Enrique Colmena

En los tres anteriores capítulos de esta tetralogía hemos detallado las que, a nuestro juicio, son las mejores películas españolas de la democracia, desglosándolas por decenios: 1978-1987, 1988-1998 y 1999-2008. Todo ello glosando los 40 años que en este mes de diciembre de 2018 ha cumplido la Constitución Española. En esta última entrega completaremos el último decenio, hasta nuestros días.


2009

No fue este un año especialmente bueno para el cine español, en el que solo podemos espigar algunas películas. Es el caso de Celda 211, quizá el film hispano del año, un percutante thriller carcelario rodado por el excrítico Daniel Monzón, con un Luis Tosar que componía un personaje absolutamente memorable, Malamadre, por el que tiene ya un lugar en la Historia del Cine Español. Daniel Sánchez Arévalo, convertido ya en un fijo del buen cine hispano, nos sorprende con otra dramedia, Gordos, con el tema de la obesidad de fondo, pero buceando realmente en otros asuntos como la belleza, el amor, la amistad, con un Antonio de la Torre que engordó notablemente para el papel, a la manera de Robert de Niro en Toro salvaje. Yo, también, de Antonio Naharro y Álvaro Pastor, aportará una interesante historia sobre una persona afectada por el síndrome de Down, el actor Pablo Pineda, en un drama sensible, que no sensiblero, con una estupenda Lola Dueñas. Cesc Gay, convertido ya en un imprescindible del cine español, hace una pequeña pero muy creativa comedia, V.O.S.. Por su parte, el guionista David Planell debuta en la dirección con la notable La vergüenza, sobre la paternidad y otras convulsiones. Fernando Trueba, por su parte, lleva a la pantalla la novela El baile de la Victoria, con guion del propio autor, Antonio Skármeta, y un Ricardo Darín que, como siempre, sobresale sobre del resto del elenco.


2010

La película del año será Pa negre, film catalán de Agustí Villaronga que nos representó en los Oscar y se llevó un buen puñado de Goyas, una de esas sórdidas historias de postguerra que gustan al cineasta balear. Álex de la Iglesia continúa con su tratado de lo grotesco con Balada triste de trompeta, una comedia negrísima con un enfrentamiento actoral de alto voltaje entre Antonio de la Torre y Carlos Areces. Buried. Enterrado será la osadía del año, un film rodado por Rodrigo Cortés entre los angostos límites de un sarcófago, con Ryan Reynolds sepultado en semejante cubículo. Con Los ojos de Julia, dirigida por el guionista Guillem Morales, Belén Rueda confirma su conversión en la diva del terror español. Fernando Trueba rueda su primer film de animación (con la inapreciable ayuda de Javier Mariscal y Tono Errando) con Chico & Rita, de sones y look cubanos. Por su parte, Eduardo Noriega será la estrella, junto a Belén Rueda, de El mal ajeno, del bilbaíno Oskar Santos, un entonado thriller de terror.


2011

Este es el año de uno de los últimos Almodóvar de interés, La piel que habito, con un Antonio Banderas recuperado para el cine español. Benito Zambrano vuelve tras varios años de ausencia con La voz dormida, doliente crónica de la postguerra, con una notable Inma Cuesta y con el descubrimiento de una actriz tan fresca como María León. Jaume Balagueró abandona el cine de terror (bueno, quizás no...) con un thriller con villano en grado quintaesenciado; su título es Mientras duermes, y nos descubre a un Luis Tosar de nuevo en forma, con una sufriente Marta Etura. Primos será la nueva película de Daniel Sánchez Arévalo, otra vez radiografiando, a su manera, la sociedad española del siglo XXI. Por su parte, el catalán Kike Maíllo nos sorprende con Eva, historia futurista sobre los seres humanos y sus criaturas, los androides, y los límites de cada uno de esos géneros. La película del año (al menos los Goyas así lo indicaron) puede que fuera No habrá paz para los malvados, potente thriller de Enrique Urbizu, que se confirma como nuestro cineasta “noir” más distinguido, con un notabilísimo José Coronado, en uno de sus mejores personajes de los últimos años. La rareza del año será, probablemente, Blackthorn. Sin destino, un western de Mateo Gil rodado en Bolivia, que retoma la historia de Dos hombres y un destino; aunque irregular, no dejaba de tener su interés y, desde luego, era tremendamente osada en su planteamiento, nada menos que recuperar dos mitos del western tardío, Butch Cassidy y Sundance Kid.


2012

Blancanieves, el segundo largo de Pablo Berger, es la película de año, una transgresora lectura del cuento llena de creatividad, imaginación y mala uva; los Goyas así lo reconocerán. Aunque las taquillas con la que revientan es con Lo imposible, de J.A. Bayona, la tragedia de una familia en el tsunami de 2004. También Las aventuras de Tadeo Jones tendrá notable repercusión comercial, una película de Enrique Gato que bebe en la saga de Indiana Jones a la carpetovetónica manera. La rareza del año es El muerto y ser feliz, del exquisito Javier Rebollo, que le reporta a José Sacristán su único Goya. Aunque tampoco es manca, en cuanto a rareza (y a talento), el drama Sueño y silencio, de un Jaime Rosales que nunca defrauda. Cesc Gay vuelve a dar en la diana con su dramedia romántica Una pistola en cada mano, con lo mejor de la interpretación del cine español (y argentino, que también estaban Darín y Sbaraglia). El cine andaluz aparece muy bien representado, y de la forma más diversa: así, Grupo 7, de Alberto Rodríguez, confirma la buena mano del cineasta sevillano en el thriller, con notable trabajo de Antonio de la Torre (lo que es habitual) y de Mario Casas (ya menos frecuente...); en tono de desvergonzada y sevillanísima comedia, El mundo es nuestro, de Alfonso Sánchez, revela un notable talento para la guasa fílmica; también en clave de humor, pero con los ropajes del docudrama (habría que inventar el término “docucomedia”, más apropiado en este caso), Paco León debuta en la dirección con Carmina o revienta, estrafalario pero divertidísimo biopic de su señora madre, la impagable Carmina Barrios; en clave dramática, que no trágica, Ali será una pequeña película muy bien hecha por un Paco R. Baños que se confirmaba como un nuevo valor del cine español; y, aunque rodada en catalán y con equipo mayormente de aquella tierra, Los niños salvajes también tendrá coproducción andaluza, una honda tragedia juvenil bien contada por Patricia Ferreira.


2013

La película del año, al menos en cuanto a Goyas, será Vivir es fácil con los ojos cerrados, sensible dramedia de David Trueba con tono vintage y un estupendo Javier Cámara. Álex de la Iglesia continúa con su peculiar cine, entre lo cómico y lo trágico (aquí con añadidos mágicos y esotéricos: será por esdrújulas...), con Las brujas de Zugarramurdi, que empieza como Berlanga y termina como Tim Burton, con gran reparto. La gran familia española es la nueva aportación de Daniel Sánchez Arévalo a la mirada sobre nuestro tiempo y nuestro país. Antonio de la Torre vuelve a dar un recital interpretativo en Caníbal, con un personaje muy complejo que, a las órdenes de Manuel Martín Cuenca, él borda. Isabel Coixet, con Ayer no termina nunca, hará algo de ciencia ficción mirando al futuro, con una expareja que se dedicará a echarse en cara sus correspondientes agravios, con Javier Cámara y la siempre estupenda Candela Peña. La película rara (bendita rareza) es La herida, ópera prima del montador sevillano Fernando Franco, donde Marian Álvarez da un recital, en un personaje muy difícil y con muchas aristas. Y el descubrimiento es otra pequeña película andaluza, The extraordinary tale of the times table, también ópera prima de los sevillanos Laura Alvea y José F. Ortuño, un cuento de hadas maléfico con muchas ideas, generalmente ingeniosas y bien contadas.


2014

Ocho apellidos vascos será el film comercial del año, con una recaudación que, según datos del Ministerio de Cultura, superó los 55 millones de euros, y lo que es mejor, supuso el afortunado descubrimiento de que había un filón para la comedia de “territorios opuestos”, enfrentando cómicamente a un andaluz con una vasca (y su entorno igualmente euskaldun), revelando la capacidad para hacer reír del malagueño Dani Rovira. En los Goya triunfaron, por un lado, El Niño, otro fenómeno de taquilla, aunque a menor escala, el nuevo film de Daniel Monzón, un percutante thriller ambientado en el Estrecho de Gibraltar, de nuevo con Luis Tosar; también triunfó, incluso en mayor medida, la andaluza La isla mínima, que consagra a Alberto Rodríguez como director de referencia y de moda, un angustioso thriller magníficamente localizado y con dos actores en estado de gracia, Raúl Arévalo y, sobre todo, Javier Gutiérrez. Carlos Vermut estalla artísticamente con su segunda película, Magical Girl, sutilísima filigrana con trabajos inmensos de Bárbara Lennie, José Sacristán y Luis Bermejo, ganando la Concha de Oro en San Sebastián. El descubrimiento del año será el catalán Carlos Marqués-Marcet, cuya ópera prima, 10.000 km, llama la atención por ser una curiosa crónica del amor en los tiempos de Skype. También la vasca Loreak, de Jon Garaño y Jose Mari Goneaga, llama poderosamente la atención, un drama de tintes funerarios y excelente caligrafía. Y Antonio Banderas vuelve de nuevo al cine español con su apuesta futurista Autómata, dirigida por Gabe Ibáñez.


2015

Truman triunfa en los Goyas, un sentido melodrama sobre la amistad y el amor, de nuevo de la mano de Cesc Gay, y con dos actorazos, Ricardo Darín y Javier Cámara, a pleno rendimiento. También los Goyas descubren la estupenda Techo y comida, duro drama social del jerezano Juan Miguel del Castillo, que le reportará muy merecidamente a la jovencísima jienense Natalia de Molina su segundo “cabezón”. También triunfa en los Premios de la Academia A cambio de nada, esforzada ópera prima como director del actor Daniel Guzmán. Julio Medem vuelve por sus fueros con el drama sobre la maternidad y la enfermedad ma ma, con una entregada Penélope Cruz. La novia será la versión estilizadísima del Bodas de sangre lorquiano, bajo la dirección de Paula Ortíz y con Inma Cuesta en el papel central. Fernando León de Aranoa ensaya el cine cosmopolita yéndose (nominalmente, porque en la realidad se rodó en España) a los Balcanes en Un día perfecto, sobre las miserias de toda guerra, con reparto internacional. El thriller, con resonancias sociales, estará presente con El desconocido, de Dani de la Torre, con Luis Tosar en un personaje difícil de olvidar. La animación vuelve a dar en la diana con Atrapa la bandera, de nuevo con Enrique Gato a los mandos. El cine más intelectual y cultista tendrá su sitio con La academia de las musas, interesantísima divagación sobre los clásicos y los amores, antes y ahora, una nueva y especialísima película de José Luis Guerin. Y la revelación será la de la actriz Leticia Dolera como directora: su Requisitos para ser una persona normal gustó por su tono moderno y su falta de prejuicios e inhibiciones.


2016

Un monstruo viene a verme fue la apuesta internacional del año, con J.A. Bayona detrás y una más que notable recaudación, un cuento cruel hábilmente orquestado por el barcelonés. Julieta será el nuevo melodrama de Almodóvar, con doble protagonista en distintas edades, Adriana Ugarte y Emma Suárez, ambas estupendas. En las antípodas, Paco León hace Kiki, el amor se hace, una disparatada comedia sobre las parafilias sexuales, con gran reparto. Alberto Rodríguez confirma su talento con el thriller de espionaje y estafas El hombre de las mil caras, con trabajos extraordinarios de Eduard Fernández y Carlos Santos. 1898. Los últimos de Filipinas será la costeada y valiosa actualización sobre el famoso “sitio de Baler”, ya llevado al cine con anterioridad; esta versión la dirigió Salvador Calvo y contó con buena parte de lo más granado de la interpretación masculina española de nuestro tiempo. Pero la revelación sería Tarde para la ira, durísimo thriller que supuso la ópera prima como director de Raúl Arévalo, y al que Antonio de la Torre servía, como siempre, espléndidamente. Kike Maíllo nos trajo otro thriller, este de resonancias cultistas, Toro, con un (esta vez) notable Mario Casas y unos (como siempre) espléndidos José Sacristán y Luis Tosar. Y también se puede hablar de descubrimiento con Rumbos, el segundo largometraje como directora de Manuela Burló Moreno, cinco historias entrecruzadas, en las que destaca la interpretada por Carmen Machi y Fernando Albizu.


2017

Verano 1993 se corona como la película del año; ópera prima de Carla Simón, fue la candidata de España al Oscar y consiguió varios Goyas, una historia de infausta infancia cantada “sotto voce” por una directora que promete mucho. También gustó (y se llevó una buena tanda de Goyas) la vasca Handia, de Aitor Arregi y Jon Garaño, basada en hechos reales sobre un gigante euskaldun del siglo XIX y su angustia por no ser una persona normal. Álex de la Iglesia hizo doblete, en ambos casos afortunados: El bar era una película que entreveraba la comedia y la acción, prácticamente con una única localización; y Perfectos desconocidos era la versión española de un éxito italiano, reeditando aquí también esos laureles. Isabel Coixet interesó mucho con su exquisita La librería, melodrama de época con una estupenda Emily Mortimer. Fernando Franco volvió a sorprender con Morir, tremendo drama con un trabajo portentoso de la pareja Marian Álvarez y Andrés Gertrúdix. El autor será la nueva película de Manuel Martín Cuenca, sobre la novela El móvil, de Javier Cercas, con gran trabajo, otra vez, de Javier Gutiérrrez, y la revelación de Adelfa Calvo. Tierra firme será la segunda película de Carlos Marqués-Marcet, una mirada sobre las nuevas formas de familia en el siglo XXI, al fin y al cabo una historia de amor como otras, admirablemente puesta en escena. Y Lino Escalera llamará la atención con su No sé decir adiós, recital interpretativo de una extraordinaria Nathalie Poza y de un no menos formidable Juan Diego.


2018

El presente año, con el que cerramos este resumen de lo más interesante del cine español de la democracia, se puede considerar un año de buena cosecha. Así, El reino es un prodigioso thriller de tintes políticos, sobre la endémica corrupción que asuela el panorama político español, con dirección de Rodrigo Sorogoyen y (otra vez: y van...) una interpretación memorable de Antonio de la Torre. Aunque la película que más ha llegado al público ha sido, sin duda, Campeones, de Javier Fesser, comedia de superación y redención de un tipo tirando a infecto, interpretado magníficamente de nuevo por Javier Gutiérrez, y un grupo de personas con discapacidades intelectuales que, como era de esperar, le dan más de una lección al “listo”. Carmen y Lola será una sentida historia romántica, un amor lésbico en el proceloso ambiente gitano de los mercadillos ambulantes, con una gran puesta en escena de Arantxa Echevarría. De esa misma etnia son los protagonistas de Entre dos aguas, recuperación de Isaki Lacuesta de sus personajes (entre la realidad y la ficción) de La leyenda del tiempo, una película de desarmante impacto emocional. En un registro más intelectual, Petra supone una nueva y diferente propuesta de Jaime Rosales, a vueltas con la paternidad, el amor, la cobardía, la crueldad, con una excelente Bárbara Lennie. Y Quién te cantará será una nueva y compleja estructura fílmica de Carlos Vermut, aquí con notable duelo interpretativo entre la consagrada Najwa Nimri y la revelación Eva Llorach. También a gran altura raya Las distancias, lúcido retrato generacional de la catalana Elena Trapé, o el amor y la amistad a miles de kilómetros de España. El iraní Asghar Farhadi, el más interesante cineasta de su país (y quizá de toda Asia), rodó en España y con equipos técnico y artístico españoles, Todos lo saben, percutante drama con un repartazo impresionante: Bardem, Cruz, Darín, Fernández, Mínguez, Lennie, Cuesta... Por último, el thriller ha estado dignamente representado por Durante la tormenta, dirigido por Oriol Paulo, una intrigante historia con saltos en el tiempo, bien servida y contada, con una Adriana Ugarte muy entregada y un Chino Darín (de casta le viene al galgo...) muy ajustado.

Ilustración: Una escena de La isla mínima (2014), de Alberto Rodríguez.