En las dos primeras entregas de esta trilogía de artículos hemos glosado a las personalidades del mundo del cine que fueron reconocidas en las décadas de los ochenta y noventa, y en la primera década del siglo XXI con las Medallas de Andalucía, concedidas anualmente por la Junta de Andalucía con motivo de la fiesta autonómica del 28 de Febrero. Con la presente entrega, en la que nos centraremos en la segunda década del siglo XXI, completaremos la revisión exhaustiva de las personas vinculadas al cinematógrafo que han sido honradas con estos reconocimientos.
En esta década se da la circunstancia, hasta entonces inédita, de que por primera vez se empieza a reconocer como Hijos Predilectos a gente del cine, siendo las cinco personas que así han sido premiadas ya detentadoras anteriormente de Medallas de Andalucía, por lo que nos limitaremos a citarlas en la fecha que les correspondió, sin más glosas, ya que fueron comentadas con anterioridad.
Así, en 2012 se le concedió el título de Hija Predilecta de Andalucía a Josefina Molina, que ya había sido galardonada con la Medalla en 1994. Ese mismo año será el actor Rafael Álvarez “El brujo” (Lucena, Córdoba, 1950) quien será premiado con la Medalla de Andalucía. “El brujo”, es obvio, tiene una faceta fundamentalmente de actor de teatro, pero también ha hecho bastantes cosas de interés en cine y televisión. Su primer papel de cierta relevancia sería en El crack (1981), la notable aportación de José Luis Garci al cine negro español. Estaría más tarde en la ópera prima de Benito Rabal, El hermano bastardo de Dios (1986), y sería protagonista absoluto en la TV-movie La taberna fantástica (1988), sobre la obra teatral de Alfonso Sastre, con realización de Gerardo Malla. No pasó desapercibido Rafael en su intervención en las series televisivas Juncal (1989) y Brigada Central (1989-1990), en papeles muy dispares. Álvarez será de nuevo protagonista en la adaptación, ahora al cine, de La taberna fantástica (1991), de Julián Marcos. Tras otros trabajos no especialmente distinguidos, aparecerá en Alma gitana (1996), de Chus Gutiérrez, para encadenar poco después varios trabajos con directores de renombre, como Borau, para el que hizo Niño Nadie (1997), Saura, para el que trabaja en Pajarico (1997), y Fernán Gómez y García Sánchez, para los que protagonizó la adaptación al cine de Lázaro de Tormes (2001).
2013 será el año en el que Antonio Banderas, ya reconocido en 1994 con la Medalla de Andalucía, sea nombrado Hijo Predilecto. Y el director y guionista Alberto Rodríguez (Sevilla, 1971) será honrado con la Medalla de la comunidad, tras haberse convertido en el más exitoso de los cineastas andaluces del siglo XXI. Alberto comenzó a hacer cine profesional en comandita con el también sevillano Santi Amodeo, con la divertida comedia El factor Pilgrim (2000), a vueltas con el quinto Beatle, para después adentrarse en la comedia social, ya en solitario, con El traje (2002); llama la atención con su drama (también social) 7 vírgenes (2005), que gana un Goya y estará nominado a otros 6 más. Con After (2009) hace un denso drama sobre la resistencia a madurar, y con el thriller Grupo 7 (2012), ambientado en un tiempo tan interesante como la pre-Expo’92 de Sevilla, vuelve a dar en la diana, con 16 nominaciones a los Goyas, aunque solo consiguió 2.
Pero de ese fiasco en los premios de la Academia se resarcirá Rodríguez con su siguiente proyecto, el thriller La isla mínima (2014), interesantísima aproximación en clave “noir” al microcosmos de la España de la Transición, cuando la democracia era un concepto todavía poco asumido. Su nueva obra consigue la friolera de 10 Goyas, entre ellos los más importantes, Película y Dirección, y aún tuvo otras 6 nominaciones más. Su siguiente film, El hombre de las mil caras (2016), sugestiva recreación de la vida del espía Francisco Paesa, será recibida con multitud de elogios y conseguirá 2 Goyas de los 11 a los que estaba nominado. Lo último que hasta ahora ha hecho Alberto han sido las miniseries La peste (2017) y su continuación La peste. La mano de la Garduña (2019), notables recreaciones de la Sevilla del siglo XVI en clave de cine negro “de época”.
El guionista y director Miguel Picazo (Cazorla, Jaén, 1927 – Guarromán, Jaén, 2016) será el galardonado con la Medalla de Andalucía en 2014. Picazo es, sobre todo, el autor de la versión al cine de la unamuniana La tía Tula (1964), por la que tiene un lugar en la Historia del Cine Español, un film que rompió moldes, presentando una trama de inusitada carnalidad en la gazmoña España de los sesenta. Después haría films que no alcanzaron esa altura, como Oscuros sueños de agosto (1968), y se refugiaría en televisión, contribuyendo a la gran difusión de la cultura que propiciaba la TVE de la época: Cuentos y Leyendas, Los Libros, Novela, Hora Once... contaron con su talentosa firma. De regreso al cine ya en la Transición, su biopic sobre San Juan de Dios en El hombre que supo amar (1977) no tuvo la repercusión merecida; Los claros motivos del deseo (1977) no tuvo éxito, así que Picazo vuelve a la tele, donde se encarga de la Sonata de Primavera (1983), de la serie Sonatas, sobre la obra de Valle-Inclán. La hermosa adaptación de la novela de Jesús Fernández Santos, Extramuros (1985), sobre el amor lésbico en un convento de clausura, será su despedida del cine.
En 2015 Alberto Rodríguez, que había sido galardonado con la Medalla de Andalucía dos años antes, es reconocido como Hijo Predilecto. Ese mismo año será el actor, director, guionista y productor Paco León (Sevilla, 1974), quien consiga la Medalla de la comunidad. León, que se inicia en el teatro, tiene una larga trayectoria en sus facetas cinematográficas; como actor empezó en papeles episódicos en films como Amar y morir en Sevilla (Don Juan Tenorio) (2001), de Víctor Barrera, para proseguir en otros trabajos menores hasta que ficha por la serie 7 Vidas y, sobre todo, por su “spin-off” Aida, haciéndose muy popular con su papel de Luisma, un exyonqui con un plomazo dado. Sus intervenciones en el espacio televisivo Homo Zapping, con divertidísimas imitaciones, le reportan gran popularidad. Estará después en comedias como Dieta mediterránea (2009), para Joaquín Oristrell, o No lo llames amor... llámalo X (2011), de Oriol Capel, hasta que se estrena en la dirección con el díptico autorreferencial Carmina o revienta (2012) y Carmina y amén (2014), que le prepara para retos más importantes, como Kiki, el amor se hace (2016), uno de los éxitos del año, y sobre todo para la miniserie Arde Madrid (2018), que recrea el Madrid de los sesenta, con Ava Gardner haciendo de las suyas en la corte del entonces omnipresente Franco.
En 2017 no habrá personalidad del mundo del cine premiada con la Medalla de Andalucía, pero sí se nombra Hija Predilecta a María Galiana, que había recibido la Medalla en 2000. El año 2018 será en el que José Luis Gómez sea nombrado Hijo Predilecto, habiendo sido ya Medalla en 1988. Ese mismo 2018 la Medalla de Andalucía será para el actor Paco Tous (El Puerto de Santa María, Cádiz, 1964), intérprete de formación teatral, pero también con una larga carrera en cine y televisión. Tras aparecer por primera vez en una pantalla en Los invitados (1987), de Víctor Barrera, estaría después con papelitos en varios films del cine andaluz, Las dos orillas (1987), Solas (1999) y 15 días contigo (2005). Su salto al cine nacional se da con Alatriste (2006), la adaptación de las novelas de Pérez-Reverte que hizo Agustín Díaz Yanes. Pero la llegada a la fama vendrá con la serie Los hombres de Paco (2005-2010), con claves de comedia y policíaco, un serial con buenos mimbres y audiencias. Aunque especializado en registros cómicos, dio prueba de su capacidad dramática al interpretar a Tejero en 23-F: La película (2011), de Chema de la Peña. Reeditó su fama televisiva en la serie cómica Con el culo al aire, que intentaba aproximarse a los estragos de la crisis con sonrisas no exentas de amargura, siendo desde entonces una referencia, generalmente en papeles de reparto, en series de éxito como Víctor Ros, Allí abajo y, sobre todo, La casa de papel, que vuelve a ponerlo de moda. En cine sus papeles han sido menos celebrados, aunque siempre ha dado la talla, en films como Contratiempo (2016), El guardián invisible (2017) o La sombra de la ley (2018).
En el año 2019 la honrada con la Medalla de Andalucía será Inma Cuesta (Valencia, 1980), actriz que, aunque nacida fuera de Andalucía, se crió en Arquillos, Jaén, para después formarse en Córdoba y Sevilla. Actriz de hondo registro dramático, también tiene una interesante veta cómica. Empezó en televisión en la serie Amar es para siempre, para seguir en ese medio en seriales como La familia mata. Su primera aparición relevante en cine será en Primos (2011), de Daniel Sánchez Arévalo, para dar la campanada con su trágico papel en La voz dormida (2011). Estará después en varios títulos de relieve del cine español, de Grupo 7 a Blancanieves, de Invasor a 3 bodas de más, para fascinar con su personaje de la lorquiana La novia (2015), de Paula Ortíz, y hacerse chica Almodóvar en la doliente Julieta (2016). Su personaje de criada coja y espía en Arde Madrid confirma su versatilidad, como el papel de hija de anciano con Alzheimer en Vivir dos veces (2019).
Y en este 2020 en el que nos encontramos cuando se escriben estas líneas, el galardonado del mundo del cine con la Medalla de Andalucía ha sido el actor Antonio de la Torre (Málaga, 1968), una de las grandes revelaciones del siglo XXI. Iniciado en los informativos de Canal Sur, Antonio se decantó por la interpretación. Empezó con pequeños papelitos en los noventa, pero no sería hasta bien entrada la primera década del siglo XXI que empezó a tener personajes de cierto relieve. Almodóvar fue fundamental al darle un papel en Volver (2006), tras lo que su aparición en Azuloscurocasinegro (2006) le depara la primera de sus 14 nominaciones al Goya, consiguiéndolo ya en esa ocasión. Después se sucederían las interpretaciones memorables en un buen número de películas: Gordos (2009), de nuevo para Sánchez Arévalo, para lo que engordó hasta ponerse como una boya; Balada triste de trompeta (2011), para Álex de la Iglesia, otro de sus directores de referencia; La mitad de Óscar (2010) y Caníbal (2013), desoladores personajes para Manuel Martín Cuenca; Grupo 7 (2012), de Alberto Rodríguez, donde está estremecedor; Los amantes pasajeros (2013), de nuevo para Almodóvar; Tarde para la ira (2015), la prodigiosa ópera prima de Raúl Arévalo; El reino (2018), de Rodrigo Sorogoyen, que le proporciona su segundo Goya; La noche de 12 años (2018), de Álvaro Brechner, donde será un (literalmente) torturado Pepe Mújica, presidente de Uruguay décadas después; y La trinchera infinita (2019), de Arregi, Garaño & Goenaga, dolorosa historia de un “topo” en la negra postguerra, con una interpretación plena de matices.
Terminaremos este repaso de los premiados citando algunos nombres del cine que, sorprendentemente, no han sido reconocidos ni como Hijos Predilectos ni como Medallas de Andalucía, a pesar de sus (nos parecen) evidentes méritos. Así, resulta extraño que no se haya premiado a Benito Zambrano, guionista y director de Solas (1999), película que marca el despegue del cine andaluz durante el siglo XXI, y sin la que ese cine andaluz, probablemente, no existiría, además de tener una notable filmografía posterior: la miniserie Padre Coraje, Habana Blues, La voz dormida, Intemperie; pero tampoco se ha premiado al productor Antonio P. Pérez, que no solo fue quien produjo la mítica Solas, sino quien, durante las décadas anteriores, intentó promover un cine andaluz, con films como Belmonte, y posteriormente ha seguido una esforzada labor como productor o coproductor de films como Fugitivas, La voz dormida, Los aires difíciles, El Niño, Toro o Jaulas. Qué decir entonces del pionero Pancho Bautista, guionista de Manuela (1976), primera película del cine andaluz, y posteriormente autor de varias comedias que buscaban cimentar un cine comercial de nuestra tierra. Y, por supuesto, Gonzalo García Pelayo, madrileño de nacimiento pero tan vinculado a Sevilla, director de Manuela y después autor de una inclasificable filmografía con los dos extremos, el cine conservador de Rocío y José, y la godardiana vanguardia de Vivir en Sevilla, un talento que en sus ratos libres hasta se dedicaba a desbancar (legalmente) casinos...
Ilustración: Antonio de la Torre, junto a Luis Zahera, en la famosa escena del balcón de El reino (2018), por la que el malagueño consiguió su segundo Goya.