido como Estatuto de Antequera y producirse las primeras elecciones autonómicas en 1982, la región cuenta con un ente administrativo propio, la Junta de Andalucía, con su Parlamento y otras instituciones.

Desde 1985 la Junta de Andalucía reconoce anualmente, coincidiendo con el 28 de Febrero de cada año (instituido como Fiesta de Andalucía), una serie de premios (Hijos Predilectos, Medallas de Oro y Plata) para aquellas personas o instituciones que a lo largo del año, pero también a lo largo de sus trayectorias personales, empresariales o profesionales, han sido especialmente distinguidos o destacados en sus respectivos campos. 

Este año 2020, la concesión al actor malagueño Antonio de la Torre de la Medalla de Oro de Andalucía, nos permite repasar, en una tríada de artículos, a la gente del cine de nuestra tierra a quienes la administración autonómica andaluza ha reconocido con sus distinciones anuales. Antonio de la Torre ha sido el décimo sexto galardonado relacionado con el cine, en una concesión de honores que cumple en este mes de Febrero su trigésimo sexta edición. Habrá que decir que, a nuestro juicio, hay otros profesionales y artistas andaluces del cine que, como veremos, podrían perfectamente haber sido honrados también con este tipo de galardones. Pero eso lo comentaremos más adelante.

Empecemos por el principio, como decía aquel gran filósofo, Pero Grullo. Aunque los galardones de Andalucía comienzan en 1985, no será hasta 1988 cuando nos encontremos con alguien relacionado con el cine, aunque, es cierto, más con el teatro. Pero que José Luis Gómez (Huelva, 1940) tiene una notable trayectoria también en cine nadie lo negará. Gómez comenzó en la televisión, curiosamente en la alemana, país donde vivió durante los años sesenta, lo que le valdría para hacer el doblaje al español del protagonista de Barry Lyndon, para facilitar cuando este hablaba en la lengua tedesca. Ya en España, tuvo una irrupción espectacular con el personaje central de Pascual Duarte (1976), la versión al cine que Ricardo Franco hizo de la novela La familia de Pascual Duarte, de Cela. Más tarde estaría, entre otros, en films de Gonzalo Suárez, Parranda (1977), y de Jaime de Armiñán, Nunca es tarde (1977), pero también trabajó para Joseph Losey en su sempruniana Las rutas del sur (1978). Y es que en esa época Gómez estuvo a las órdenes de los mejores directores españoles del momento, desde Saura, en Los ojos vendados (1978), a Manuel Gutiérrez Aragón, en Sonámbulos (1978), pero también de Jaime Chávarri, en Dedicatoria (1980); estará en la costeada adaptación televisiva de Los pazos de Ulloa, de Pardo Bazán, a las órdenes de Gonzalo Suárez, para el que haría también el personaje del Doctor Polidori en Remando al viento (1988). Tendría también tiempo Gómez para estar en una de las pocas películas del cine andaluz de la época, Las dos orillas (1987), de Juan Sebastián Bollaín.

Con posterioridad al momento en el que fue honrado con la Medalla de Plata de Andalucía aún estará Gómez en un buen número de films relevantes. Así, en los años noventa será el tenebroso policía de Beltenebros (1991), de Pilar Miró, sobre la novela homónima de Muñoz Molina, y ya en el siglo XXI podremos verlo en papeles muy diversos en films como El 7º día (2004), de Saura, La buena voz (2006), de Antonio Cuadri, donde nos regalaba un personaje entrañable, Los abrazos rotos (2009) y La piel que habito (2011), ambas para Almodóvar, Truman (2015), de Cesc Gay, y La isla del viento (2015), de Manuel Menchón, donde se ponía en la piel de Miguel de Unamuno, este año tan de moda con la amenabariana Mientras dure la guerra.

Tendremos que esperar hasta 1992 para encontrar un nuevo premiado andaluz del mundo del cine: Manuel Summers (Sevilla, 1935 – Ibidem, 1993), actor, director, productor, guionista, humorista, dibujante... lo más parecido a un artista renacentista que hemos tenido en Andalucía en el último medio siglo, fue galardonado ese año con la Medalla de Plata. Como director tiene una filmografía inclasificable pero a todas luces estimulante, desde Del rosa al amarillo (1963) a La niña de luto (1964), con heterodoxias como Juguetes rotos (1966) y Urtain, el rey de la selva... o así (1969), pero también interesantes aportaciones al cine de relaciones de pareja, como El juego de la oca (1965) y ¿Por qué te engaña tu marido? (1969). Sobre una entonces impensable educación sexual en ficción habló en la trilogía compuesta por Adiós, cigüeña, adiós (1971), El niño es nuestro (1973) y ¡Ya soy mujer! (1975). El fracaso económico de su aventura más arriesgada, la estupenda comedia romántica Ángeles gordos (1981), rodada en Estados Unidos, le abocó a una serie de comedias con cámara oculta, iniciada por To er mundo e güeno (1982), muy inferior a su inmenso y poliédrico talento.

1994 será el año en el que otro miembro del gremio cinematográfico es honrado también con la Medalla de Plata. Será la directora de cine y televisión Josefina Molina (Córdoba, 1936), con una amplia trayectoria en ambos medios, habiendo rodado para cine docuficciones como Función de noche (1981), con Lola Herrera, pero también una visión vigorosa y certera de la historia del valido de Carlos III, Esquilache (1989), y una versión actualizada de la obra teatral de los hermanos Machado, La Lola se va a los puertos (1992). En televisión, entre muchos y buenos trabajos, sobresale su opera magna, por la que indudablemente tiene un lugar de privilegio en la Historia de la Televisión, Teresa de Jesús, retrato bello, intenso, profundo, de la santa, poeta y mística.

Ese mismo año de 1994 habrá otro premiado del gremio de la farándula fílmica, en este caso Antonio Banderas (Málaga, 1960), también con la Medalla de Plata, cuando el actor había dado ya el salto a Hollywood con Los reyes del mambo (1992). Se premiaba entonces ese salto, tan infrecuente entonces, pero también su trayectoria en España, donde empezó a hacer cine a principios de los años ochenta, trabajando repetidamente para Almodóvar (Laberinto de pasiones, Matador, La ley del deseo, Mujeres al borde de un ataque de nervios, ¡Átame!), pero también para Saura (Los zancos, ¡Dispara!), José Luis García Sánchez (La corte de Faraón), Montxo Armendáriz (27 horas), Fernando Colomo (Bajarse al moro), Vicente Aranda (Si te dicen que caí). Tras recibir la Medalla de Andalucía proseguiría su carrera en Hollywood, con títulos eminentemente comerciales pero también otros de concepción más artística, como La casa de los espíritus, Philadelphia, Entrevista con el vampiro, Evita, Frida, Conocerás al hombre de tus sueños... para volver episódicamente a España, mayormente para rodar de nuevo con Almodóvar (La piel que habito, Los amantes pasajeros, Dolor y gloria), pero también en otros proyectos más pequeños (Autómata, Altamira).

En 1998 será la actriz Carmen Sevilla (Sevilla, 1930) la que obtendría la Medalla de Andalucía, reconociéndose con ello una dilatadísima trayectoria como actriz de cine que la llevaría desde sus inicios dentro del cine folclórico, con títulos como El sueño de Andalucía (1951) o Un caballero andaluz (1954), para después mostrar un notable eclecticismo con una versión cañí de Shakespeare en La fierecilla domada (1956), flirtear exitosamente con el cine de Hollywood en Rey de Reyes (1961), del gran Nicholas Ray, en la que sería una racial María Magdalena, trabajar también en cinematografías europeas como la francesa, en Don Juan (1956) y la italiana, en Los amantes del desierto (1957), e incluso estar en uno de los títulos señeros de Juan Antonio Bardem, La venganza (1958), con el paisaje rural español como un personaje más. En los años setenta, pasada ya su época juvenil, pero aún con una poderosa belleza madura, se reinventaría en nuevos films muy distintos, desde El techo de cristal (1971), de Eloy de la Iglesia a No es bueno que el hombre esté solo (1973), de Pedro Olea, e incluso trabajaría repetidamente con Gonzalo Suárez, para el que interpretó La loba y la paloma (1974) y Beatriz (1976), en un llamativo y sorprendente cambio de registro.

Ilustración: Una imagen de Antonio Banderas en Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), de Pedro Almodóvar.

Próximo capítulo: Hijos Predilectos y Medallas: Andalucía reconoce a su gente del cine (II). Primera década del siglo XXI