Enrique Colmena

La celebración del cuadragésimo aniversario de la Constitución Española nos está permitiendo echar la vista atrás para ver cuáles han sido, a nuestro criterio, las mejores películas que el cine español ha hecho durante esos 40 años de vigencia, hasta ahora, de nuestra Carta Magna, agrupándolas por decenios. Tras repasar las correspondientes a los períodos 1978-1988 y 1989-1998, afrontamos en este tercer capítulo los títulos que a nuestro parecer han sido los mejores films españoles del decenio 1999-2008.


1999

La sorpresa del año la dará una película andaluza, hecha con muy pocos medios pero mucho talento: Solas arrasa allá donde va, no solo en un buen número de festivales, entre ellos la Berlinale, donde la descubrieron, sino también en todo tipo de premios, incluidos los Goya; crónica desalentada sobre un trío de perdedores (la madre analfabeta, la hija maltratada, el viejo solitario), la película de Benito Zambrano destaca por su espléndido guion y personal dirección, pero también por tres intérpretes en estado de gracia: Ana Fernández, María Galiana y Carlos Álvarez-Nóvoa.

Hubo otras películas en el año que también merecieron la pena; como Celos, de Vicente Aranda, nueva vuelta de tuerca del cineasta catalán sobre los escabrosos senderos del sexo y la muerte, con una estupenda Aitana Sánchez-Gijón; también interesó mucho la segunda película de Icíar Bollaín como directora, Flores de otro mundo, que unía dos temas, el de las “caravanas de solteras” y el de la inmigración; La lengua de las mariposas, película de José Luis Cuerda, fue un homenaje a los viejos maestros de la República; en su éxito fue determinante el hecho de que fuera un excelente Fernando Fernán Gómez quien encarnara al protagonista; también gustó mucho el nuevo Almodóvar, Todo sobre mi madre, sentido melodrama sobre la maternidad en el que descollaba Cecilia Roth; también Cuando vuelvas a mi lado, la nueva obra de Gracia Querejeta, era un interesante drama, aquí con dicotomías generacionales; Carlos Saura seguía haciendo films muy diversos, tocándole ahora el turno al biopic con Goya en Burdeos, personalísima biografía del pintor aragonés, con los rasgos de José Coronado y Paco Rabal; Mariano Barroso llama la atención con un extraño thriller, Los lobos de Washington, que permite desplegar el talento de una pléyade de actores: Bardem, Fernández, Sancho, Alterio (Ernesto)...; y Mateo Gil, hasta entonces guionista de Amenábar, se estrena con fortuna en la dirección con Nadie conoce a nadie, versión al cine de la novela de Juan Bonilla.


2000

La película del año es probablemente El bola, crónica en do menor de los malos tratos en la infancia, hecha con sensibilidad y tacto por el actor Achero Mañas, que se estrenaba en la dirección, descubriendo el talento del jovencísimo Juan José Ballesta; La comunidad será la nueva comedia negra de Álex de la Iglesia, film coral en el que destacaba Carmen Maura, pero también una “resucitada” Terele Pávez, entre otros estupendos actores de reparto; El otro barrio apenas tuvo repercusión comercial, a pesar de que esta versión de la homónima novela “seria” de Elvira Lindo, hecha con exquisitez por Salvador García Ruiz, tenía mucho interés; tampoco el nuevo Gonzalo Suárez tuvo mucho recorrido en taquilla: El portero contaba con algunas estrellas del momento, como Carmelo Gómez, Maribel Verdú y Antonio Resines, pero está claro que el asturiano juega en otra liga; la sorpresa la da de nuevo el cine andaluz con El factor Pilgrim, ópera prima de Santi Amodeo y Alberto Rodríguez, una fantasiosa pero divertidísima especulación sobre el quinto Beatle, que no tuvo éxito alguno de taquilla pero descubrió a dos talentosos realizadores, en especial Rodríguez, nombre fundamental del cine español en lo que va de siglo; Gerardo Herrero siguió compaginando su tarea como productor con las funciones de realizador: Las razones de mis amigos, sobre la novela La conquista del aire, de Belén Gopegui, era un entonado retrato de la generación de los treinta y tantos en España; y José Luis Garci consigue una de sus últimas buenas películas con la nostálgica, muy “vintage” You’re the one (Una historia de entonces), con una estupenda Lydia Bosch.


2001

Carlos Saura homenajea al maestro de Calanda en Buñuel y la Mesa del Rey Salomón, trufada de referencias cultistas, una historia que podría haber abierto una nueva senda para el cineasta aragonés, aunque tal cosa no llegó a ocurrir; Guillermo del Toro haría su primera incursión en el cine español con la intrigante El espinazo del diablo, que mezclaba con tino fantasía, terror y postguerra civil española, con un Eduardo Noriega en su primer papel de villano; Intacto, de Juan Carlos Fresnadillo, resultó un misterioso thriller que combinaba temas como la (mala/buena) suerte y las teorías conspiratorias, con repartazo: Von Sydow, Sbaraglia, Poncela; Vicente Aranda se iba hasta el comienzo de la Edad Moderna, en el nacimiento de España como estado, con Juana la Loca, jugando con la alta política pero también (en el terreno que a él le gustaba más) con los sentimientos extremos, con una excelente Pilar López de Ayala; Paz Vega se revela definitivamente con su interpretación en Lucía y el sexo, historia de Julio Medem bastante subida de tono sobre el amor, el erotismo y el azar; por su parte, Montxo Armendáriz presenta Silencio roto, film sobre los maquis, la resistencia antifranquista de la postguerra, en una nueva entrega del llamado “cine de tazón”, pero que el navarro supo trascender y sublimar; aunque el film español por antonomasia del año estará hablado en inglés y se ambientará (supuestamente; en la realidad era mayoritariamente Cantabria) en la isla de Jersey, en el Canal de la Mancha; será Los otros, una historia de terror servida por Alejandro Amenábar que rompió taquillas y admiró por su tensión, buen pulso y sentido de la intriga.


2002

La película del año fue probablemente Los lunes al sol, de Fernando León de Aranoa, percutante drama social sobre los estragos de las reconversiones industriales, con un Javier Bardem engordado y afeado para la ocasión; en un tono muy distinto, el musical romántico El otro lado de la cama fue la resurrección de primeros de siglo (ya tocaba) de Emilio Martínez-Lázaro, una comedia fresca y divertida sobre los amores cruzados; en cuanto a Almodóvar, tocaba drama, y ese fue Hable con ella, con un espléndido Javier Cámara, y un tema más que vidrioso, el amor entre un enfermero y la mujer en coma que está a su cuidado; Enrique Urbizu volvió al cine negro, y lo hizo a lo grande con la notable La caja 507, con un entonadísimo Antonio Resines y un no menos interesante José Coronado, mezclando el “boom” inmobiliario con la mafia de la Costa del Sol; Saura regresa al musical con Salomé, de reminiscencias bíblicas y con la bailarina Aida Gómez como estrella; Smoking Room es la sorpresa del año, una comedia pequeña pero divertida de los neófitos Julio D. Wallovits y Roger Gual, a vueltas con las miserias laborales; La vida de nadie será también el debut de Eduard Cortés en el largometraje, un duro drama también con connotaciones familiares y sociales, con un notable José Coronado; y Manuel Gutiérrez Aragón consigue la que quizá sea su última buena película con El caballero Don Quijote, primorosa versión del clásico cervantino, con Juan Luis Galiardo como el de la Triste Figura y Carlos Iglesias como Sancho.


2003

Vicente Aranda ataca de nuevo con sus temas recurrentes en Carmen, nueva y tórrida versión del clásico de Merimée, ahora con Paz Vega como la mítica gitana y un Leonardo Sbaraglia que limó su acento porteño para ser José; Fernando Colomo inició el siglo entonado con Al sur de Granada, que recreaba algunas andanzas de Gerald Brennan en su juventud en tierras nazaríes; el descubrimiento del año será Jaime Rosales, que interesará con su desigual pero sin duda atractiva Las horas del día; un veterano, Antonio Mercero, consigue uno de los éxitos del año con Planta 4ª, con Juan José Ballesta, una historia de niños con cáncer que su guionista, Albert Espinosa, llevaría años más tarde a serie televisiva en la famosa Pulseras rojas; Isabel Coixet nos regaló uno de esos dramas cosmopolitas que ella hace como nadie con Mi vida sin mí, crónica de una mujer que se sabe sentenciada por una enfermedad y cómo ello le cambiará la (poca) vida que le queda, con una estupenda Sarah Polley, una de las actrices que mejor saben “sufrir” en pantalla; David Trueba lleva al cine Soldados de Salamina, la novela que hizo famoso a Javier Cercas, un intrincado drama que combina acertadamente temas reales con ficticios; Enrique Urbizu aparca momentáneamente el thriller, género para el que está especialmente dotado, para hacer un drama familiar, La vida mancha, de nuevo con un estupendo José Coronado; pero la película del año es, seguramente, Te doy mis ojos, en la que Icíar Bollaín, como directora, plasma una de las mejores y más cinematográficas denuncias sobre el maltrato de género, con unos inmensos Luis Tosar y Laia Marull.


2004

En un año un tanto flojo en cuanto a calidad en el cine español, descolló sin duda Mar adentro, la primera película en la que Amenábar abandonaba el género del terror o el thriller, el biopic de Ramón Sampedro, el hombre tetrapléjico que luchó para morir hasta que lo consiguió, un hondo drama sobre la vida y la muerte, con un excelente Javier Bardem y las estupendas Belén Rueda y Lola Dueñas; Gracia Querejeta hizo su periódico drama con Héctor, crónica de los problemas generacionales con adolescente rebelde (perdón por el pleonasmo...); Almodóvar nos trajo La mala educación, ajuste de cuentas con sus años de colegio, un tanto irregular pero, como casi siempre en el manchego, con cosas de interés; el thriller político del año sería El Lobo, sobre la verídica historia de un topo que se infiltró en la cúpula de ETA, con dirección del hispano-francés Miguel Courtois, y Eduardo Noriega como el espía español; Saura, por su parte, vuelve a cambiar el tercio haciendo El 7º día, sobre la famosa matanza de Puerto Hurraco, que el aragonés, por supuesto, lleva a su terreno, como una tragedia bronca y seca.


2005

El cine andaluz empieza a presentar sus cartas credenciales con tres buenas películas: Habana Blues es el segundo largo del lebrijano Benito Zambrano, ambientado en Cuba, una atractiva historia de música y desarraigo; 7 vírgenes supone el descubrimiento para la industria de Alberto Rodríguez, una historia de tintes marginales magníficamente puesta en escena por el sevillano; y 15 días contigo será la revelación del también hispalense Jesús Ponce, un drama sobre indigentes que gustó mucho, con una pareja sobresaliente, Sebastián Haro e Isabel Ampudia; Isabel Coixet nos trajo una de sus mejores películas, La vida secreta de las palabras, de nuevo con reparto internacional y curiosa ambientación, una plataforma petrolífera, con (otra vez) Sarah Polley sufriendo con gran intensidad y un Tim Robbins que no le anda a la zaga; El método será la adaptación de la obra teatral de Jordi Galcerán, con director argentino, Marcelo Piñeyro, pero producción y equipos técnico y actoral mayoritariamente españoles, sobre la competitividad laboral y otras canalladas; el popular cómico Jose Corbacho, junto con su cuate Juan Cruz, hacen Tapas, apañada comedia ambientada en clases populares y cierto regusto costumbrista; y Fernando León de Aranoa rueda Princesas, una mirada doliente sobre el submundo de la prostitución, con una excelsa Candela Peña.


2006

Este será un buen año en el que abundaron los títulos de interés; es el caso de El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro, que de nuevo ahondaba en el tema fantástico mezclándolo con el pavoroso paisaje de la postguerra española; Azuloscurocasinegro (sic) nos depararía el descubrimiento del año, Daniel Sánchez Arévalo, una nueva forma de enfocar la comedia, con tintes muy personales y negros; Ficción, de Cesc Gay, confirmó la rara capacidad del cineasta barcelonés para las historias esquinadas y sutiles; el también catalán Isaki Lacuesta llamó la atención con La leyenda del tiempo, que mezclaba hábilmente documental y ficción; La buena voz será otra grata sorpresa, una pequeña película del onubense Antonio Cuadri, sugestiva, humanísima, muy bien hecha; Los Borgia será la versión al cine de la serie televisiva, la poderosa historia del clan valenciano que dominó el Vaticano a finales del siglo XV; Salvador Puig Antich nos contó la lacerante historia del último preso político del franquismo que fue ejecutado con garrote vil, con una sensible dirección de Manuel Huerga; Javier Rebollo, que se hizo un nombre con su corto Mirindas asesinas, debuta en el largo con Lo que sé de Lola, notabilísima aproximación a la figura del mirón sin intenciones sexuales, con Lola Dueñas, como siempre, estupenda; y Pedro Almodóvar hace una de sus mejores películas con el drama Volver, que barrerá en los Goya, con gran trabajo interpretativo de Penélope Cruz y Carmen Maura.


2007

La película del año será El orfanato, que arrasa en los Goya y en la taquilla, y entroniza a Belén Rueda como diva del cine de misterio y terror y descubre a J.A. Bayona, llamado después a mayores empeños; pero el Goya a la mejor película se lo lleva, muy merecidamente, La soledad, de Jaime Rosales, formidable drama realista audazmente filmado; como exquisitamente filmada fue El prado de las estrellas, la última película de Mario Camus; una de las novedades del año será la alambicada historia de Los cronocrímenes, de Nacho Vigalondo, que juega con conceptos tales como el viaje en el tiempo y el encuentro en un mismo escenario de una persona con varios cuerpos, cada uno de un espacio temporal distinto; Pudor, de los hermanos Tristán y David Ulloa, fue un notable drama familiar que, sin embargo, no tuvo repercusión comercial alguna; Emilio Martínez-Lázaro vuelve a resurgir con Las 13 rosas, lacerante biopic sobre las jóvenes que fueron ejecutadas por el régimen franquista en la primera postguerra española; Aparecidos, del sevillano Paco Cabezas, fue un extraño pero más que interesante thriller de misterio que mezcló (y la mixtura resultó bien) lo sobrenatural con la denuncia política; aunque el estreno del año sería seguramente el de REC, de Jaume Balagueró y Paco Plaza, que jugaba muy hábilmente con el “found footage” o metraje encontrado, en una historia que erizaba el cabello del más pintado, y que después conoció varias secuelas (incluso en los USA), de decreciente interés.


2008

No fue este un año especialmente bueno para el cine español. Los Goyas más importantes se los llevó Camino, controvertida versión de una historia real que confrontaba fe con ciencia, con dirección de Javier Fesser; Los girasoles ciegos, de José Luis Cuerda, adaptaba la novela de Alberto Méndez, de nuevo una mirada sobre la postguerra española, ahora irisada de deseo en la persona de un cura afecto al régimen; Jaime Rosales vuelve a sorprender con su extraña Tiro en la cabeza, en la que parece jugar al entomólogo hasta que llega el momento de la verdad; El patio de mi cárcel nos descubrirá a otra cineasta interesante, Belén Macías, con temática de presidiarias y unas notables Verónica Echegui y Candela Peña; y 3 días será la carta de presentación del cordobés F. Javier Gutiérrez antes de emigrar al cine norteamericano, un film pequeño sobre el Apocalipsis y cómo retrasar quizá unas horas el final definitivo.

Ilustración: Nicole Kidman, en una imagen de Los otros (2001), de Alejandro Amenábar.

Próximo capítulo: En el 40 aniversario de la Constitución: las mejores películas españolas de la democracia (y IV). 2009-2018